ATENTADOS DE PARÍS

El lugar si importa

Mueren franceses y el mundo se vuelve francés, mueren sudamericanos, africanos o árabes y el mundo solamente se vuelve indiferente. Esa es la lección que nos dejaron los trágicos atentados en París.

Facebook habilitó un filtro para colocar la bandera de Francia como foto de perfil luego de los atentados en París. No así para los demás eventos terroristas en otros países.
Facebook habilitó un filtro para colocar la bandera de Francia como foto de perfil luego de los atentados en París. No así para los demás eventos terroristas en otros países.

El poder de un Estado se puede ver incluso en el valor que adquieren sus muertos y el pasado 13 de Noviembre nos lo dejó bien claro. Ante el bárbarico y deplorable accionar del Estado Islámico, el mundo occidental se “conmocionó” por las víctimas, generando así una respuesta casi inmediata en las redes sociales. Una lluvia de hashtags con frases como #Jesuisparis y #prayforparis inundaron Twitter y en Facebook millones de personas agregaron a su foto de perfil la bandera de Francia. Varios países iluminaron sus casas de gobierno con los colores rojo, blanco y azul. Lo mismo ocurrió con monumentos del mundo como el edificio Empire State, la Ópera de Sidney y el Cristo Redentor que a modo de solidaridad fueron iluminados con los colores de la bandera de Francia.

El Teatro de la Ópera de Sidney también se solidarizó con París.
El Teatro de la Ópera de Sidney también se solidarizó con París.

Todo ese sentimiento de “solidaridad” se da en su mayoría cuando las víctimas son de un país desarrollado. Es una cuestión básica de poder, el centro sigue haciendo pesar su fuerza ante los países de la periferia mediante la aplicación de una escala de valor a los muertos. No solamente la relación entre centro y periferia es asimétrica en lo económico, sino también en lo moral. Hagamos memoria por un corto período de tiempo y recordemos el ataque al seminario satírico francés Charlie Hebdo a principios de este año. El ataque dejó 12 personas muertas y 11 heridos. De pronto hubieron manifestaciones a favor de la paz, apareció la famosa y fugaz frase “Jesuischarlie” para referirse a la libertad de expresión y a una especie de empatía ficticia de la gente para con las víctimas. Tampoco olvidar la “marcha” que hicieron líderes mundiales en París, ¡Qué gran momento! Todos tomados de los brazos, marchando hacia delante por las calles de París en el nombre de la paz y la libertad. Sinceramente hermoso, lástima que fue un fotomontaje en el cual solamente caminaron un par de metros por una calle cerrada. Ni contacto tienen con los pueblos que dicen proteger.

Mientras la gente se horrorizaba por lo ocurrido en Francia, los combates en Ucrania, Siria, Irak, Libia, Nigeria, Camerún, Chad, Pakistán y Afganistán seguían. Sean guerras civiles o conflictos entre Estados, la destrucción sigue su paso dejando solamente miseria a su alrededor. ¿Hubo en algún momento una cobertura tan profunda y tenaz sobre alguno de esos conflictos como lo hubo con los atentados de Charlie Hebdo? ¿Se repitió hasta el cansancio todo lo relacionado a las guerras civiles?, ¿Sobre el sufrimiento de las víctimas?,¿Sus historias? No, para nada. ¿Por qué? Simple es el motivo de tanto silencio. Es el lugar donde se desarrollan esos conflictos. Ninguna de esas guerras se lleva a cabo en el territorio de un país del centro, por lo tanto si no afecta a un país desarrollado no es relevante que tenga tanta importancia.

Otro ejemplo aún más contemporáneo de la diferenciación entre muertos de primer mundo y muertos del tercer mundo fueron las declaraciones del Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, respecto a los atentados del 13 de Noviembre en París: “Este es un ataque contra toda la humanidad y los valores universales que compartimos”. Para el norte los problemas son mundiales cuando ellos son los afectados, pero cuando un país de la periferia sufre calamidades simplemente se puede hacer la vista gorda y no hay “coalición internacional” que aparezca a ayudarlos.

Cuatro días antes de los atentados en Francia, en otro lado del mundo, en Siria, el autodenominado Estado Islámico (EI) fusilaba a 200 niños sirios porque no quisieron unírseles. ¿Acaso vieron en algún momento que los líderes de los países del centro expresaran que ese también era un ataque contra la humanidad? No, en lo absoluto. Parece que los niños de Siria no son parte de la humanidad, quizás será porque no tuvieron la suerte de nacer en el hemisferio norte.

200 pequeños de no más de 12 años fueron ejecutados y nadie dijo ni una sola palabra. Nadie dijo: “#Jesuissiria”, tampoco hubieron hashtags, ni manifestaciones por parte de las sociedades occidentales. ¿Saben por qué vale más la muerte de 128 franceses que de 200 niños sirios? Simplemente por el lugar donde nacieron. Es cuestión de poder, poder blando.

Poder blando y colonialismo mental

El poder blando es un concepto desarrollado por Joseph Nye (Profesor de Harvard), el cual sirve para describir la capacidad que tiene un Estado para incidir en las acciones de otros actores políticos mediante medios culturales, de comunicación e ideológicos con el complemento del factor diplomático. En contraste al típico poder duro (acciones militares), el poder blando tiene la ventaja de usar medios más sutiles para intentar cumplir objetivos. En este siglo XXI, la globalización junto al desarrollo y masificación de las tecnologías de la información y comunicación (TICS) han generado que las noticias lleguen con mayor velocidad a casi todos los lugares del planeta, “informando” en cuestión de segundos sobre los acontecimientos actuales. Hasta acá todo parece bonito, pero es necesario recordar que los medios de comunicación son manejados por personas y son propiedades de ciertos grupos, los cuales en su casi totalidad son de países del centro (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Japón, etc, etc).

Al ser de países con mayores recursos económicos, estos medios de comunicación se han expandido y actualmente llegan a todo el mundo, abarcando millones de personas que pasaron a ser parte del “público”. Ejemplos claros son la BBC, CNN, Le Monde, Le Figaró, Der Spiegel, RAI, etc. Con una visión totalmente marcada por su país de origen, las noticias provenientes del centro calan hondo día a día en en las sociedades periféricas, sintiendo casi en carne propia sus problemas y comenzando a ser parte de su cultura, dando comienzo a un colonialismo mental que se nutre del bombardeo de información al que somos sometidos. Sufre con ellos y le resta importancia a los problemas de su país natal, intenta consumir los mismos bienes que los países del centro pregonan como moda y aspira a ser como ellos, ese es el sentir del colono mental, el que siente en base a los estímulos informativos que vienen desde afuera y recién ahí genera una especie de “opinión” en base a lo que le dicen, eso si, siempre sin preguntar que hay detrás de esa noticia o como se generó tal fenómeno.

Según el estudio hecho por “The Soft Power 30”, los cuatro países más poderosos en cuanto a poder blando se trata son: Gran Bretaña en primer lugar, Alemania en segundo puesto, Estados Unidos en el tercer puesto y Francia respectivamente en el cuarto lugar. No es raro que hasta las noticias más simples y burdas de estos cuatro países lleguen hasta nuestras regiones como si fueran algo extraordinario, cuando en realidad son similares a lo que ocurren acá. ¿Cuántas veces hemos visto alguna noticia sobre ciertas personas que en EEUU que sacan un arma de fuego y asesinan a otros? ¿Acaso en Uruguay no han habido rapiñas, asesinatos y tiroteos? Lamentablemente las hay y no son noticias que aparecen en todos los medios de comunicación del mundo. ¿Saben por qué? Porque somos del tercer mundo. Sí, somos un país subdesarrollado, por eso nuestros muertos valen menos que los de ellos. Aclaro que no quiero que se llegue al nivel de morbosidad con el que los países desarrollados tratan a sus muertos, no, no quiero un torneo de crónica roja, solamente que a todas las víctimas se les trate con el igual respeto, sin darle más importancia a unos por ser de Europa Occidental y olvidar a otros solamente por ser de países subdesarrollados.

¿Se acuerdan cuál fue el primer medio de comunicación donde escucharon o leyeron acerca de los atentados en París? Apuesto que en su mayoría, esos medios eran de países desarrollados. Además de acerca de informar sobre el hecho puntual, el cóctel para inducir el colonialismo mental necesita mostrarte otras cosas como quienes fueron los atacantes, sus orígenes, sus intereses, como se llevaban con sus vecinos y sus últimas horas (en el caso de que hayan muerto). Lo mismo con las víctimas: De donde eran, su edad, qué hacían, sus planes para el futuro y alguna otra cosa más que genere tristeza en el público. Después le sumamos testimonios de personas que vieron lo que pasó, algunas fotos de muertos, algunos “especialistas” hablando sobre el tema y listo. Terminamos de generar un caldo empático que puede permear a la mayoría de la población que hemos elegido para que sienta emociones acorde a las noticias que le damos. Si le mostramos a un terrorista matando a un niño, la población se enojará. Si le mostramos un video de la madre del niño llorando por la pérdida de su hijo, la población sentirá rabia y pesar. Siempre en un hermoso vals estilo Pavlov de reflejo condicionado. Casi nunca cuestionarán por qué apareció ese terrorista y quienes lo financia.

Mucha gente se preguntó por qué el Estado Islámico atacó Francia, pero casi nadie se preguntó por qué Francia quiere derrocar a Bashar al Assad, quien está luchando contra ese grupo terrorista. Así el mundo sigue, hay innovaciones tecnológicas, robots y más bienes de consumo pero lo único que no parece cambiar es la relación asimétrica de información que hay entre el norte y el sur, esa que genera que mucha de nuestra gente sufra más por los de arriba que por sus pares, cuando en realidad toda víctima es igual, sin distinguir el lugar de procedencia.

¡Rompamos las cadenas de la dependencia informativa del centro y veamos con más claridad la realidad, nosotros no somos menos debido a nuestro origen y ellos no son más por ser de donde son!

Tomás Saranovich
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