Mato Grosso do Sul

Guaraní-Kaiowá: otro genocidio del modelo de desarrollo capitalista en Sudamérica

Cacique Ladio Veroìn en aniversario por la muerte de su padre – Fotos Ignacio Lemus

Olores tóxicos, recursos naturales contaminados, aviones, desalojos, violencia, desigualdad, asentamientos precarios y la clara intervención del hombre sobre la naturaleza a lo largo de kilómetros y kilómetros. No es ninguna ciudad. Sino lo que resta de los campos que rodean la región de Dourados, en Mato Grosso do Sul – Brasil, cercana a la frontera con Paraguay, tampoco ajena al proyecto de desarrollo capitalista en Sudamérica, basado en el monocultivo de soja y caña de azucar y el uso de semillas transgénicas y agrotóxicos.

Sin embargo, con una trascendencia de mucho más de 500 años, las etnias indígenas Guaraní-Kaiowá, hoy acorraladas en medio de un mar de soja y caña de azucar, se enfrentan a un genocidio impulsado por el Estado brasilero, a fuerza de organización en el consejo Aty Guasú y rondas de washiré (cantos y rezos).

Cerca de 60.000 indígenas habitan las aldeas Guaraní-Kaiowá en todo Mato Grosso do Sul. En los alrededores de Dourados, reclaman la demarcación y homologación de sus tierras, una promesa que según la Constitución, el Estado brasilero debía haber cumplido hace ya más de dos décadas.

Retomar la tierra

El consejo de Aty Guasu que reune a las lideranzas de las aldeas Guaraní-Kaiowá, es el espacio de organización y soporte de las retomadas de sus tierras ancestrales. En los alrededores de Dourados algunas aldeas conquistaron la reocupación de sus territorios, a pesar de la constante amenaza violenta de los fazenderos. Otras en cambio, aguardan la retomada a orillas de las rutas en asentamientos de madera y lona.

Hoy, sin tierra ni posibilidades de cultivo o caza, las aldeas Guarani-Kaiowá reciben asistencia alimentaria de la Funai, organo de protección de los  indígenas en Brasil. Aunque Ladio Verón, cacique de la Aldea Taquara advierte que son normales los atrasos en el envío de los alimentos, dejando a las aldeas sin comida durante días. Por otra parte, las comunidades que llevan a cabo retomadas de sus tierras, pierden el apoyo y la asistencia del órgano.

Genocidio

En 9 años fueron asesinadas más de 273 lideranzas Guaraní-Kaiowá. La irónica muerte del cacique Zezinho de la aldea Laranjeira Nhaderu, atropellado por una ambulancia, cuando volvía de denunciar el accionar del gobierno brasilero y los fazenderos en la “Cúpula dos povos” de Río de Janeiro, se suma a la larga lista de crimenes no esclarecidos por la Justicia Federal.

El caso más reciente se dió el 18 de noviembre cuando fue asesinado el Cacique Nísio Gomes, de la aldea Guayviry, hasta ahora su cuerpo no fue encontrado.

En respuesta a los asesinatos y en reivindicación de sus tierras, el 13 de enero la aldea Taquara con apoyo de otras comunidades se movilizó a lo largo de su territorio para recordar el décimo aniversario del asesinato del cacique Marcos Verón, al mando del fazendero Jacinto Honório da Silva Filho, proprietario de la Fazenda Brasília do Sul.

Los 3 acusados por el crimen de la lideranza ya están en libertad y los habitantes de la aldea indígena Taquara, hoy los ven pasar cotidianamente en la camioneta que secuestro de la aldea a Marcos Verón, el día de su asesinato.

Entre tanto, el Campamento de Observadores que participó entre diciembre y enero del Comite de Solidaridad Guaraní-Kaiowá fue también testigo de un incendio sospechoso en la aldea a metros de las casas indígenas.

Sustentabilidad ¿de quién?

Cada día, avionetas fumigan las tierras indígenas, dejando olor a químico en el aire y diversos malestares para los habitantes: “los niños llegan con dolor de estómago, también de cabeza”, alerta Ladio Verón.

El líder indígena lamenta el tapizado de soja y caña de azucar que rodea la aldea Taquara desde el desalojo de su comunidad: “cuando retomamos la  tierra ya habían deforestado y plantado el monocultivo en todo el terreno. Ahora, si plantamos mandioca ya no crece porque el suelo está envenenado con agrotóxicos”. Y explica: “cuando cortan la caña de azucar, el veneno baja directamente hasta el suelo como por una vena interior de la planta.  Puede demorar 100 años recuperar la calidad de la tierra”, asegura.

La descripción de Ladio da cuenta del proceso de asceleración del monocultivo de soja y caña de azucar en Brasil, sustentado en el acuerdo del 2007 entre el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su par George Bush:  ”Estados Unidos tomó la decisión de introducir el 20% del Etanol en la gasolina. Eso es una marca importante», anunciaba el mandatario brasilero.

Con destino de commodity, caña de azúcar y soja se convirtieron en bastiones del modelo de producción de biocombustibles del Estado brasilero, que substituiría el uso de petróleo por energías más sustentables.

Sin embargo, la sustentabilidad fue para unos pocos. Al caracter destructivo del modelo de producción de monocultivos es preciso contextualizarlo en una coyuntura que distribuye el 56% de la tierra brasilera en manos de 3,5% de los propietarios rurales, mientras que sólo 1% pertenece a los más pobres.

Por otra parte, las nuevas tecnologías que intervienen en el proceso de producción de monocultivos prescinden casi por completo del trabajo humano, hoy son sólo unos pocos indígenas los que pueden trabajar en las plantaciones, siempre en condiciones irregulares.

Así, la lucha Guarani-Kaiowá hoy se enfrenta a 500 siglos de monocultura en Brasil, inaugurados con el monocultivo de caña de azucar en los “plantations” de exportación de la colonización europea, basado en el latifundio, monocultura y trabajo esclavo.

Niño Guaraniě-Kaiowaě recorre territorio quemado de Aldea Taquara, al fondo una vivienda que sobrevivió al incendio
Fred de la aldea Taquara bailando washire en la Casa de Rezo
Indio en aniversario por la muerte de Marcos Veroìn

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