La jugada maestra del «TIO SAM»

En 1750 Benjamín. Franklin (estadista norteamericano padre intelectual de la revolución industrial) registraba que a comienzos del siglo los ingleses eran en total unos ocho o nueve millones, de los cuales un millón estaban en América. Él desarrolló el concepto de “espacio vital”(plagiado por Hitler), del que sería víctima Méjico al que le amputaron la mitad del territorio.
Benjamín Franklin (verlo en los billetes de cien dólares) vislumbraba el desarrollo de la cultura industrial como una forma de aumentar, mediante las ventajas tecnológicas, la supremacía de su nación por medio del comercio. Dos siglos y medio después, lograda la meta de acceder a las mejores tierras del planeta en forma directa, Norteamérica, Canadá, Australia, N. Zelanda, el sur de África templada, y el control indirecto de los recursos de las tierras templadas de América al sur del paralelo 34, Argentina y Uruguay, su población puede estimarse en total el número de angloparlantes en unos quinientos millones desparramados en los cinco continentes, aproximadamente un 15% de la población mundial, mil millones.
Ese quince por ciento detenta el poder político militar sobre el hemisferio occidental, cincuenta millones de kilómetros cuadrados de tierras templadas y bien regadas, con una densidad promedio de 20Hab/km2. Territorios productores de alimentos, con excedentes exportables, que básicamente en su mayoría tienen como destino China que se ha convertido en el gran proveedor de manufacturas y devorador de excedentes agrícolas de la región, en su proceso de revolución industrial ha pasado a jugar el papel de Inglaterra en el siglo XIX para Latinoamérica, expandiendo su comercio, crédito y, en consecuencia, compitiendo en su influencia política en la región con el poder anglosajón del norte.
Este desequilibrio entre la disponibilidad de recursos de América, gran reserva de alimentos y minerales del planeta y el crecimiento de la demanda asiática y los poderes imperiales fácticos, tensiona al continente y al mundo.
Si la demanda de productos primarios, minerales y alimentos, por parte de la China industrializada generó la disparada de los precios internacionales de estos productos, mejorando los términos de intercambio para los países de producción primaria en esta década, si el amo del mundo hubiera sido Inglaterra, la guerra por los recursos ya sería un hecho, puesto que la superpoblada isla no podía prescindir del control de los recursos salvo manteniéndose como monopólica proveedora de manufacturas en un mundo atomizado de proveedores de productos primarios. Tal fue la situación de América Latina durante un siglo y medio.
Pero hoy el poder se encuentra de este lado del Océano Atlántico, los EEUU son excedentarios en tierras y alimentos, son exportadores potenciales de granos y ahora de petróleo, con lo cual han podido hacer la guerra económica a los países proveedores de China, principalmente a los BRIC, por donde la influencia económica China amenaza a ser también política en la región. Al derrumbar los precios de los principales rubros exportables de los BRICS, granos y petróleo, se generan contradicciones internas dentro de esas sociedades, inestabilidad económica, inflación, rivalidad entre las clases sociales por el reparto de la renta nacional que se expresa en ajustes económicos que, a su vez, inevitablemente, generan inestabilidad política y anarquía social, tendiente a socavar a los regímenes políticos que habían desafiado el poder imperial en la región.

El abatimiento de los precios internacionales genera una inmediata “crisis de reparto”, que podemos imaginar puede llevar a procesos de degradación de la convivencia política local, como sucediera a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando Europa se cerró e Inglaterra dejó de ser el centro monopólico del poder mercantil. Los precios se derrumbaron y pasamos a ser bombardeados por Norteamérica a partir de la famosa ley de excedentes agrícolas, ley 480, que exportaban a precio de flete, de regalo, sus excedentes en trigo, maíz, papa, agravado por la contra estacionalidad, lo que devastó nuestra capacidad de producción, pasamos de exportadores a importadores de alimentos, en la medida de que se destruía nuestra capacidad productiva. La destrucción de la infraestructura inglesa, frigoríficos y ferrocarriles, terminó de haciendo inviable a estos países en los términos en que estaban diseñados como proveedores de un mercado único. De ahí que fueran declarados excedentarios el medio millón de orientales que emigraron en las décadas siguientes.
Este fue el basamento de las inestabilidades políticas y sociales del siglo XX entre nosotros los rioplatenses y de la mayoría de los sudamericanos. Que estos enfrentamientos sociales luego se vistieron con los ropajes de la “guerra fría”, llevando a que las oligarquías exportadoras se lanzaran en brazos de sus propios verdugos para sofocar las amenazas interiores que se desataban con el desmantelamiento del sistema económico colonial anterior. No es lo mismo tener un amo hambriento como Inglaterra, que uno obeso que compite en todos los rubros y condiciona políticamente cada una de sus oportunidades comerciales que abre. Así se impusieron los ajustes internos. Las oligarquías ganaderas, con los precios deprimidos, se vieron chantajeadas por los sistemas de cuotas de ingreso al mercado norteamericano, debiendo ajustarse internamente las economías a estos requerimientos. Las políticas de achique permanente, de reducción demográfica tendiente a despejar el territorio tratándolo como potencial reserva colonial por parte del norte fue la consigna de esas décadas.
Por lo que debemos ver esta depresión general de lo que llaman “comodites”, una mala degeneración inglesa del latinazo “comodidades”, una inversión semántico conceptual tendiente a considerar a los alimentos y los recursos minerales básicos como suntuarios, de poco valor natural, a diferencia de los productos industriales que pasan a ser los “imprescindibles” para la vida, por lo tanto los únicos que al momento del cambio “valen” y el precio lo fijan ellos.
En esta guerra genial de Norteamérica a los BRICS tendiente a forzar sus contradicciones internas y eventualmente forzar el plato de la balanza alentando los bandos de su conveniencia, de tal forma de producir los debilitamientos internos necesarios para mantener el control político en la región, contener su crecimiento y fortalecer a los grupos de presión internos que colaboren a cerrar los mercados mediante “tratados de libre comercio”, de tal forma de cerrar el continente americano. La doctrina Monroe nuevamente en práctica: “ América para los NORTE americanos”.
Se puede pensar que esta jugada es fácil, pero no lo es. Por un lado China se beneficia del abatimiento de los productos primarios necesarios para su crecimiento, alimentos, energía y minerales. Sus costos industriales y de vida bajan. Pero la jugada busca aislarla, provocarle un invisible pero real bloqueo económico al dejar sin medios de pago a sus socios comerciales, las balanzas comerciales se les vuelven deficitarias, el comercio se resiente y su propio crecimiento y estabilidad social interna corre peligro. Por lo que China debe jugar fuerte y respaldar el comercio mediante el crédito a Rusia, Venezuela, Argentina, en fin, a todo el BRIC y sus asociados, caso países del Mercosur, Alba, etc. De ahí los viajes del presidente Chino por América Latina como respuesta a esta jugada de Tío Sam a nivel global.
Uruguay es el país de la región en que, debido a su baja densidad demográfica, su baja natalidad sistemática, el generador mayor de excedentes primarios exportables percápita. Pese a ello, debido a su extendido consumo de productos importados, puede ser afectado gravemente por el deterioro de los términos de intercambio global.
La inestabilidad política que padecimos en el siglo XX puede volver por desestabilización regional o continental, o por factores internos. Como dijo Mujica : “Por grandes que sean nuestros antagonismos, es mucho lo logrado en este pacto colectivo tácito que constituye la creación de la nación”.

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