Impacientes y magnicidas

Juan Manuel Santos Calderón inauguró su segundo mandato como presidente de Colombia, para el periodo previsto a cumplirse desde agosto de 2014 hasta el octavo mes del 2018, con un discurso de advertencias a los dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) del país suramericano. Según el Jefe del Ejecutivo los insurgentes ponen en peligro el proceso de paz, cuyas conversaciones entre autoridades y farianos se iniciaron en Oslo, Noruega durante noviembre de 2012 y continúan actualmente en La Habana, Cuba. En el mensaje, del 7 de agosto pasado, Santos destacó: “La paciencia de los colombianos y de la comunidad internacional no es infinita”. Los impacientes defensores del neoliberalismo apuestan, una vez más, a la derrota política y militar de la insurgencia, de las izquierdas y de los sectores progresistas.
En agosto de 2014 los colombianos recordamos dos magnicidios que cegaron la vida de personajes ilustres que habían trabajado políticamente por la justicia social y la paz de la nación. Luis Carlos Galán Sarmiento, candidato a la presidencia por el Nuevo Liberalismo, fue asesinado el 18 de agosto de 1989 durante el gobierno de Virgilio Barco Vargas (1986-1990) en pleno auge del paramilitarismo y el narcoterrorismo que declararon la guerra a la Unión Patriótica (UP), movimiento surgido tras los acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur Cuartas (1982-1986) y las FARC. Cinco años después de asesinar a Galán Sarmiento, sicarios al servicio de mafias políticas vinculadas al narco, con apoyo de integrantes del Ejército quitaron la vida a Manuel Cepeda Vargas, senador de la UP, el 9 de agosto de 1994.
Abogado, defensor y estudioso del Derecho desde su época de alumno distinguido en la Universidad del Cauca, Manuel Cepeda Vargas, se hizo militante comunista en el año 1953 cuando tenía 23 de edad. Participó en la reconstrucción de la Juventud Comunista (Juco) desde 1958 y en 1964 denunció con energía la agresión del gobierno contra la resistencia de campesinos en Marquetalia, por lo cual fue encarcelado. En la prisión escribió el libro ¡Vencerás Marquetalia! Periodista combativo, promotor de la cultura, dirigió el semanario VOZ Proletaria durante dos décadas. En su columna “La flecha en blanco” reflexionaba sobre la unidad de la izquierda, apoyó las conversaciones de paz entre organizaciones insurgentes y autoridades, denunció a los enemigos de la paz, propuso la creación del Ministerio de Cultura, participó en la creación del Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos y alentó el surgimiento de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).
Dos décadas después de la muerte de Manuel Cepeda, su hijo Iván Cepeda Castro, congresista del Polo Democrático Alternativo (PDA), defiende los procesos de paz, denuncia con argumentos a los promotores de las masacres y el paramilitarismo, particularmente al ex presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) vinculado con narcotraficantes y sicarios que han llenado de luto y dolor a Colombia. La Comisión Segunda del Senado informó un día después de inaugurado el segundo mandato de Santos Calderón que el debate sobre parapolítica se realizará el día jueves 18 de septiembre en el salón Elíptico del Capitolio Nacional. Iván Cepeda y un alto porcentaje de colombianos desean que Uribe Vélez responda por sus crímenes cometidos en complicidad con los dirigentes de las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia.
Conseguir la paz en el país donde nació Gabriel García Márquez ha resultado una tarea complicada, pero no imposible. Rodrigo Londoño, conocido como Timoleón Jiménez, comandante en jefe de las FARC, envió un mensaje el 8 de agosto desde las montañas andinas en el cual asegura tener la mejor disposición de explicar cuanto sea necesario y asumir las correspondientes consecuencias. Considera que sí es posible alcanzar la paz aunque sabe que existen deseos de un amplio sector oligárquico por exterminar a los insurgentes. Llamó a sus adversarios a pensar en los desafíos y oportunidades que traerá un acuerdo de paz. La victoria, según los dirigentes de las FARC, no consiste en aniquilar a quienes piensan diferente, sino en construir más espacios para el diálogo y la resolución civilizada de los grandes problemas que padece la población.
Ante dos amigos poderosos: Enrique Peña Nieto, presidente de México y Juan Carlos, hasta hace unos meses, monarca de España, Juan Manuel Santos prometió trabajar por la educación y la equidad en Colombia. Si el compromiso es serio se desea que el gobierno reciba y converse con profesores en Bogotá, Cali y Pasto donde continúan las movilizaciones exigiendo pagos de deudas y mejorías en las condiciones laborales del sector. Por elemental sentido de justicia es urgente la liberación de los presos políticos, muchos de los cuales ya rebasaron los años de condena que les fueron impuestos mediante chantajes y torturas. Los familiares y amigos de los prisioneros políticos también son colombianos. Las instituciones y organismos no gubernamentales de peruanos, mexicanos, cubanos y venezolanos solidarios con las luchas del pueblo colombiano, también forman parte de la comunidad internacional a la cual se refirió el presidente.

Estimular la economía formal, crear empleos de base, mejorar los salarios, tratar a los trabajadores del campo como a seres humanos, castigar a los narcotraficantes y paramilitares, así como a los mafiosos politiqueros que los protegen, aclarar ante la población de Colombia y ante la opinión pública mundial los magnicidios realizados contra Luis Carlos Galán Sarmiento, hace 25 años y contra Manuel Cepeda Vargas en 1994; deberían ser algunos de los compromisos del segundo gobierno de Santos Calderón, si es verdad que le interesa convertir a Colombia en una república donde se rinda culto a la educación y donde se promueva la equidad desde las instituciones. No bastan las elecciones de alcaldes, concejales, diputados, gobernadores y presidentes de un país. La corrupción y la represión también fomentan la impaciencia. Los magnicidios convirtieron a Colombia en un país de criminales e indiferentes. Afortunadamente todavía existen hombres como Iván Cepeda Castro que promueven la paz y mujeres como Piedad Córdoba que defienden la justicia social.

 

 

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