VINCULARSE DESDE EL RESPETO

«¿Ya ni un piropo se puede decir?»

El debate sobre el acoso callejero está sobre la mesa y abarca mucho más que el clásico piropo.

¿Ya ni un piropo se puede decir?.
¿Ya ni un piropo se puede decir?. Foto: imagen de captura del Spot «Libre de acoso».

«¿Cuánto van a tardar en prohibir que los hombres hablemos con las mujeres?», «¿ya ni un piropo se puede decir?», «¿cómo se van a conocer las parejas ahora?», «a estas feminazis se les está yendo la mano». Esas son algunas de las frases que escuchamos cuando se habla de acoso callejero.

Para muchos el acoso callejero no es acoso si no una demostración de admiración y halago hacia la otra persona, pero ¿cómo lo perciben las mujeres, que desde los primeros años de la adolescencia —en el mejor de los casos— solo han recibido cientos de comentarios sobre su cuerpo por parte de desconocidos?.

¿Deben las mujeres sentirse halagadas cuando una persona que no conocen les dice que son lindas?, ¿es un halago que un hombre las persiga, les muestre los genitales o se masturbe delante suyo?.

Desde hace algún tiempo el debate sobre el acoso callejero está sobre la mesa, aunque muchas veces se centra solamente en el piropo, en el halago verbal, cuando el acoso callejero abarca mucho más que eso: desde groserías hasta tocamientos, persecuciones o exhibiciones, diversas acciones que ponen a la mujer en una situación de desventaja y desigualdad en los espacios públicos en comparación con los hombres.

Hablar de acoso callejero entendiéndolo como parte de la desigualdad de género —desigualdad para habitar libremente los espacios públicos— y conceptualizarlo como un problema genera cierta restricción, incomodidad y hasta rechazo, porque es lo que sucede cuando se cuestionan acciones hasta ahora naturalizadas.

De todas maneras una reciente encuesta de Opción Consultores, divulgada por Telenoche, reveló que la mayoría de los uruguayos no está de acuerdo con decir piropos en la calle a las mujeres que no se conocen.

El trabajo —que se centró en el piropo y no en las otras expresiones del acoso callejero— arrojó que el 63% de los consultados dijo que le parece «una mala costumbre», el 26% opinó «ni buena ni mala/depende», el 9% señaló que es «una buena costumbre», y el 3% no supo o no quiso responder. Los resultados reflejaron un mayor rechazo por parte de los jóvenes, tanto hombres como mujeres.

Esa diferenciación generacional también fue registrada en el trabajo realizado por la organización civil Colectivo Catalejo junto con el Espacio de Formación Integral (EFI), de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, que buscó conocer, a grandes rasgos, las percepciones sobre el acoso callejero en nuestra sociedad.

Dicho trabajo sirvió de insumo para el lanzamiento a mediados de marzo de la campaña «Libre de acoso» de Catalejo, la cual apunta a generar conciencia sobre lo que significa el acoso callejero en la vida diaria de las mujeres y su habitar los espacios públicos.

Colectivo Catalejo lanzó “Libre de acoso” , una campaña contra el acoso callejero

"Porque caminar libres por la calle es un derecho", es el lema que acompaña la campaña…

Desde LARED21 conversamos con Fernanda Berrueta y Martina Sanguinetti del Colectivo Catalejo, quienes explicaron que se trabajó con cuatro focus groups divididos por género y edad.

Resultados preliminares

Se observó que las mujeres jóvenes (menores de 26) tenían más identificado el acoso callejero como un problema, mientras que las mujeres adultas (mayores de 26) llegaron también a esa conceptualización, pero lo hicieron a través del intercambio y de compartir las experiencias de cada una, lo que les permitió visualizar que es algo que todas les pasó y durante muchos años de su vida, muchas veces.

En el caso de los varones pasó algo similar con los más jóvenes (menores de 26), que lo llegaban a visualizar como un problema, pero eso no sucedió con los adultos (mayores de 26) donde se vio más la naturalización del piropo del halago, del ‘mira si algo lindo le puede hacer mal a alguien’, «que es como el discurso que está más instalado», señalaron Fernanda y Martina.

Otra cosa que se observó fue la existencia de un código intragénero, un código entre varones que habla de cómo el habitar por la ciudad de las mujeres está condicionado a la presencia o no de varones. Por ejemplo cuando una mujer está sola es de alguna forma un objeto que puede ser mirado, comentado, tocado, algo que no pasa si va acompañada por un varón, pero no por un respeto a la mujer sino al otro varón.

Por último los datos obtenidos señalan que si bien hay una construcción de que el acoso es un problema, no hubo un reconocimiento por parte de los hombres del acoso como algo cercano. «Es un problema social que pasa en la sociedad cuando hablamos de la sociedad como esa cuestión abstracta de que es todo y nada. Hay poca identificación con ser parte del problema, incluso en los varones más jóvenes que lo veían como un problema», agregaron.

No es una cosa aislada

Para ellas la falta de visualización del acoso callejero como tal tiene que ver también con un tema vivencial, con que el hombre no lo vive, ya que de hecho cuando ellos van acompañando a la mujer, a la mujer no la acosan. «Lo ven como una cosa aislada, porque no reciben el acumulado que recibe la mujer».

Fernanda y Martina explicaron que muchas veces «no somos conscientes (las mujeres) de cuánto esta situación limita nuestra forma de habitar el espacio público, y no vemos por ejemplo cómo tenemos incorporadas una cantidad de estrategias generadas para evitar el acoso: no andar sola de noche, tomarse taxi, cambiar de camino, una cantidad de estrategias que tuvimos que desplegar y tenemos naturalizadas por que la posibilidad de que te suceda es real».

«El espacio público es por defecto masculino, las mujeres desde hace muchos años estamos tratando de ganarnos el derecho de piso de caminar tranquilas por la calle, pero el territorio es masculinizado y ante un grupito de varones tenés que medirte de cómo pasar, si pasás o no, y lo que genera eso».

«Por ejemplo si estás de pollera y pasás por un grupo de hombres y te dicen algo, te cuestionás y casi que pasa a ser tu culpa por ponerte esa ropa», alertó Martina. «Está instalada como esa sensación de que el varón prácticamente no se puede ni aguantar de decir algo porque ve una pollera, y es una tendencia típica culpabilizar a la víctima».

Sin embargo recordó que el acoso «es un tipo de violencia súper intrínseca, que el varón no puede dimensionar porque no es ese caso aislado que ellos pueden presenciar alguna vez, pero forma parte de un circulo mucho más grande que es la violencia de género».

«El acoso callejero es un tipo de violencia que es cotidiano, que es invisible, pero que está».

Según las encuestas las mujeres que están más expuestas al acoso callejero son las más jóvenes (hasta los 25 años), algo que no resulta un dato menor teniendo en cuenta que es el momento en que empezamos a relacionarnos con nuestro cuerpo y con el afuera.

En ese sentido desde Catalejo señalan que es difícil después aprender a vivir sin miedo en la calle, «si las primeras experiencias que generamos al caminar solas por la calle tienen que ver con esos contactos con señores que te hablan, te tocan, te acosan».

A su entender se envía un mensaje a las mujeres que es como «que quede bien claro que nuestro lugar es adentro de la casa y afuera es como de sumisión, de bancar, de escuchar y que nuestros cuerpos estén a disposición, o en su defecto salir acompañada o pagar un taxi».

Desde Catalejo insistieron en que no son situaciones aisladas, y resaltaron el hecho de que «no es casual que para muchas mujeres el miedo más grande es que las violen en la noche o que las agarre y violente un grupo de varones».

«Yo les preguntaría a todos los varones si tienen miedo que de que una mujer los agarre y los viole cuando van caminando por la calle solos», expresó Fernanda.

Ante las réplicas, que nunca faltan, como la de ‘las mujeres también acosan’, ambas señalaron que sí, que es cierto que hay algunas mujeres que acosan a los hombres en la calle, pero diferenciaron que en esos casos los varones consultados respondieron que cuando reciben un comentario en la calle le resulta como anecdótico o le da gracia, pero no visualizan el peligro en eso, «a nosotras además de asco, incomodidad, culpa y todo lo que genera, nos da miedo».

500 denuncias en un mes

La campaña «Libre de acoso» se lanzó hace poco más de un mes con el objetivo de sensibilizar sobre el tema y ponerlo sobre la mesa.

Además de spots que invitan a reflexionar sobre el acoso callejero, la campaña incluyó el lanzamiento de una página web que cuenta con un espacio de denuncia y de foro donde se pueden denunciar casos de acoso o dar testimonio de casos presenciados por terceros.

En un mes se recibieron más de 500 denuncias de victimas y más de 50 de testigos, «una cifra que habla de un vacío y una necesidad de compartir la experiencia», consideraron.

De esas denuncias solo el 30% fueron casos de lo que se denomina piropo y el resto fueron de situaciones más grave.

«Por eso es importante tener en cuenta que aunque el debate siempre se centra en el piropo, si el piropo sí o el piropo no, cuando hablamos de acoso estamos hablando de otro tipo de situaciones que sí son graves y que si son un problema indiscutible», resaltaron y aclararon: «para nosotras el piropo también es acoso pero es como el terreno donde más se puede dar la discusión. Lo que sucede es que al final el debate se centra en un área que no es el total de tipos de acoso que existen en la calle».

«¿Cómo nos vamos a conocer ahora?»

La defensa del piropo como el método para la interacción entre hombres y mujeres es algo que llama la atención cuando se da un debate sobre acoso callejero: «¿cómo nos vamos a conocer ahora?».

En ese sentido Fernanda y Martina consideraron que es como la parte más graciosa del discurso, «hay una cuestión en el imaginario que parece ser que las mujeres y los hombres nos vinculamos a raíz de este tipo de relacionamiento». Sin embargo —recordaron— el piropo por sí solo no busca el encuentro, el relacionamiento, para eso lo mínimo es que haya un diálogo y un acercamiento de consentimiento, de respeto.

«La idea justamente es discutir de qué forma nos estamos relacionando. El acoso es uniridiccional, la persona que lo recibe no quiso estar en esa situación por lo que es difícil que eso llegue a buen puerto. La forma de vincularnos tiene que ir por otro lado, tratar de vivir en ciudades libres de acoso no es tratar que los hombres y las mujeres no se vinculen, sino al revés, que nos vinculemos desde otro lugar, más sano, más respetuoso y más equitativo».

Para Catalejo el hecho de que el tema esté sobre la mesa ya es un éxito y son conscientes de que el cambio no será de un día para el otro pero que se esté discutiendo ya es un paso.

«Cuando uno interpela una cosa tan instalada, genera todo este revuelo que parece que le querés coartar un derecho al otro y en realidad no, es sí transformar una cosa, pero no en ese sentido», concluyeron.

Construir políticas públicas

En el marco del Día Internacional de la Mujer, la Intendencia de Montevideo suscribió junto con ONU Mujeres un convenio que busca mejorar la calidad de vida de las mujeres en la ciudad.

Patricia González, directora de la Secretaría para la Igualdad de Género de la Intendencia de Montevideo, dijo a LARED21 que comenzaron a trabajar sobre el tema de acoso callejero y a hacer un diagnóstico de lo que sucede en la región para poder construir políticas públicas acordes al problema.

Montevideo ingresó al programa Ciudades Seguras de ONU Mujeres que funciona desde 2012 y supone una caja de de herramientas de políticas públicas que se pueden aplicar. Al ingresar al programa, que ya se aplica en más de 22 ciudades del mundo, se puede ver qué hacen otras ciudades, qué roles tienen, qué tipo de políticas tienen, y adelantar discusiones, explicó González.

A su vez precisó que se está trabajando ahora en la elaboración del diagnóstico, que lo está haciendo el área de sociología urbana de la Facultad de Ciencias Sociales, «y cuando esté pronto comenzaremos la elaboración de la estrategia. La idea es construir una política transversal que encaje dentro del tercer plan de igualdad».

«Uno de los lugares que vamos a tomar va a ser el proyecto Unión – Villa Española, que es un proyecto de renovación urbana, que es una estrategia que se hace desde Planificación para pensar una zona en particular. La idea es poder trabajar con ellos para poder dejar instalada capacidades y condiciones dentro de los proyectos de planificación a largo plazo, que permitan incorporar la perspectiva de género dentro de los diseños», reveló González.

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La administración capitalina firmó un convenio con ONU Mujeres que apuesta a reducir el acoso…

Por otro lado—dijo— se está trabajando en la campaña, que será posible gracias a los fondos de los recitales de la convivencia «Montevideo Rock y Montevideo Tropical», que fueron destinados a la misma.

«Nuestro abordaje es sobre la violencia en el espacio público y sobre las vivencias diferenciales de las mujeres en el espacio público», explicó González, quien recordó que para las mujeres aún es más riesgoso o sienten más miedo que los hombres, por ejemplo, al transitar por la calle en la noche.

«El objetivo es pensar la ciudad desde ese lugar, no solo desde la concientización de cómo nos vinculamos, sino de cuáles son las mejoras infraestrucutrales que pueden aportar a eso. No es un cambio de un día para el otro, va a ser un proceso a largo plazo» dijo, y detalló que «la dimensión a largo plazo es su incorporación dentro de las políticas públicas de la Intendencia, mientras que la dimensión más inmediata es la instalación del debate y la discusión pública».

La campaña se está procesando y la idea es que se lance en noviembre en el marco de mes de lucha contra la violencia de las mujeres.

González valoró las campañas como las de Catalejo ya que demuestran que la sociedad civil está demandando que existan políticas públicas y dijo que la idea es confluir con ellos.

En ese sentido resaltó que la campaña de la IM es importante porque hay pocas o casi ninguna campaña en términos de violencia en el espacio público y acoso callejero desde los Estados. «Y como Estado tenemos que abordarlo no sólo desde la perspectiva de la concientizacion sino desde la de construir políticas públicas para combatirlo», concluyó.

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