Sí podemos

Una formación política debe ser participativa e interactiva en grado máximo, y su cúpula no debe aislarse respecto a todos los ciudadanos que realizan propuestas, y también en relación con todos sus simpatizantes y afiliados. De otra manera, se convierte en un aparato burocratizado y mediático que lucha, desesperadamente, por el poder.
La falta de participación de las bases, por causa de la centralización de la toma de decisiones en los dirigentes de un partido, es siempre un gran problema para que exista un verdadero movimiento social que mejore, sustancialmente, la situación económica y social de este país.
Y esto es algo que puede corregirse en un partido para que sea realmente participativo y colaborativo, y no se quede en mera estrategia de publicidad digital, de cara al logro de más votos.
La cuestión de las ideologías aunque interesante, a mi juicio, no es lo esencial. Porque lo indispensable es tomar medidas que relancen una economía social que tenga en cuenta los intereses, y la calidad de vida de todos los ciudadanos, sin excepciones.
Es imprescindible evitar la exclusión social de los jóvenes, los mayores, los parados, etc. Y en esto creo que se puede estar de acuerdo desde una perspectiva política centrista y también desde otra más radical o de izquierdas. Se trata, entre otras cosas, de garantizar el respeto de los derechos de todos.
La esencia de un partido populista, en el buen sentido del término, está en la defensa de la justicia social, la reducción de la desigualdad, el bienestar general, y en una intervención del estado para apoyar a los desfavorecidos por el neocapitalismo actual.

La eliminación de la casta política, y de la gran cantidad de corrupción puesta de manifiesto por las investigaciones judiciales precisa de un esfuerzo profundo y sostenido. Los políticos no deben disfrutar de ventajas excesivas en el ejercicio de sus funciones respecto a los restantes ciudadanos. Se pueden poner en marcha medidas legislativas y normativas para que esto no ocurra, pero sobre todo hace falta voluntad política para llevarlo a cabo.
Estoy convencido de que el simple reformismo no servirá para salir de la crisis económica y social en la que, a mi juicio, está nuestro país, si consideramos el altísimo nivel de paro, y la falta de expectativas existente en gran parte de la ciudadanía. Además, la calidad del trabajo que se está ofertando es cada vez menor, en numerosos casos. Si a esto se añade la economía sumergida y la evasión y fraude fiscal, etc., el panorama no parece bueno, sino todo lo contrario.
Ante todos estos graves problemas sociales es necesario que los ciudadanos vean una formación política en la que puedan confiar, y que aborde, decididamente, cambios profundos, aunque no traumáticos en el tejido económico, tributario, laboral, legal y empresarial de España, como un primer paso para garantizar un real estado del bienestar para todos. Si se afronta este reto, de modo juicioso y coherente, la sociedad civil que somos lo notará de un modo indudable y claro, en cada una de las personas que convivimos en este país. Partiendo también de una perspectiva democrática de diálogo, colaboración y respeto general.

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