Goethe

 

 

La reciente publicación en español de la biografía de Goethe por Rüdiger Safranski es un libro extenso que relata, de modo pormenorizado, numerosos aspectos de la vida y obra de este genio universal alemán. El subtítulo del volumen es también clarificador: La vida como obra de arte.
A lo largo de 603 páginas el talento narrativo y filosófico de Safranski construye una especie de minucioso fresco panorámico de la vida y el arte entre la segunda mitad del siglo XVIII, y el primer tercio del XIX. La filosofía también forma parte de los intereses de Goethe, aunque destaque, sobre todo, por sus escritos literarios.
Por ejemplo, cuando llegó a sus manos la Crítica del Juicio de Kant le pareció admirable, ya que le sirvió para tomar en consideración los productos del arte y los de la naturaleza, desde la perspectiva de la facultad de juzgar estética y la teleología.
La fuerza creadora de Goethe desde su juventud es enorme. Dispone además de unos dones innatos para escribir que perfecciona con la práctica y el trabajo. Las elaboraciones, esbozos y variaciones realizadas, por este artista del lenguaje, forman parte de su método compositivo. También la espontaneidad y la facilidad de escritura que muestran sus escritos: poemas, novelas, ensayos, etc., son la demostración de su inmenso talento literario.
El interés universal de este gran escritor germano se expresa también, en una voracidad lectora, que se aplica a numerosas obras que son objeto de lectura. Ciertamente, lo que lee y observa es el material del que parte en su producción escrita. Él mismo Goethe afirma que el sentido más importante es la vista, porque, a mi juicio, nos ofrece la realidad de las cosas, sin mediaciones artificiales, y de un modo abundante y extenso, lleno de matices y aspectos.
Goethe considera que forma parte del público al que van dirigidas sus obras escritas. Algunas de sus composiciones epistolares son para este gran hombre, una de las últimas grandes figuras intelectuales, un posible germen creativo de escritos más extensos.
La continua actividad reflexiva de Goethe está integrada en una indudable exaltación de la pasión y los sentimientos. Escribe al respecto en su juventud lo siguiente: «No me canso de reflexionar sobre la fugacidad, las inclinaciones y la mutabilidad del ser humano, sobre la moral en la sensualidad, sobre lo elevado y lo profundo, cuyo enlace con nuestra naturaleza puede considerarse el enigma de la vida humana». La constante actitud filosófica de fondo de Goethe es clara y evidente.
El diálogo con la naturaleza es para este pensador la manifestación de la grandeza divina, más que cualquier imagen o icono. La identificación del protestantismo ortodoxo con una doctrina moral está en una línea, que no es demasiado distinta de la kantiana o de la fichteana, en un sentido amplio, ya que refleja o representa el núcleo moral de la religión.
El éxito de su novela Werther fue extraordinario en Alemania, y fue traducida de modo inmediato a varias lenguas. En esta obra Goethe habla acerca del alma, de un modo original y nuevo. En este sentido, la exposición novelada de los sucesos anímicos de los personajes causó una indudable revolución en las formas literarias de la época.
La fuerza de la imaginación alcanza un nivel increíble en Goethe. El poder transformador de su genio creativo se manifestaba también, en su capacidad para elaborar obras similares en el estilo, a las de Shakespeare, y otros escritores.
Si bien su talento creó obras originales, a través de un estilo propio, que desarrolló a lo largo del tiempo. Si a esto añadimos sus conocimientos, sus intereses universales, sus obras, y sus contactos personales en el último tercio del siglo XVIII, y también en el siglo XIX hasta la fecha de su muerte en 1832, todo esto le convierte en uno de los últimos genios universales de todos los tiempos. El mismo Napoleón dijo que leyó Wherter siete veces.
Goethe se interesa por también por los procedimientos alquímicos, y por la naturaleza. Sus ensayos científicos son menos conocidos que sus obras literarias, pero son esenciales para comprender, de modo pleno, su mundo poético y literario. La relación entre ciencia y arte, la transformación de lo orgánico y lo inorgánico, la concepción de la ciencia, etc.

Así en su Teoría de la naturaleza Johann Wolfgang von Goethe escribe: «¡Naturaleza! Una fuerza que nos arrastra en el torbellino de su danza moviéndose con nosotros. Aunque vivimos en su seno, le somos extraños y, aunque parece orientarlo todo a la individualidad, nada le importan los individuos». La energía y la fuerza vital que expresan sus escritos, junto con sus reflexiones sobre la vida, el ser humano, y la realidad siguen siendo, extraordinariamente interesantes, en pleno siglo XXI.

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