Carta de lector

Ayer 10 de agosto enterramos en el cementerio israelita de la Tablada de Buenos Aires los huesos de Lila Epelbaum, huesos de una gurisa de 20 años que el 4 de noviembre del 1976 fue secuestrada en la Av. Gorlero de Punta del Este. Huesos que los pusilánimes intentaron esconder en muerte y olvido.
Varios son los cómplices de este secuestro y asesinato, principalmente los miembros del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversiva (OCOA) y que mayoritariamente siguen impune por la Ley de caducidad.
Ya sabemos, podrán cortar las flores pero nunca detendrán la primavera. La nobleza de Lila vive, los vestigios de su sutil perfume se pueden sentir en cualquier corazón que crea en un mundo mejor, en cualquier mente que entienda la solidariad como elemento sustancial de la humanidad y en cualquier existencia que luche por justos ideales.
El fomento de la verdad y la memoria es crucial para contribuir a que nunca mas se repita el terrorismo de estado, es en este sentido que me parece importante que se informe sobre este hecho.
Sin otro particular, saluda atte.

C.V

 

 

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