Filosofía crítica y calidad de la enseñanza

Pensar, entender, criticar e interpretar el saber científico y la realidad es la tarea de la filosofía. Parece una actividad excesiva, pero no lo es. De hecho, cada vez se necesita una más potente capacidad de pensamiento, ante los constantes retos de la sociedad y el mundo actual. La disminución de la enseñanza de la filosofía en el sistema de aprendizaje formal reglado, es algo, claramente, negativo. El saber filosófico se interesa por todo, nada escapa a la curiosidad del pensar. Y esto produce innumerables efectos positivos.
Porque es cierto que la filosofía está en disposición de dar respuestas a preguntas que se plantean diversas disciplinas especializadas, y que ellas mismas no son capaces de contestar. En este sentido, el saber propio de la filosofía hace posibles reflexiones y análisis críticos más avanzados que, además, permiten interconectar las diversas ciencias.
El conocimiento de las asignaturas o materias humanísticas es, tan fundamental, como el del ámbito científico y tecnológico. Las decisiones políticas no deberían, poner en cuestión, el pensar crítico que desarrolla el aprendizaje de la filosofía, ya que es un retroceso innegable, a tiempos pasados de barbarie y superficialidad.
Lo que no es razonable, a mi juicio, es que se quite significado a la cultura filosófica, como si fuera algo menor. Al contrario vivimos en un mundo occidental que se constituye, precisamente, a través de la filosofía y la democracia que surgieron en la Grecia antigua.
Lo que más se demanda en las sociedades actuales es la capacidad de pensamiento creativo, y habilidades cognitivas para la resolución de problemas y situaciones dilemáticas. Y esto lo aporta también la filosofía. Dudar es pensar también, pero es necesario el conocimiento de las metodologías de investigación, y de discusión crítica y razonada. Y estas capacidades no surgen de la nada, es preciso formarlas, dirigirlas, desarrollarlas de un modo constante y progresivo, con las estrategias y técnicas que proporciona el saber filosófico.
Si queremos una sociedad con ciudadanos que piensen por sí mismos, y de una forma crítica, coherente y responsable, no se debe disminuir la formación filosófica en la enseñanza. Al contrario, hay que aumentar el número de horas lectivas en el currículo de secundaria.

Si esto no se hace, las consecuencias serán que disminuya ostensiblemente la calidad de la enseñanza de los estudiantes. Porque su mente, quizás, no estará, adecuadamente preparada, con las herramientas conceptuales y de investigación indispensables para otros tipos de formación especializada. Y no es una cuestión baladí o insignificante. Ya que puede repercutir, de un modo serio, en el presente y el futuro de los jóvenes. Y digo más, la formación de todo ciudadano merece ser la mejor posible, y si no recibe conocimientos filosóficos en su etapa de formación secundaria, se resentirá, probablemente, su capacidad de pensamiento autónomamente crítico y racional.
La desaparición de dogmatismos y autoritarismos se logra con la libertad de pensamiento que impulsa la filosofía a lo largo de la historia. Y esto sucede, porque dudar y discutir son actividades esenciales para avanzar en el camino del conocer y de la verdad. Y no dejarse convencer por los engaños y las manipulaciones.

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