Viejos libros para la lectura moderna (De Gutenberg al Kindle)

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Hoy les quiero hablar de los modernos dispositivos de lectura, el “kindle” o ebook, y quiero hacer alguna reflexión sobre esto y, además, aventurar una propuesta cultural.
Fue Johannes Gutenberg, nacido en Maguncia, hacia 1398 y que murió el 3 de febrero de 1468, un orfebre alemán, el inventor de la prensa de imprenta con tipos móviles moderna (hacia 1440), y con lo que se inician, en propiedad, los libros (aunque ya los chinos tenían tipos móviles en porcelana y los coreanos también, pero tuvo poco uso). Antes, sólo los monjes que sabían leer y escribir (que no eran todos) hacían de copistas, para reproducir algunos textos, sobre todo religiosos. Después, durante la Edad Media, se utilizó la xilografía, pero con este método sólo podían imprimirse trabajos de pocas hojas (a su vez, desde materiales vegetales para la creación del papiro, y luego el cáñamo, el lino y el algodón, hasta la pasta de madera, el papel fue cada vez más usado desde el año 105, por los chinos, pasando por Egipto y los árabes hasta que en 1852 Meillier descubrió la celulosa). Más modernamente han surgido otros métodos para la impresión: la flexografía, la serigrafía, el huecograbado, el alto grabado, la fotografía electrolítica, la fotolitografía, la litografía, la impresión ófset, la xerografía y los métodos digitales más actuales.
Y, con la intención de abaratar costos, han surgido diversos dispositivos que permiten la compra y adquisición de libros, publicaciones y revistas desde el mismo aparato, lo que reduce de forma notable el costo de producción, además de aportar una solución ecológica y sustentable. Ha nacido el ebook, que permite lectura gratuita de todos los libros que son de dominio público, esto es todas las obras que no están protegidas por el derecho de autor y que por lo tanto pueden ser utilizadas sin permiso o sin tener que pagar al autor original. Eso significa que las obras de dominio público pueden ser copiadas, distribuidas, adaptadas, interpretadas y exhibidas en público gratuitamente, como si perteneciesen a todos. También, cuando el derecho de autor de una determinada obra finaliza, entre los 50 y los 70 años posteriores a la muerte del autor (dependiendo de la legislación de cada país). Además, se pueden adquirir obras que no están dentro del dominio público a precios más accesible; todo eso de hecho democratiza la lectura y el conocimiento en general.
De todas formas, debo ser claro, prefiero tener un libro en la mano, sentir su olor y textura, pero quizá eso sea sólo por costumbre o porque aún no sé manejar del todo bien esos nuevos sistemas de lectura y, además, porque he constatado ciertos “errores” tanto de digitación como ortográficos, que pienso que con el tiempo y la dedicación se van a ir corrigiendo.

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Hace unos años atrás, más precisamente en el primer año del gobierno del actual presidente Tabaré Vázquez (si no me falla la memoria), tuve una entrevista con el que era, en ese entonces, el director de la Biblioteca Nacional, el abogado y escritor Tomás de Mattos. Mi intención era poder trabajar en dicho lugar como digitador, ya que tal es mi oficio técnico. El señor Tomás de Mattos me atendió con toda corrección, anotó mis datos y quedó en su poder el currículum vitae que había llevado para la ocasión. Me dijo que me pondría en una lista de espera, pero me advirtió que el presupuesto para la Biblioteca Nacional era muy exiguo y que el gobierno, en ese entonces, tenía otras prioridades, como ser el tema laboral, ya que en aquellos años la sociedad en su conjunto reclamaba mayores fuentes de trabajo. Pasó el tiempo en vano, pues nunca más volví a hablar con dicho jerarca, llamé en varias ocasiones a la secretaria pero la respuesta invariable fue al estilo de “sin novedades”. Algún tiempo después el abogado y escritor Tomás de Mattos renunció, alegando falta de apoyo y otra serie de problemas que no vienen al caso reflotar.
En esa ocasión, hablamos largamente sobre el tema de la Biblioteca Nacional y de las nuevas tecnologías, fundamentalmente en torno al archivo electrónico del conjunto de las obras allí reunidas, que se hacía tanto por digitalización como por otros procedimientos, y de la necesidad de incrementar el acervo de la Biblioteca Nacional y ponerlo a disposición de la mayor cantidad posible de lectores.
Recientemente (el 18 de noviembre pasado), el actual presidente del país, el Dr. Tabaré Vázquez, lanzó un llamado a un Diálogo Social. En ese sentido expresó que “este proceso tiene por objetivo generar insumos en diversas áreas y temáticas que estimamos relevantes para una estrategia de desarrollo del país que debe ser ambiciosa, razonable y sostenible en términos de mediano y largo plazo”. Es en ese sentido que quiero expresar una idea que pueda llegar a ser un insumo para el trabajo sobre el tema cultural. Y lo digo con el mayor de los respetos, afirmando, además, que no soy técnico en la materia, únicamente un poeta y escritor interesado, naturalmente, en la cultura y en la mayor ampliación y democratización de la misma.

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1) El mayor acceso. Debería haber una mayor producción y difusión editorial (quizá una editorial estatal) de:
a) Textos históricos.
b) Textos literarios fundacionales y de todas las corrientes (el 900, el 45, etc.).

c) Textos científicos y educativos (tanto para primaria, secundaria como universitarios).
d) Textos filosóficos y políticos.
e) Otros textos (jurídicos, etc.).

¿Cómo hacer esto? Por dos vías: Por el IMPO y por la Biblioteca Nacional, sumadas al conjunto de las bibliotecas del país, más el Archivo General de la Nación.
Es decir, hasta donde yo sé, el IMPO no encara actualmente ese tipo de textos, aunque entre sus cometidos se dice: “… producir y difundir las actividades del interés público determinadas por la Presidencia de la República y aquellas educativas y culturales que determine el Ministerio de Educación y Cultura”. Dotarla de los recursos técnicos y tecnológicos, y personal adecuado, más la gran disponibilidad actual de papel (con el concurso de las grandes empresas del ramo que pueden abaratar costos), podrían hacer posible, en un mediano plazo, la obtención de libros a un precio accesible y con buena calidad. No se trata de que se compita con las editoriales ya establecidas en plaza, sino de la impresión de los textos de dominio público, tanto para público específico (estudiantes por ejemplo) como general. El archivo digitalizado de los textos (o por otros medios) no haría necesaria la incorporación de nuevo personal para ello y, además, se alimentarían mutuamente, por lo que el acervo de cada una de las instituciones crecería considerablemente.
A ello se le pueden agregar publicaciones nuevas de escritores jóvenes, ya sea por concursos o premios, como un modo de generar más estímulos literarios.
2) Una vez realizado ese proceso (y recalco que es un proceso que puede llevar un tiempo de uno a dos años, por lo menos) interconectar en un sistema informático la Biblioteca Nacional con todas las bibliotecas diseminadas en el país, y dotarlas de instrumentos tecnológicos (computadoras o lectoras digitales), en una plataforma común.
3) Luego de ello, interconectar todo el sistema con las bibliotecas digitales de América Latina y España, en una primera etapa, en portugués para conectarse con el Brasil (y también Portugal). Al mismo tiempo se debería encarar la traducción de todo ese archivo a diferentes idiomas (inglés, francés, etc.), lo que sería el último paso. A su vez, se debería poder traducir de esos idiomas al español y ponerlos a disposición del público general.

Todo este proceso podría demorar unos cinco años, más o menos, pero creo que todos podríamos adquirir, de forma más sencilla, muchos más textos para ampliar nuestra base cultural. De todas maneras, debo advertir que esto no es más que un breve esbozo, apenas una idea que pueda servir como herramienta de trabajo, y que quizá se deba hacer una elaboración más acabada de todo esto, desde el punto de vista técnico y evaluar la posibilidad real de llevar esto a cabo. Pienso que la sociedad toda saldría ganando.

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