Desoriente tanguero

No se precisa ser ólogo de algo, para ver que andamos mal, muy mal, en la cotidianidad de todos nosotros. Ya Discépolo, a partir de su amarga mirada, lo expresó en una de sus más conocidas letras:
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos…

Para que se juegue un “clásico” se requiere la presencia de mil policías con todo el acompañamiento correspondiente. No es posible sentarse donde uno desea dado que, dentro de los estadios hay “zonas rojas”. Si un equipo gana de inmediato en las redes y en determinadas audiciones que dan pié a ello, sobreabundan los insultos, descalificativos y cuanta ordinariez es posible imaginar.
Al grito de “ya te matamos uno, te vamos a matar otro” las hinchadas celebran la actuación de sus equipos. Que nadie piense que son los lumpen de esta o aquella tribuna, no es este o aquel cuadro. Todos más o menos tienen estos especímenes. Parecería que el colocarse una camiseta con los colores de su equipo los transformara en particulares actores de un circo romano; actores, por otra parte, con un muy bajo nivel de autoestima y de resistencia a la frustración.
En el tránsito se emplean medios más sofisticados como luces y bocinas al menor inconveniente, todo ello condimentados con recuerdos a las partes púdicas de diferentes madres. Si la que maneja es una mujer, el blanco se hace más apetecible para todo tipo de insultos sexista. Así encontramos el “andá a lavar los platos”, casi expresión de colegio de monjas de clausura, hasta el que puedan imaginar o peor aún, recordar.
Hay políticos que la van de finos pero cuando no ven los micrófonos son los reyes de la ordinariez y después quieren dialogar, debatir. ¿Esa es la forma de plantearlo? Ojo ninguno de ellos procede de un barrio marginal. Todos han pasado por diferentes Universidades y si bien algunos han salido con las orejas enteras, tal como entraron, procuran disimularlo, mientras, dejan aflorar libremente su verdadero yo.
Encontramos madres que compiten con sus hijas en la forma de vestir y en la gestualidad. Cuando no, compran cosas, cediendo a “chantajes” o a remordimientos, de sentir que no cumplen su rol que no es el “amigos” o “compinches”, sino de padres. Otras emplean de vez en vez las formas ´clásicas de violencia verbal y física y si anda alguna maestra cerca, «cobra» también.
La televisión es una sucesión de escenas que muchas veces derraman tanta sangre que desborda la pantalla y ensucia toda la sala. En otros casos la ordinariez se viste de chusmerío y vuelan los insultos de un lado a otro. Para peor ni siquiera sucede en el Uruguay, eso lo importamos como material cultural. Claro después agarramos a un gurí chico escribiendo “puto” en una pared y hacemos flor de escándalo.
En esas ventanas artificiales que abrimos obsesivamente todos los días
Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!…
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!

Vivimos pues, una vida de “barra brava”. Nadie diferente a nosotros y a lo que pensamos o sentimos, tiene lugar en el mundo.
A los pichis hay que matarlos a todos, a los negros volverlos a su condición de esclavos, salvo que sean un Tío Tom y entonces los usamos de mascota y que toque el tambor. Si vivís en determinados barrios no salgas de ahí, no seas desubicado. Que no hay médico, policlínica, agua potable o energía eléctrica, jodete y eso si… calladito la boca, no hagas barullo que te mando la cana en un operativo. Mientras tanto la senadora electa, la inefable Sra Bianchi, se queja que un obrero de la construcción gane lo mismo que sus hijos. ¿Dónde se ha visto tal cosa? ¿Dónde ponemos las barreras para esos?
Más que cómo llegamos a esto me gustaría saber, entender, cómo seguimos practicándolo. De dónde sale tanto odio, así al por mayor y con blancos diversos. Los analistas nos hablan de daños en el entramado social, debilitamiento de los lazos. Yo creo que hemos ingresado en un terreno de locura colectiva.
Confundimos el ser con el tener y claro cuando alguien tiene algo más que yo, lo hago blanco de mi envidia y mi violencia. ¿Por qué él y no yo? Mientras tanto me brindo con rejas alarmas , perros, guardias privados y armas por si alguno quiere tocar lo mío.
En lo del otro “vamo y vamo” pero no te metas con mis cosas. Socialismo si pero yo no pongo nada, tamos?
Así entramos en un funcionamiento de cada uno para sí y Dios para todos, si tiene tiempo de atenderte después de escuchar mi lista de solicitudes.
Ese deseo loco de tener para ser, nos coloca en un permanente estado de insatisfacción que nos desequilibra por completo y cada día nos parecemos más a esas ratas que corren y corren dentro de una rueda, sin percibir que están encerradas y no van a ningún lado.
La propaganda nos sacude y nos ofrece pastillas para esto y aquello, todo mejora con el blíster adecuado y después nos asombramos de los índices de drogadicción
Todo es culpa de la pasta base, todo es culpa de la escuela que no educa, la culpa es del gobierno, de la oposición, de los corruptos, de los docentes… Siempre hay un colectivo a mano al que le podemos tirar la culpa… alejarla de nosotros mismos. Puede ser a uno o varios según el grado de sofisticación que queramos presentar. Pero ¿cuándo comenzaremos a mirar para dentro de cada uno y tratar de entender por qué participamos de un conjunto de esas actitudes u otras no mencionadas? ¿Cuándo comenzaremos a no permanecer indiferentes o a alentar de modo directo o indirecto determinados comportamientos? Hoy las hinchadas en el fútbol ya no son los locos lindos que daban color y que eran filmados como parte del espectáculo. El delito se sanciona socialmente, sólo si te descubren y no pudiste “arreglar”, de lo contrario sos “flor de vivo”. Lo que importa es la plata y el figurar, mientras por el camino se van dejando jirones de humanidad.
Vamos alimentando el enano animal que crece en nuestro interior.
La verdad frente a todo me parece que me dedicaron este pasaje de una letra tanguera para describir mi estado actual:
Estas desorientado y no sabes

que trole hay que tomar
para seguir
Podría decir con acento pesimista aquello de:
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar
Sin embargo, quizá por empecinado nomás, intento pensar que no todo está perdido, que en ese ser sencillo que camina por la vereda de enfrente paseando su perro, hay una reserva que debe ser rescatada y revalorada, que en miles de seres de este país aún laten los valores, los de verdad. Ese convencimiento me hace sentir que vale la pena empeñarse en que afloren.
Pero la cosa está brava, hermano

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