¿Un golpe de estado contra Donald Trump? ¡No gracias!

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Los últimos acontecimientos en EEUU indican cambios relevantes en la política de la superpotencia:

19 de diciembre: Trump anuncia la retirada de las tropas de Siria (y no por ser una ocupación ilegal), también su reducción en Afganistán, provocando una gran tensión entre los generales, el lobby militar, y sus aliados en la región.

21 de diciembre: Dimite el Secretario de Defensa, el general James Mattis, por estar en contra de:

. La salida del ejército de Siria, y también la orden de asesinar a Bashar al Asad: “Matemos a toda esa puta gente” le dijo Trump en el abril de 2017.

. Romper el acuerdo nuclear con Irán.

. El traslado de la embajada de EEUU en Israel a Jerusalén

. Prohibir la contratación de los transexuales en el ejército, cuando lo que se necesita es más carne de cañón.

25 de diciembre: Trump, Melania y el siniestro John Bolton aterrizan, de repente, en la base al Asad (el León) de Irak. Es la primera visita del presidente a sus soldados, después de que The New York Times reflejara el malestar de los militares: “Deje el palo de golf y visite las tropas”. Trump se negaba porque “tiene miedo a que la gente le mate“, revela Washington Post.

31 de diciembre: Trump retrocede y decide “ralentizar” la retirada de Siria, y lejos de “entregarlo a Rusia e Irán”, anuncia su intención de controlarlo desde las doce bases militares de EEUU en Irak.

4 de enero del 2019: el Secretario de Estado Mike Pompeo anuncia una gira por ocho países de Oriente Próximo y seguir con el proyecto de la Alianza Estratégica para Oriente Próximo (seudónimo de la ‘OTAN árabe’) contra Irán.

5 de enero: Trump tira a la papelera su frase de “EEUU no es la policía del mundo”, y anuncia enviar tropas a Gabón.

¿Intenta el presidente calmar a los militares que ya le atacan públicamente?

La Junta de Trump

Como un niño asustado consciente de que la chaqueta del presidente le iba muy grande, Trump se rodeó de militares y les entregó cargos civiles, siguiendo el enfoque de la supremacía militar de Samuel Huntington (el mismo de la doctrina bélica de Choque de Civilizaciones): Michael Flynn, de Consejero de Seguridad Nacional; John Kelly, partidario de severas medidas de represión contra los migrantes que sustituyó al “débil” Reince Priebus como Jefe del Gabinete de la Casa Blanca; HR McMaster, asesor de seguridad nacional; Mark S. Inch, director de la Oficina Federal de Prisiones; Michael Bell, principal asesor de Medio Oriente; James Mattis, Secretario de Defensa; y un jefe de la CIA, Mike Pompeo, para la política exterior con el fin de poner fin de la diplomacia en favor del uso de bombas y misiles: Trump aún no tiene embajadores en unos 40 países. El ejército, uno de sus grandes apoyos de Trump durante la campaña presidencial, recibe su recompensa: un presupuesto de 716.000 millones de dólares para el Pentágono en 2018, a costa de recortes en servicios sociales.

El club de “mis generales” se disuelve

“Trump es inmoral y deshonesto”. Así califica el excomandante en Afganistán Stanley McChrystal, mostrando cómo los cambios cuantitativos se convirtieron en cualitativos, minando el apoyo inicial de los uniformados al presidente.

Motivos:

. Recortes en el presupuesto del Pentágono

. Mentir, al afirmar que gracias a él los militares han tenido un aumento de sueldo en 10 años, cuando ellos se benefician de estos incrementos cada año.

. Rechazar la versión oficial sobre “la invasión soviética de Afganistán”. Trump reconoce que la URSS envió tropas a este país para protegerse de los terroristas. Es la primera vez que un presidente de EEUU admite que la Operación Ciclón —el envío de 30.000 yihadista de Al Qaeda por parte de la CIA a Afganistán— empezó el 3 de julio de 1979, seis meses antes de la entrada del ejército Rojo al país vecino a petición de su gobierno. El régimen reaccionario y títere de Kabul, que ve cuestionada su legitimidad, ha pedido a Trump que rectifique.

. Falta de respeto a los “caídos”: le llegó a decir a la viuda de un soldado asesinado en Níger que “él sabía en lo que se metía”.

. Quedarse en casa y no acudir a la ofrenda floral en el Día de los Veteranos en el Cementerio de Arlington.

. Envío de tropas a la frontera de México, considerado innecesario, provocar no sólo sentimiento antimigrante en el ejército, sino también fragmentarlo por la presencia de miles de inmigrantes latinos nacionalizados.

. Humillar al almirante William McRaven, el mando de la operación “Matar al “fantasma” de Bin Laden”, por tardar en localizar al terrorista. McRaven le respondió que Trump “no es el líder que esta gran nación necesita“.

. Decir que el criminal de guerra John McCain “no es un héroe” por haber sido capturado por los vietnamitas. ¡Lo dice alguien que se escaqueó de ir a aquella guerra!

. No fingir respeto a los derechos humanos, al considerar la efectividad de la técnica de la tortura “ahogamiento simulado”.

.  Asegurar que usaría posiblemente a Irak “como base si quisiéramos hacer algo en Siria“. ¿Qué es este “algo” si iba a sacar sus tropas?

. No avisar a las autoridades iraquíes de su visita. Trump rompió el protocolo y no se reunió en Bagdad con su homólogo. El Primer Ministro Adil Abdul-Mahdi (que sufre del síndrome de “ilusión de soberanía”) se negó a acudir a la base, y advirtió que el suelo iraquí no será utilizado para atacar a los vecinos. Casi la totalidad de la oposición ahora pide la marcha de las tropas de EEUU. El grupo islamista Asa’ib Ahl al-Haq «La Liga de la Gente de Dios» anuncia que es echarán “a patadas”. Algunos ministros han pedido explicaciones al embajador de EEUU y presentarán una queja ante la ONU por la entrada ilegal de Trump al país. Horas después, hubo una poderosa explosión en la Zona Verde cerca de la Embajada de EEUU.

.  Conducir el país hacia peligrosas guerras, por ejemplo, contra Irán.

Trump, que parece no entender la estrategia del imperio, mira con la óptica de comerciante a la política exterior: busca beneficios inmediatos.

¿Un golpe militar en un país occidental?

Precedente hay: general de Gaulle en Francia del 1958, o quizás el asesinato de J.F Kennedy en 1963. Según el Premio Pulitzer Knut Royce, el gobierno de Jimmy Carter aprobó en 1979 una ley “para permitir que los militares tomen el control del gobierno durante 90 días en caso de emergencia“. En 1987, el coronel Oliver North (el rostro de la trama Irán-Contra) formó un gobierno en la sombra de la Administración Reagan. Y hoy, según Counterpunch, citando al consultor político Roger Stone, los tres generales Mattis, McMaster y Kelly habían acordado en 2017 que organizarían una acción militar sólo cuando los tres estuvieran de acuerdo.

Al contrario del discreto Obama, que también se enfrentó a un motín de los generales, Trump usa los tuits para desacreditarlos. A los militares no les gusta ser despreciados por los civiles, menos en público.

El aumento de la influencia de los oficiales sobre los asuntos civiles del país, así como su malestar hacia Trump, ha llevado a la prensa estadounidense organizar tertulias jugosas sobre cómo sería un golpe militar en EEUU, y el paso de los oficiales de la “desobediencia respetuosa” a oponerse activamente al presidente: incluso fantasean sobre el destino del jefe del estado: ¿será asesinado, encarcelado o enviado al exilio?

Para expulsar a Trump del poder, debería suceder lo siguiente:

. Que fracase su cese por un proceso político, recurriendo a la Enmienda XXV de la Constitución e inhabilitarle por “loco”,  por “ser agente de un país extranjero” (Rusia), por delitos sexuales, o el “peligro” para la paz mundial. El general de la Fuerza Aérea John Hyten dijo que rechazaría una orden del presidente para lanzar armas nucleares.

. Un acuerdo entre los militares, los Servicios Secretos y la élite política, judicial, financiera y religiosa, para expulsar del poder al viejo playboy mediante un golpe “terciopelo”, sin tanques en la calle: En las elecciones de noviembre los votantes pidieron el fin del Trumpismo.

No hace falta un golpe de estado

Tras la farsa “guerra contra el terror” y ver “enemigos por todas partes”, la sociedad estadounidense se ha militarizado y el ejército se ha convertido, más si cabe, en una institución intocable.

Ni la desgracia de tener un gobernante como Trump justifica uno militar. “Es muy divertido disparar a algunas personas” no es la frase de un psicópata cualquiera, sino del general Mattis, un asesino de masas en Irak, un ‘perro loco’, a la que la prensa le ha lavado la cara llamándole “brújula moral” o “uno de los adultos” de la Casa Blanca que vigilaba al millonario infantil. La actual apatía política puede fabricar personajes más peligrosos que el magnate de hoteles.

Los oficiales dan prioridad a los intereses militares y proponen soluciones castrenses a los problemas civiles: “Para un martillo todo son clavos” y los ciudadanos soldados. La mente militar está entrenada para ganar guerras, matar, morir, destruir, que no diseñar estrategias diplomáticas y negociar.

El peligro no es sólo un presidente uniformado, sino que el estado se guíe por los intereses militares. Debe haber un control civil y democrático sobre los hombres armados.

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*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista de Público.es. Fuente: //www.nazanin.es/–Público.es, 07.01. 2019

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EE UU se desdice

Editorial – El País

La Administración estadounidense corrige al presidente sobre la decisión de sacar a sus tropas de Siria

Nuevamente la Administración dirigida por Donald Trump ha mostrado inconsistencia al hacer apresurados anuncios de repercusión mundial para, tras revelarse simplemente sobre el papel las graves consecuencias, cambiar de postura.

Si primero fue la política migratoria en las fronteras de EE UU y luego la relación con la Alianza Atlántica, ahora le ha tocado el turno a la presencia militar estadounidense en Siria. Se trata de un complejísimo conflicto iniciado en 2011 donde sobre el terreno están no solo fuerzas gubernamentales y rebeldes sirias, sino también Rusia, Irán, Turquía, las milicias kurdas, la guerrilla libanesa Hezbolá, los grupos terroristas Al Qaeda y Estado Islámico (ISIS) —entre otros grupúsculos de todo signo—, el propio EE UU y la acción esporádica pero recurrente de la aviación israelí. Es decir, un auténtico y delicado avispero en el que ha habido cientos de miles de muertos y millones de desplazados y refugiados, y donde cualquier decisión no meditada puede tener consecuencias que van mucho más allá del escenario regional.

Por eso no puede extrañar la honda preocupación que el pasado 19 de diciembre provocó el propio Trump cuando anunció vía Twitter la retirada inmediata —en apenas 30 días— de los cerca de 2.000 militares que EE UU mantiene en Siria. No han pasado tres semanas y el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, ha tenido que desplazarse a Oriente Próximo para reunirse con dos de sus principales aliados, Israel y Turquía, con propósito tranquilizador y aguar el anuncio. Y hoy mismo el secretario de Estado, Mike Pompeo, emprende idéntica misión entre los aliados árabes.

Bolton ha explicado que no hay fecha definitiva sino que es preciso cumplir una serie de condiciones antes de hablar del calendario. Entre otras, EE UU quiere que Turquía ofrezca garantías a los kurdos. Ambos son aliados de Washington y enemigos a muerte entre ellos. Además Bolton considera que hay que asegurarse de que el “Estado Islámico es derrotado y no revive para convertirse en una amenaza”. Son palabras que contradicen las declaraciones de Trump, quien consideró al ISIS ya derrotado, y que muestran una vez más la confusa disparidad de criterios y líneas de actuación de la Casa Blanca.

Como viene siendo habitual, la decisión frustrada de Trump ha tenido víctimas políticas. Apenas un día después de que el presidente anunciara la retirada de Siria dimitió el secretario de Defensa y exgeneral James Mattis, considerado una de las voces más equilibradas en el Gobierno. El sábado pasado lo hizo el jefe de Gabinete del Pentágono, Kevin Sweeney. Siria se ha convertido en otra muestra de la caótica gestión política y de comunicación de la que Trump ha hecho su sello personal.

 

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