Lula Da Silva: «El encuentro entre dos vergüenzas políticas, Temer y Pence»

"El gobierno de Trump ya no nos sorprende con sus medidas autoritarias y desafortunadas, ni por las rectificaciones que se ve obligado a hacer a consecuencia del clamor de las protestas", asegura Lula.

Foto: rebelion.org
Foto: rebelion.org

Columna de Luiz Inácio Lula da Silva escrita originalmente en portugués en el portal Brasil247.com.

Del mismo modo, tampoco no nos sorprende el grado de servilismo al que se prestan las autoridades que ocuparon el poder en Brasilia intentando subsistir los pocos meses que les quedan.

El encuentro estos días pasados de esas dos vergüenzas políticas produjo un espectáculo grotesco en los dos países: en Estados Unidos la conmoción de las imágenes y grabaciones de niños migrantes llorando al ser separados de sus madres; en Brasilia un vicepresidente estadounidense procedente de la extrema derecha llama la atención al actual ocupante de la silla presidencial brasileña en términos inaceptables: “Cuiden a sus niños”, “es el momento de hacer más”.

Durante los ocho años en que fui presidente de la república procuré llevarme bien con los dos compañeros estadounidenses: seis años con un miembro del Partido Republicano, George Bush, y otros dos con el sucesor electo del Partido Demócrata, Barack Obama.

Sin diferencias, la actitud de Brasil se guio en todo momento por los principios de la diplomacia activa y altiva, como le gusta repetir a Celso Amorim. Nunca empleé una retórica agresiva contra Estados Unidos y manifesté y reiteré nuestro interés en desarrollar con ese país las mejores relaciones económicas, políticas y culturales posibles. No obstante, nunca renunciamos a ser tratados como iguales, principio fundamental de la democracia y de la relación entre países soberanos.

Durante nuestros gobiernos no habría tenido lugar de ninguna manera la grosería de ese vicepresidente estadounidense en el mismo Palacio de Planalto donde en tiempos recientes se oían fuerte las voces de los movimientos populares, de los líderes sindicales, de las conferencias democráticas que convocamos, de los recogedores informales de material reciclable o de los leprosos.

Hay que recordar, ante los semblantes acobardados de quienes ocupan sus puestos a raíz del golpe del impeachment, que las órdenes de ese “sub” enviado por Trump hasta incluían reglas para que la diplomacia brasileña las tuviese en cuenta en relación con nuestra vecina Venezuela.

La indignación ante ese espectáculo vergonzoso no puede alejarme, sin embargo, del objetivo principal de este mensaje: solidarizarme con la ola mundial de protestas contra ese nuevo ataque frontal contra la Declaración Universal de Derechos Humanos que promueve el líder estadounidense y fortalecerla.

La actitud valiente de una jueza de California acaba de obstaculizar la saña de Trump mientras se multiplican otros recursos por Estados Unidos gracias a la adhesión de once estados a la iniciativa del poder judicial en Seattle de acabar de inmediato con las atrocidades encubiertas bajo el lema “Tolerancia Cero”.

Mientras numerosas organizaciones y defensores de los derechos humanos de varios países, distintas misiones diplomáticas destinadas en organismos multilaterales y diferentes órganos respetables de prensa condenan el gesto de Trump, Temer se ofrece a escondidas a pagar los pasajes de vuelta de los brasileños que sufran las consecuencias de esas políticas migratorias.

La cárcel no puede callarme. Mi país y mi pueblo no merecen esta humillación y no pueden tolerar estas cosas. Por cierto, la decisión que tomó la valiente jueza Dana Sabraw resolvía una demanda que partía de dos niños, uno de Congo y otro de Brasil.

Atended bien: un pequeño pedazo de Brasil que vive en Estados Unidos, a través de una organización llamada Unión de las Libertades Civiles, consiguió defender el interés de nuestro pueblo en el mismo momento en que las autoridades brasileñas se arrodillaban. Un pequeño pedazo de África que también vive por allá, que a su vez extiende las manos hacia Brasil, uniendo los dos lados de Atlántico como si fuéramos un sólo pueblo.

El procurador de Seattle que propuso la iniciativa considera la decisión de Trump “deshonesta, cruel e inconstitucional”. Me imagino que la palabra deshonesta la usa para referirse al uso fraudulento de ese mismo nombre en la famosa operación de seguridad pública desarrollada en Nueva York hace unos años. Considero que la Constitución estadounidense está siendo desoída de hecho, por lo menos en aquellos asuntos que deberían garantizar las llamadas reglas procesales. Tengo la seguridad de que la palabra cruel es una cita directa de los tratados internacionales de derechos humanos que prohíben la tortura y toda forma de pena o tratamiento cruel, inhumano y degradante.

Tanto la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño como la referida a los trabajadores migrantes y sus familias condenan expresamente actitudes como las de Trump. Numerosos tratados de derecho internacional van en esa misma dirección, así como sentencias judiciales de todos los países civilizados.

Quiero terminar con unas palabras de optimismo frente al nuevo revés sufrido por Trump, elegido con menos votos que su adversaria. Su renuncia nos remite a uno de esos vuelcos espectaculares que se producen en las copas del mundo, como en esta que se está desarrollando ahora en Rusia.

La fuerza de esa foto montada para la portada de una revista estadounidense con un gigantesco Trump que mira por encima a un niño migrante llorando nos trae nuevos retos y nuevas tareas. Obliga a reafirmar el compromiso de todos con la defensa de los derechos humanos, en especial de los niños y de los trabajadores migrantes y sus familias.

La mirada del líder empresarial que preside la mayor potencia militar de la historia es una mezcla de ironía, insensibilidad y cinismo. La mirada del niño carga el dolor y la emoción de todas las naciones latinoamericanas exigiendo el derecho de ser tratados como iguales.

¿Quién vencerá esa batalla?

Depende de nuestra capacidad y de nuestra decisión. De perseverar, resistir y enfrentar todas las injusticias y prejuicios sin perder nunca la esperanza en la recuperación de la verdad y de la libertad, como nos enseñaron héroes como Luther King y Nelson Mandela. El primero, al cumplirse ahora 50 años de su muerte trágica. El africano, a pocas semanas de celebrarse los 100 años de nacimiento.

La verdad vencerá.

 

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