Lula, un juicio certero y dos contradictorios

En el marco de la activa política exterior desplegada en estos seis meses por el gobierno brasileño, el presidente Lula se reunió con todos los mandatarios sudamericanos y con el de EEUU, procedió a un relanzamiento del Mercosur y llevó sus verdades a importantes ámbitos internacionales: primero ante los poderosos del mundo reunidos en la montaña mágica de Davos, Suiza; luego ante el G7+1 en Evian, Francia, y ahora en Londres en la conferencia de varios gobernantes progresistas sobre gobernabilidad reformista, convocado por Tony Blair quizá con el propósito de resucitar la maltrecha «tercera vía». Una afirmación del presidente brasileño en este último ámbito alcanzó amplia resonancia.

 

La manzana de la discordia

Conviene aclarar los antecedentes, porque los cables destacaron la réplica de Blair y del presidente polaco fuera de contexto, omitiendo la declaración de Lula que las motivó, y que es la siguiente:

«Estados Unidos piensa primero en sí mismo, segundo en sí mismo, y en tercer lugar en sí mismo».

El primer ministro británico reaccionó diciendo que «los gobiernos de izquierda cometerían un terrible error si se definieran como antiestadounidenses». Un crítico de la crítica, por su parte, caracterizó a Blair como un «súbdito convencido del gobierno de George W. Bush» y aludió a «su conocida manía de adelantarse a los deseos de la derecha estadounidense antes de que ésta los formule». En su apoyo irrumpió el presidente polaco Aleksander Kwasniewski, quien le espetó a Lula en tono colérico, según las crónicas, que «no se pueden decir así las cosas», citando como único argumento que EEUU había ayudado a combatir al nazifascismo europeo 60 años atrás.

Pero lo que quedó de manifiesto en este entredicho, según el periódico La Jornada, «no es el supuesto carácter antiestadounidense del presidente brasileño, sino la abyección de Blair y Kwasniewski, quienes no son capaces de escuchar con ecuanimidad una descripción  nada novedosa por cierto  de las actitudes proverbiales de Estados Unidos ante el mundo».

El diario mexicano agrega que el episodio «evidenció también la dificultad de gobernantes como Lula, el argentino Néstor Kirchner, el chileno Ricardo Lagos o el sudafricano Thabo Mbeki, puedan encontrar puntos reales de coincidencias con quienes, como el inglés y el polaco, parecen estar convencidos de que el camino a la paz y a la felicidad mundiales pasa por la rendición absoluta de sus estados y sus soberanías a los designios políticos, ideológicos, militares y económicos de Washington».

 

La maltrecha «tercera vía»

En los últimos años quedó claro que la «tercera vía», proclamada en su hora por Blair bajo la inspiración de su teórico Anthony Giddens y criticada acerbadamente por varios partidos socialistas, entre ellos el francés entonces liderado por Lionel Jospin, es una vía muerta.

Y los intentos por dotarla de nueva vida equivalen a insuflar oxígeno en los labios de un cadáver. Exime de mayores comentarios al respecto la actitud adoptada por el gobierno de Gran Bretaña como ladero incondicional de Estados Unidos en la guerra de Irak, actitud en la que persisten tozudamente Blair y Straw cuando en el mundo entero, y en su propio partido, desbordan las evidencias de que la invasión, violatoria de la Carta de la ONU y de las normas del derecho internacional, se lanzó sobre la base de una pirámide de gigantescas mentiras, que despojan de toda credibilidad a los gobiernos de los dos países agresores.

El buen consejo que en reciprocidad merecerían los mencionados críticos de Lula es que las actitudes serviles hacia la potencia imperial conducen a enajenar la soberanía y la dignidad nacionales, e incluso la decencia. Esto es más cierto ahora que nunca.

 

El virreinato de Irak

En efecto: hoy está meridianamente claro que el objetivo de la invasión a Irak consistía en apoderarse de sus riquezas, ante todo el petróleo, y ocupar militarmente el territorio sin límite de tiempo. Quienes no lo creían así, ahora deben reconocer la realidad.

Dos destacados publicistas, Glen Rangwala y Raymond Whitaker, recopilaron cuidadosamente las 20 mentiras echadas a rodar sobre la guerra de Irak, y las refutan una por una. Blair ha pasado a ser conocido como B-liar, o sea un mentiroso de segunda.

El negocio del petróleo ya comenzó a rendir, y no como se pretendió en beneficio de los iraquíes (a quienes se les hace pagar incluso compensaciones por la invasión a Kuwait en 1990), sino de las compañías norteamericanas, y en medida menor de las inglesas.

Irak se ha transformado en un territorio ocupado en toda su dimensión por más de 150 mil hombres de las tropas norteamericanas, a las cuales amplios sectores del pueblo le expresan su repudio, regenteado por el virrey Paul Bremer, dotado de derecho de veto sobre las decisiones de un presunto gobierno fantoche, en el cual campea  como un gauleiter o un quisling en los países dominados por los nazis  el conspicuo ladrón de bancos Ahmed Chalabi.

 

La gira africana

La reciente gira africana de Bush testimonia igualmente que EEUU se guía exclusivamente por sus intereses. En su entorno, más allá de unas lamentaciones sobre el sida, los hechos son elocuentes: 1) unidades militares exploratorias norteamericanas desembarcaron en Liberia con vistas a una posible intervención militar; 2) se conocieron planes del Pentágono para reforzar los lazos con Marruecos y con Túnez, acceder a bases de largo plazo en Argelia y en Malí, así como acuerdos de reabastecimiento con Senegal y Uganda, visitados ambos en la gira; 3) a su paso por Bostwana, Bush recorrió la base militar USA allí instalada; 4) culminó su gira en Nigeria, con indisimulado interés por el petróleo de dicho país, miembro de la OPEP. *

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