El neoliberalismo de Ciudadanos y de su candidato Manuel Valls

Manuel Valls. Foto: Facebook
Manuel Valls. Foto: Facebook

Dos temas tienen gran importancia (pero diferente visibilidad) en el programa de Ciudadanos, partido perteneciente al grupo liberal del Parlamento Europeo (al cual también pertenecía hasta hace poco el PDeCAT, que es el partido CDC, que lidera el independentismo en Catalunya). Uno es su llamada a la “unidad de España” basada en su concepción uninacional, radial y borbónica del Estado español, profundamente hostil a cualquier concepción plurinacional, poliédrica y republicana del mismo. En realidad, solía presentarse (hasta que apareció Vox) como el máximo defensor de tal “unidad de España” que, al menos en el momento en el que se fundó, nadie o casi nadie estaba amenazando. Fue precisamente su agresiva oposición a la visión plurinacional y republicana de España (también característica del partido conservador, el Partido Popular) la que generó, entre otros factores, y en un período de tiempo muy corto, la expansión del secesionismo en Catalunya.

El otro tema de su programa (menos visible que el anterior) ha sido su neoliberalismo (que comparte con el PDeCAT), apoyando las medidas neoliberales que los sucesivos gobiernos españoles (incluyendo los catalanes) han aplicado en los últimos años (desde 2007 hasta ahora), y que han causado un gran deterioro del bienestar de las clasespopulares. Definido como el partido del Ibex-35, su aparición fue una respuesta a la amenaza que representaba para el establishment político-mediático del país (y para los establishments financieros y empresariales que lo apoyan y/o financian) la aparición del partido político Podemos y de otros como En Comú Podem y En Marea, enraizados todos ellos en el movimiento 15-M, que surgió previamente como protesta frente a las políticas públicas neoliberales impuestas a la población por partidos gobernantes que fueron percibidos como que no representaban los intereses de la población. Su eslogan “no nos representan” fue muy popular.

La mayoría de los dirigentes de Ciudadanos proceden principalmente del PP y otros partidos conservadores, insatisfechos con el conservadurismo cultural del PP y sus afines. Solo una minoría del PSOE procedente de su sector liberal (descontento con lo que consideraba una excesiva tolerancia del PSOE hacia el concepto de plurinacionalidad y hacia el establecimiento de alianzas con Podemos) ha dejado tal partido para pasar a apoyar y/o militar en Ciudadanos.

La socialdemocracia europea: el fin del Partido Socialista francés y el declive de Manuel Valls en Francia

Una de las causas del gran retroceso electoral de la socialdemocracia europea ha sido precisamente su conversión al neoliberalismoimponiendo a la población políticas públicas neoliberales (como han sido las reformas laborales cuando han gobernado, que han deteriorado el mercado laboral, y los recortes de gasto público social, que han debilitado la protección social) que han afectado muy negativamente el bienestar de las clases populares.Estas clases populares habían sido, históricamente, la base electoral de los socialdemócratas, aunque dejaron de serlo como consecuencia de ser identificados con el daño causado por aquellas políticas. Este cambio y conversión de la socialdemocracia al neoliberalismo se debió a su vasallaje y complicidad con los establishments financieros y empresariales, únicos beneficiarios de tales políticas. La identificación de las cúpulas de tales partidos socialdemócratas con las mayores empresas financieras y económicas (entre las que se han establecido puertas giratorias) ha sido la causa y consecuencia de tal maridaje de intereses y de su conversión y defensa del neoliberalismo.

Un claro ejemplo de ello ha sido el Partido Socialista francés, bien sintetizado en la evolución de uno de sus máximos dirigentes, el Sr. Manuel Valls. Pocos personajes existen hoy en Europa que hayan encarnado con mayor claridad este declive de la socialdemocracia como él. El descrédito de sus políticas públicas neoliberales y su declive político en Francia han sido espectaculares. Habiendo alcanzado la cúspide del poder político en ese país (al ser nombrado primer ministro del gobierno socialista presidido por François Hollande), lideró la aplicación de aquellas políticas neoliberales (que causaron un enorme rechazo popular), por lo que vio caer su popularidad en picado, convirtiéndose su gobierno en uno de los menos populares que hayan existido en aquel país durante la Quinta República Francesa. En realidad, tras la debacle electoral municipal que había sufrido el Partido Socialista en 2014, Valls fue nombrado primer ministro, como redentor del gobierno Hollande, inspirándose en otra figura patética de la socialdemocracia europea, el líder de la tercera vía, el Sr. Tony Blair, al cual Valls admiraba profundamente. De ahí que una de sus primeras propuestas, cuando fue nombrado primer ministro, fue la de eliminar el término socialista para identificar a su gobierno. Fue, de esta manera, uno de los primeros ministros más aclamados por la patronal financiera, que lo puso por las nubes, al desmontar las conquistas sociales que gobiernos precedentes habían conseguido.De ahí que fuera definido por una de las mayores fortunas de Francia, y director de Le Figaro, como un “político que nos causaba una gran alegría y satisfacción… merecedora del apoyo de uno de los rotativos más conocidos por toda la gente”. Además de las medidas citadas anteriormente, hubo también un intento de eliminar la ley de la vivienda que había permitido a los ayuntamientos regular el precio del alquiler, un intento que fue tan impopular que provocó que el Consejo de Estado de Francia, atemorizado, anulara dicha decisión.

Todas estas medidas causaron el mayor declive en popularidad que cualquier gobierno francés haya experimentado. Y Valls pasó a ser uno de los políticos más impopulares en Francia y en el Partido Socialista. De ahí que fuera derrotado fácilmente en las primarias de dicho partido para ser candidato a la presidencia de Francia por un candidato apenas conocido, lo cual provocó su abandono del Partido Socialista y un intento de reconocimiento e integración en el partido creado por el que había sido su ministro de Economía, el Sr. Emmanuel Macron, aunque este lo marginó, pues Valls se había ganado la reputación de arruinar cualquier proyecto en el que participara. No tenía ningún futuro en Francia. Dejó, pues, aquel país e intentó labrarse un futuro en España, comenzando por Barcelona, presentándose para el cargo de alcalde de tal ciudad, una ciudad que lo vio nacer pero en la que no ha vivido la mayor parte de su vida, volviendo a ella tan solo hace un año.

Oyéndolo hablar, es obvio que tiene un escaso conocimiento de la vida en Barcelona, así como un escasísimo conocimiento o incluso simpatía con la identidad nacional catalana. En realidad, fue una de las autoridades más responsables de un Estado, el francés, que nunca reconoció la identidad catalana, hasta tal punto que la Catalunya francesa dejó de hablar catalán hace ya tiempo, sin que aquel Estado hubiera reconocido nunca la especificidad nacional de aquella parte del territorio francés. En realidad, el modelo francés que Valls representa es el sueño de los mal llamados “constitucionalistas” del PP, Ciudadanos y Vox, que impedirían, si pudieran, que en Catalunya la lengua vehicular de la enseñanza fuera el catalán.

Las tres principales características de Valls presentes también en Ciudadanos

Una es, como ya he indicado, sus políticas neoliberales, que impuso con gran contundencia y agresividad. Esto último explica su segunda característica, su vocación represora. Algo que se olvida a menudo es que el neoliberalismo necesita un Estado fuerte para llevar a cabo la represión en contra de las movilizaciones populares que se oponen a sus políticas impopulares. Cuando Valls fue ministro del Interior, se distinguió por su represión en contra de las movilizaciones de los movimientos sociales (escudándose en la legislación antiterrorista, que fue primordialmente utilizada en contra de la población inmigrante). En realidad, las leyes utilizadas por el altamente impopular gobierno Macron en contra de las muy populares movilizaciones de oposición a su gobierno están siendo las leyes que aprobó Valls y que causaron incluso muertos durante su mandato, resultado de las cargas policiales en contra de aquellos movimientos sociales, como el activista Rémi Fraisse, muerto por una granada antidisturbios, en un acto de protesta ecologista.

La tercera característica de Valls es su proximidad y dependencia con las instituciones empresariales, habiendo sido un fiel servidor de los intereses de las élites poderosas, esté donde esté. Durante su gobierno, estuvo en contra de la reducción de la semana laboral a 35 horas y a favor del aumento del IVA,  del desmantelamiento del Estatuto de los Trabajadores y de dar facilidades al empresariado para despedir a los trabajadores (apoyando lo que definía como flexibilidad laboral). En realidad, su mayor propuesta para reducir el paro fue la ampliación de tal capacidad para despedir (a través de la ley del 24 de marzo de 2016). Su medida más impopular fue la reforma del Estatuto de los Trabajadores, que significó un notable retroceso en los derechos laborales y que creó una protesta inspirada en el movimiento de los indignados español. Estuvo también a favor del aumento de las tasas universitarias, así como de la inclusión del déficit cero en la Constitución –obligando al Estado a tener equilibrio presupuestario entre ingresos y gastos públicos–.

Su propia campaña en Barcelona es ya la mejor financiada, con amplia utilización de recursos mediáticos, lo que queda reflejado en el hecho de que su sede de campaña se encuentre en el Passeig de Gràcia, la avenida más lujosa de Barcelona. Mamère & Farbiaz, en su libro sobre Valls (del cual extraigo la mayoría de los datos que aquí presento), han detallado cómo algunos elementos del empresariado catalán, huérfano de padrinos políticos (al haberse convertido el PP en un partido marginal en Catalunya), promocionaron a Valls para liderar la campaña contra la alcaldesa actual, Ada Colau, dirigente de los movimientos vecinales, cuya aparición en el panorama político significó un tsunami para los intereses financieros, que habían ejercido históricamente gran poder en la ciudad. El sector de la burguesía en Catalunya de carácter borbónico (que tiene raíces en el franquismo) había encontrado por fin su candidato. El actual presidente de la asociación Societat Civil Catalana, conocida por su hostilidad hacia el catalanismo progresista, el Sr. Josep Ramon Bosch, participó en ceremonias de homenaje al golpismo militar de 1936 en actos organizados por la Fundación Francisco Franco. Según Mamère & Farbiaz, fue ese señor el que sugirió a Valls que se presentara a la alcaldía de Barcelona.

El hecho de que este sector de la burguesía catalana haya impulsado el aterrizaje y postulación para la alcaldía de Barcelona de una persona como Manuel Valls, que hace solamente tres años tenía intención de presentarse a la presidencia de Francia, es un reflejo de su grado de arrogancia. Habiendo sido un fracaso en su país, viene a presentarse para tal cargo después de haber vivido solamente un año en la ciudad. Esperar que la gente se crea la capacidad de dirigir la ciudad de este candidato cuando ha vivido en Barcelona no más de un año parece un insulto a la inteligencia de la ciudadanía. Pero la percepción de la gente acaudalada de lo que es la gente normal y corriente es ofensiva e insultante. La presentación de este candidato (que, repito, ha vivido solo un año de su vida adulta en Barcelona) como el líder del partido más neoliberal (después de Vox) existente en España dice mucho de la opinión que los dirigentes de tal partido tienen de los habitantes de Barcelona ahora, y de España más tarde.

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