Masiva

Una «marea ciudadana» inunda Madrid en protesta contra la austeridad y la corrupción

Conjurados contra la austeridad y la corrupción, una "marea ciudadana" de decenas de miles de personas inundó este sábado el centro de Madrid en un momento de crispación de un país en recesión y con un alto desempleo indignado por la corrupción en sus instituciones.

Protesta masiva en Madrid / AFP

Con estridentes silbatos y el redoble de tambores, profesores vestidos de verde, médicos y enfermeras de blanco, feministas de morado, asociaciones ecologistas, colectivos del movimiento «indignado» y mineros del norte de España de negro confluyeron en la plaza Neptuno, cerca del Congreso de los Diputados, donde pidieron la dimisión del Gobierno conservador de Mariano Rajoy.

«Estamos hasta las narices», afirmó Luis Miguel Herranz, un médico de 38 años de un hospital, para denunciar «la política de recortes, la corrupción y la bajada de la calidad del sistema sanitario».

«Estamos aquí todos unidos los médicos, los bomberos, los mineros, y les da igual».

«No al golpe de Estado financiero», por «una democracia real», «No más recortes» o «Austeridad basta ya» se conviertieron en las principales consignas de esta «marea ciudadana» del 23 de febrero, la fecha en que se cumplen 32 años del intento de golpe de Estado militar que hizo tambalear la débil democracia española en 1981.

Como en Madrid, las protestas se prodigaron en decenas de localidades españolas.

«Estamos muy enfadados», se indignaba Cristina Martín, una enfermera de 35 años. «Reivindicamos la necesidad de que protejan un poco más a los ciudadanos y no a los bancos«, añadió la joven, vestida con una camiseta blanca de «sanidad en lucha».

«El Gobierno no tiene capacidad de gestión, ni liderazgo, ni siquiera credibilidad ni autoridad moral dentro del país», señaló Pau Nadal, ingeniero de 35 años, que acudió a la protesta con su mujer y su bebé de cuatro meses.

Entre la variopinta multitud destacaban los trabajadores de Iberia, la compañía aérea que pretende despedir 3.800 personas, con chalecos amarillos florescentes, la «marea negra» de los mineros con el casco y la linterna en la cabeza, denunciando tras una gran pancarta que «la violencia es cerrar las cuencas mineras y no ofrecer ninguna alternativa».

En el epicentro de la cólera se encuentra la política de austeridad desplegada en el último año por el Gobierno conservador de Mariano Rajoy con el fin de ahorrar 150 millones de euros en tres años, hasta 2014, y sanear el déficit público.

Pero esta política de rigor draconiana se percibe mayoritariamente como un freno al crecimiento económica en un momento donde España se estanca en la recesión y registra un paro superior al 26%.

Con una situación social límite, la ira se agudizó por la ayuda europea de más de 41.000 millones de euros a los bancos, considerados por muchos españoles como los responsables de la crisis.

Además, la sombra de la duda se ha instalado permanentemente en las principales instituciones del Estado, salpicadas en numerosos casos de corrupción.

La monarquía, de imagen impoluta hasta hace poco tiempo, se encuentra en medio de una tormenta sin precedentes: el yerno del rey Juan Carlos, Iñaki Urdangarin fue interrogado el sábado por un juez de instrucción en Baleares en una investigación por malversación de millones de euros públicos.

Las banderas republicanas se multiplican en las protestas ciudadanas e incluso, el viernes, la Casa Real tuvo que desmentir los rumores sobre una posible abdicación del Rey, de 75 años.

En enero fue Mariano Rajoy quien apareció en una lista publicada por el diario El País como cobrador de presuntos pagos en negro.

«Hemos venido por todo. Por el desempleo, por los políticos corruptos, por la juventud que no tiene porvenir«, resumía Luis Mora, trabajador del sector de la construcción de 55 años.

Acompañado por sus tres hijos e hijas, todos trabajadores de la sanidad pública, él lucía una bata blanca donde enganchó varios sobres, convertidos en símbolo de las protestas anticorrupción, con las inscripciones «10.000 euros» y «20.000 euros». AFP

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