El NO a la baja de la edad de IMPUTABILIDAD triunfó porque los pueblos tienen lo que se merecen.

Escrito por Ramón, de Saladero, ciudad de Salto el 29 de octubre de 2014.
Uruguay, por su historia – Artigas, Batlle, Seregni y tantos otros – no se merece tener ese oprobio de castigar tan duramente a los menores infractores metido en su Constitución.
Dijo Wilson Julio Márquez en nota anterior que “niños, no tan niños de l6 y l7 años, con vidas aceleradas, con vidas curtidas, en medios sociales más duros, muchas veces no elegidos, pero tampoco nosotros se lo elegimos,”
¡Claro que es nuestra responsabilidad lo que les pasó, les pasa y les pasará a nuestros menores!
Es nuestra responsabilidad porque somos nosotros -los mayores- los que elegimos cada cinco años a quienes gobiernan a este país. Sí, porque nos equivocamos en elegir a los Pacheco Areco, a los Bordaberry, a los Lacalle, a los Jorge Batlle, a los Sanguinetti, que destruyeron la economía de este país, que utilizaron las empresas, organismos públicos, ministerios y parlamento en beneficio propio o de su élite asociada, que privatizaron lo que pudieron y lo que no pudieron lo vaciaron y defenestraron a propósito para que la gente pidiera a gritos que lo privatizaran, que destruyeron el entramado social condenando a la miseria, la pobreza, el hambre, la marginación, la desesperanza, la discriminación y el abandono en la educación, la salud y la vivienda a vastos sectores de la sociedad.
¡Claro que somos nosotros -los mayores- los responsables de que los peores asesinos, torturadores, criminales, ladrones y violadores de los derechos humanos en la historia de este país, hoy puedan estar tomando sol a nuestro lado en una playa, caminando en frente nuestro o comiendo en una mesa contigua, -y guardando el secreto de lo que hicieron con los desaparecidos- porque nosotros -los mayores-, somos los que aceptamos la ley de caducidad o de impunidad, y después votamos en dos plebiscitos y volvimos a ratificarla! ¿A esos no hay que castigarlos?

¡¡¡Qué gran contradicción!!!
¡Claro que somos nosotros –los mayores- los responsables, los que elegimos este sistema económico y social mal llamado “Capitalismo”, más bien debería llamarse “Canibalismo” porque es un sistema que se devora los recursos naturales y se devora al ser humano, al explotarlo tanto como sea posible, sin compasión por los más débiles que son los niños, los desvalidos y los ancianos.
Estoy convencido, aunque no puedo asegurarlo, que detrás de cada menor infractor hay una historia de familia disgregada o inexistente, de marginación, de falta de amor y cariño, de falta de educación, seguramente de falta de vivienda digna, en suma, de violencia en el sentido más amplio de la palabra, de abandono social, de discriminación por ser pobre, por vivir en un asentamiento, por el color de su piel, o por su forma de vestir.
Éste -que elegimos los mayores- es un sistema económico que incita de todas las formas posibles al consumismo exacerbado, en el que “tener” es más importante que “ser”, en el que la consigna es “hacé la tuya” o dicho de otro modo “el otro”, “el distinto”, “el excluido”, que se joda.
¿Qué reacción puede tener la mente de un adolescente sin un mango en el bolsillo, criado en la discriminación, la exclusión y la violencia del sistema, frente a las deslumbrantes vidrieras de un Shopping, incitado inmoralmente a consumir, a tener para ser querido y respetado?, cuando ve que otros tienen y el no puede, que otros están obesos por comer de más y el tiene hambre, que otros tienen calefacción y abrigo cuando él tiene frío, o cuando el anda descalzo y a pie y ve a los demás en auto y bien calzados. ¿Qué tiene que hacer? La misma publicidad y los medios de comunicación le están diciendo que para ser “bueno”, para ser aceptado, para formar parte del sistema – es decir para ser incluido- tiene que tener tal celular, o vestirse con tal marca, o tomar tal bebida, o vivir en tal lugar. Tiene muy pocas opciones, resignarse a vivir o mal vivir con lo que tiene o lo que pueda, dedicarse a consumir drogas para escapar del dolor y la discriminación, o luchar para conseguir eso que le están diciendo que es lo que vale la pena.
O acaso Wilson -que conoce los barrios marginales, por lo que dice en su nota anterior- ¿piensa que los menores infractores salen de Pocitos o de Carrasco? No señor, salen de los barrios más pobres, de los asentamientos, donde abunda la marginación, la discriminación y la violencia. Sí, la violencia, la violencia de sentirse excluido del sistema, de saberse abandonado por los servicios públicos, por vivir en lugares donde ni siquiera calles hay, ¿cómo hace una persona que vive en esos lugares para decirle a un amigo o conocido o en una solicitud de trabajo, cuál es su dirección? Además especialmente los menores son víctimas del mafioso, o narco del barrio que lo obliga a trabajar para él so pena de matarlo lisa y llanamente como vemos todos los meses en los famosos “ajustes de cuentas”.
Siempre pensé que hay ladrones y hay robos porque hay gente que compra lo que otros roban, si nadie comprara cosas robadas, los ladrones ya no robarían. La sociedad debe hacerse cargo de sus malas o buenas conductas, conozco gente que se queja de la inseguridad y hace colectas para el combustible para que la policía patrulle por sus barrios, pero también me entero que compran cosas robadas, que capaz que se la robaron a su vecino cinco o seis cuadras más allá. No se puede tirar basura en cualquier lado, los envoltorios de los cigarrillos, de los caramelos, las bolsas de basura dejarlas en cualquier lugar, y después quejarse públicamente que la intendencia es un desastre porque está todo sucio, es como hacerse trampa en el juego del solitario.
En definitiva somos los mayores los responsables de lo que les pasa a nuestros menores, vivimos en sociedad, no puede ser que solo nos responsabilicemos de nuestros hijos, si yo le compro cosas robadas al hijo de mi vecino, estoy haciendo un mal a toda la sociedad, al hijo de mi vecino, a mi vecino, a la víctima del robo, a mí mismo, a mi familia y a todas las familias que pueden llegar a ser víctimas del robo de ese ladrón al que le estoy comprando el producto de su robo.
La violencia que vivimos hoy, la tan mentada inseguridad, es intrínseca al sistema capitalista en el que una minoría se apropia “legalmente” del valor generado por la mayoría de la sociedad que son los trabajadores. No hay ninguna industria, comercio, fábrica o servicio que funcione sin trabajadores. Todo el valor creado, el PBI, las rentas, las ganancias, los productos, los servicios, los activos, etc., de este sistema económico, son generados por la inteligencia, la fuerza, la destreza, dedicación, responsabilidad, y compromiso de los trabajadores. Que sin embargo son los que se quedan con la parte más pequeña de toda esa riqueza. Sin olvidar que otra condición necesaria para que funcione este sistema perverso es que haya una cantidad más o menos significativa de gente excluida, desempleada, descartada, para generar las condiciones de mercado de trabajo ideales para la concentración de la riqueza y el capital en pocas manos y mejorar o exacerbar cada día más la explotación del individuo. El capitalismo ha evolucionado hacia formas cada vez más salvajes, depredando el medio ambiente y la naturaleza, modificándola (transgénicos), agotando los recursos naturales, superando las fronteras de los países y continentes para: maximizar el lucro, la ganancia, la concentración del capital, en detrimento de toda la sociedad, del medio ambiente y de la salud humana y animal. Está volviendo a niveles de atropello y violencia de comienzos del siglo anterior al pasado cuando los trabajadores de la primera revolución industrial vivían como ratas en las villas generadas en las cercanías de las fábricas, minas e industrias de la época. Donde trabajaban 16 o más horas diarias por un plato de comida y poco más, y tenían una expectativa de vida muy corta. Esas condiciones generan violencia, el trabajador no sabe quién es el que lo explota, empieza a juntar rabia, bronca, no sabe adónde dirigirla, y tal vez se la agarre con su pareja, su hijo o su vecino o familiar, pero la violencia la sufre en el momento que cruza la entrada de su lugar de trabajo, pues es ahí donde se lo explota salvajemente.
Por todo esto ¡Claro que somos nosotros, los mayores de este país, los responsables de lo que les pasa a nuestros menores! Debemos hacernos cargo de las consecuencias de nuestras acciones pasadas y presentes, y en el futuro cuando tomemos acciones como por ejemplo ir a votar, pensemos en el futuro de ellos, en elegir el mejor programa, partido, persona, para gobernar y no en elegir al que me puede dar algo, conseguir un puestito para mí o para mi familiar, o alguna prebenda.
Porque después las consecuencias de esa acción egoísta LAS PAGAMOS TODOS, TODA LA SOCIEDAD, Y LOS QUE MAS LA VAN A SUFRIR SIEMPRE VAN A SER LOS MAS DEBILES, LOS MENORES, LOS ANCIANOS Y LOS DESVALIDOS.
¿Y ahora le queremos cargar las culpas a los menores? ¡Que hipócritas!

TODOS SOMOS PARTE DEL PROBLEMA, Y COMO PARTE QUE SOMOS, CAMBIANDO NUESTRA ACTITUD NOS CONVERTIREMOS EN PARTE DE LA SOLUCION.

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