Las profundas causa de una revolución

La irreverencia y la libertad que existe en el pueblo Venezolano es de una libertad tal que cuesta por momentos comprender.
Quienes del sur venimos con una cultura totalmente europea, educados en el mas puro y rancio capitalismo cargado este de insoportable niveles de racismo, difícil se nos hace revelarnos ante lo establecido; pararse como ciudadano común ante un gerente estatal que maneja dineros públicos destinados al pueblo y pedir información cuando cree que algo está mal canalizado es una practica común aquí en Venezuela; como también es normal que después de acaloradas discusiones con una máxima autoridad se establezca en la mayoría de los casos una relación espontánea de amistad y cariño dando por terminado de forma civilizada un desencuentro político o económico, algo impensable en la cultura política Uruguaya, sencillamente porque estamos programados y educados por una derecha que nos enseño a «respetar y callar» ante las máximas autoridades pagadas por el pueblo.
Quizás en tiempos no muy lejanos aparezca en nuestro querido Uruguay un líder que ilumine una realidad escondida y les hable con sinceridad a su pueblo del proyecto Artigas, viejo visionario que entendió plenamente en aquellos tiempos el valor que tiene la tierra.
Hoy a cuarenta años de vivir en Venezuela y de ser gustosamente Venezolano por adopción me cuesta entender los códigos libertarios y de hermandad que se manejan con total espontaneidad, donde no son pocas las veces que queda mi imagen mal parada ante una cálida realidad que está ahí, la veo, la valoro pero no penetra ese maldito muro de contención que «magistralmente» los dueños del Uruguay en mi interior edificaron hace ya casi doscientos largos años.

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