Arzobispo de Milán

Muere el cardenal Carlo Maria Martini, la esperanza «papable» de los católicos progresistas

Eminente intelectual, especialista de la Biblia, autor de decenas de libros y contribuciones teológicas diversas, era muy respetado más allá de la esfera progresista, tanto por Juan Pablo II como por Benedicto XVI, dos meses mayor que él, quien lo había visitado en junio en Milán.

El cardenal jesuita padecía desde hace 10 años la enfermedad de Parkinson.

Esta gran figura de la Iglesia figuró entre los «papabili» durante el cónclave de abril de 2005 que eligió finalmente a Joseph Ratzinger.

Pero sus posiciones a favor de una institución eclesiástica más abierta y en diálogo con el mundo, así como su estado de salud, debilitaron sus opciones desde el inicio de los votos.

El cardenal, que nació el 15 de febrero de 1927 en Turín, había sido ordenado sacerdote el 13 de julio de 1952. Exégeta de formación, fue nombrado por el papa Pablo VI rector del Instituto Bíblico, donde permaneció hasta 1978, y luego rector de la prestigiosa Universidad pontificia gregoriana en Roma.

A fines de 1979, Juan Pablo II lo nombró arzobispo de Milán, la mayor diócesis de Europa, que dirigió durante 22 años.

Entre otras tomas de posición, criticó duramente en 2008 la encíclica «Humanae Vitae» del papa Pablo VI, que rechazaba la contracepción, estimando que la Iglesia se había «alejado mucho de la gente».

Su opinión era muy escuchada dentro de la Iglesia por la agudeza de sus análisis y su humanismo y denunció «la tentación» de algunos católicos de «refugiarse» en nuevos movimientos de la Iglesia prestándoles un «valor absoluto» y transformándolos en verdaderas «ideologías».

Denunció también las «nuevas pestes» de la sociedad, como la droga, y también la corrupción y la soledad.

Estimaba que una «evolución» en el ámbito del celibato de los sacerdotes era factible, sin que la Iglesia de Roma renunciara enteramente a esta disciplina, lo cual tendría «consecuencias más negativas que positivas».

Amigo personal de Juan Pablo II, marcó la diferencia con él en algunos temas, sobre todo de moral. Intercambió una correspondencia con el escritor Umberto Eco sobre la fe.

En 1999, «tuvo un sueño»: convocar un nuevo Concilio, un Vaticano III, porque estimaba que el Vaticano II (1962/65) estaba en cierto modo obsoleto.

En 2007 hizo saber que no oficiaría la misa en latín, cuando ésta fue autorizada de nuevo por la Iglesia bajo el papado de Benedicto XVI.

Antes de tomar su jubilación en julio de 2002, a la edad canónica de 75 años, cumplió con su sueño: partir a Jerusalén. Ese año también anunció que sufría de Parkinson.

Volvió a Italia en 2008, donde se retiró en una casa de estudios jesuitas en Gallarate, en el noroeste de Milán.

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