MÚSICA SACRA

Benedicto XVI reflexionó que “la gran música sacra no puede desaparecer de la liturgia”

La gran música sacra es una realidad de rango teológico y no puede desaparecer de la liturgia, expresó el Papa Benedicto XVI al agradecer el doctorado Honoris Causa otorgado por la Pontificia Universidad Juan Pablo II y la Academia de Música de Cracovia (Polonia); en el que también afirmó que “la calidad de la música depende de la pureza y de la grandeza del encuentro con el divino, con la experiencia del amor y del dolor”.

Benedicto-XVIEl encargado de conferirle la distinción fue el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Stanislaw Dziwisz, antiguo secretario personal de San Juan Pablo II y Gran Canciller de la Pontificia Universidad. La ceremonia se desarrolló en la localidad de Castel Gandolfo, a las afueras de Roma, donde se encuentra la residencia de verano de los Pontífices.

Benedicto XVI manifestó que este reconocimiento le une aún más a la patria de San Juan Pablo II, Polonia, y recuerda que “con su ejemplo vivo él nos ha mostrado como pueden ir de la mano la alegría de la gran música sagrada y la tarea de la participación común en la sagrada liturgia, la alegría solemne y la simplicidad de la humilde celebración de la fe”. “sin él mi camino espiritual y teológico no es siquiera imaginable”, expresó.

En su discurso, recordó que “en la Constitución sobre la liturgia del Concilio Vaticano II está escrito muy claramente: ‘Que se conserve y se incremente con gran cuidado el patrimonio de la música sacra’”.

Benedicto XVI afirmó que “se pueden ‘localizar tres lugares de los cuales proviene la música”: la experiencia del amor, la experiencia de la tristeza y el encuentro con lo divino. “La gran música sacra es una realidad de rango teológico y de significado permanente para la fe de toda la cristiandad”, aseguró.

Respecto a la experiencia del amor, señala que “cuando los hombres fueron atrapados por el amor, se dio en ellos otra dimensión del ser, una nueva grandeza y amplitud de la realidad”. Esto “empuja también a expresarse de un modo nuevo”. “La poesía, el canto y la música en general nacieron de este ser ‘tocados’, de este quedar afectados por una nueva dimensión de la vida”.

Pero también “la experiencia de la tristeza, el ser tocados por la muerte, por el dolor y por los abismos de la existencia” son lugares en los que se producen “nuevas dimensiones de la realidad que no pueden encontrar respuesta sólo en los discursos”.

El origen de la música

El tercer lugar del origen de la música es el encuentro con el divino, “que desde el inicio es parte de lo que define al humano” y “suscita en el hombre nuevos modos de expresarse”.

No obstante, Benedicto XVI dijo que “quizás sea posible afirmar que en realidad también en los otros dos ambientes, el amor y la muerte, el misterio divino nos toca y, en este sentido, es el ser tocados por Dios lo que en conjunto constituye el origen de la música”.

“Encuentro conmovedor observar cómo, por ejemplo, en los salmos a los hombres no les basta sólo con el canto y se apela a todos los instrumentos: la música escondida de la creación se despierta, su lenguaje misterioso. Con el Salterio, en el cual obran también los dos motivos del amor y de la muerte, nos encontramos directamente con el origen de la música de la Iglesia de Dios”.

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