BRASIL

Papa Francisco seduce América Latina con con gestos sociales políticos para los más pobres

El papa Francisco conquista a los latinoamericanos con sus gestos cálidos y palabras afectuosas para los más pobres, así como con sus mensajes sociales y políticos en un lenguaje llano, buscando reducir la distancia entre la Iglesia y el continente más católico del mundo.

El papa Francisco / AFP

En su primer viaje como papa a su región natal, Jorge Mario Bergoglio recuperó el estilo que practicaba cuando era arzobispo de Buenos Aires: el contacto directo con la calle, las bromas, gestos improvisados, el oído atento a todos los que se le acercan.

O al menos lo que le permite el gigantesco dispositivo de seguridad.
El riesgo sobrevino el mismo día de su llegada a Rio de Janeiro. El pequeño automóvil Fiat Idea que prefiere al papamóvil blindado de Benedicto XVI fue bloqueado en varias oportunidades por una multitud entusiasta en el centro de la ciudad. Su entorno tuvo miedo, pero Francisco bajó la ventanilla y estrechó manos, sin perder la sonrisa.
En cinco días de viaje, a través de la televisión que difunde sus imágenes sin cesar, el papa fortaleció su popularidad en América Latina, donde sus gestos humildes van directo al corazón de muchos.
Benedicto XVI era respetado, pero las multitudes no vibraban en su presencia. Tímido, intelectual, el papa alemán no tenía la calidez ni el carisma que conquista a los latinoamericanos. Parecía demasiado europeo, y se le reprochó haber descuidado la región con más católicos del mundo (más de 40%) que visitó en sólo dos oportunidades en sus casi ocho años de papado.
«Benedicto XVI era un intelectual, Francisco es un hombre de contacto. Un contacto que la Iglesia precisa: es un papa que podría ser tu vecino», se congratuló Joao Francisco Pinto, un joven monje franciscano que vive en la favela Rocinha, la mayor de Rio.
Francisco tomó el mate que le ofreció un fiel en el papamóvil mientras recorría la avenida Atlántica frente a un millón y medio de personas, besó y bendijo niños. Al visitar la favela de Varginha dijo que le hubiera gustado tomarse «un ‘cafezinho’ y no un vaso de cachaça» con cada uno, y usó frases populares brasileñas, como que «siempre se puede agregar más agua en los frijoles», apelando a la solidaridad.
El papa Francisco también dio mensajes claros y concretos en los planos social y político: la necesidad de defender la familia, «remedio contra la degradación social», la prioridad de la educación, la lucha legítima contra la corrupción, el derecho al trabajo para una generación de desempleados.
Denunció el culto al dinero y las falsas ilusiones que crea el individualismo desenfrenado, el refugio en los placeres efímeros. Llamó a luchar contra las causas del narcotráfico, y se opuso a la liberalización de las drogas que se debate en las Américas.
También estimó que la «pacificación» de las favelas, reconquistadas por las autoridades a los narcotraficantes y milicias parapoliciales, no alcanza si no se incluye a los más pobres.
Al mismo tiempo, el papa evitó dar lecciones y formular condenas públicas, y así subrayó los progresos realizados por Brasil en la reducción de la pobreza.
Su llamado a tener «una mirada positiva sobre la realidad», formulado en Aparecida, el mayor santuario católico de Brasil a unos 180 km de Sao Paulo, y la constante insistencia en la esperanza y la amistad de Jesús, vuelven a dar valor a los católicos, que hallaban el mensaje de la Iglesia romana demasiado severo, legalista y sombrío.
En ese sentido, pidió a los cristianos «ser alegres» y no poner «cara de luto». «¡Qué feo que es un obispo triste! ¡Qué feo!», exclamó la víspera ante un mar de gente en Copacabana.
El papa no llama a la revolución -aunque sí a la «revolución de la fe»- y ha evitado tomar partido directamente en las manifestaciones que han sacudido a Brasil, aunque pidió a los jóvenes no desalentarse con la corrupción.
¿Dará Jorge Mario Bergoglio, un obispo más bien conservador, impulso a la Teología de la Liberación, denunciada en el pasado por contaminación marxista? Eso es lo que esperan teólogos como el brasileño Leonardo Boff, sancionado por Juan Pablo II.
Pero la teología de Bergoglio es menos política: es una teología de la Iglesia de los pobres.
Muchos sacerdotes y religiosos están encantados. El portavoz de la Santa Sede contó que en Aparecida «religiosas de un convento de clausura se exaltaron» en su presencia. Se hacían fotografiar una por una abrazando al papa, contó el padre Federico Lombardi, divertido. Y el papa no se mostró impaciente.
El amor de Cristo, explicó el pontífice, se hizo «concreto» para San Francisco de Asís -de quien Bergoglio tomó el nombre- cuando éste «abrazó a un leproso», porque «ese hermano sufriente, excluido, fue mediador de la luz» de Dios.
Una frase como esta ya marca la diferencia, para una Iglesia católica percibida como arrogante y distante por muchos latinoamericanos que emigran hacia iglesias pentecostales. AFP

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