Malinche 2.0

 

Pasada la taquicardia futbolera que fue el campeonato mundial, nos comenzamos a reacomodar en la rutina diaria, pero todavía navegando entre la resaca, los ecos de los interminables comentarios del aquel gol en «orsai», el brutal codazo de fulano, la mordida de Suárez o los penales no cobrados. La FIFA cosechó el resultado de sus desvaríos, y ya en una segunda ola, empiezan a llegar a nuestra orilla cibernética, curiosos comentarios con el afán de sorprendernos – que de eso se trata la comunicación hoy día. No importa si es cierto lo que se dice, pero el ansia de reenviar, de crear conmoción, supera la necesidad de comprobar lo que estamos difundiendo. Como sucedía hace poco con los correos basura, resultado de la fiebre del reenvío, hoy, a través de las redes sociales, seguimos descubriendo que las bondades de algunos o la altanería de otros, siempre es observada desde una perspectiva muy personal y peculiar y también muy poco racional.
Prueba de esto es un gráfico que anda por ahí, elogiando a la selección de Alemania por su «generosa» actitud durante su estadía en Brasil.
Dice más o menos, que «hace 6 meses, llegaron a Bahía y construyeron un hotel, un centro de salud, un campo de fútbol, una carretera, y que contrataron gente de la zona en lugar de llevar trabajadores alemanes.»
En realidad lo que construyeron no fue un hotel sino un complejo deportivo para uso personal de la delegación, que estuviera apartado de cualquier distracción y estratégicamente ubicado en una posición geográfica lo más cercana posible a las sedes donde les tocaría jugar, con el fin de que los viajes fueran lo menos complicado posible. La carretera en cuestión, fue el enlace con el aeropuerto más cercano que distaba 30 kilómetros del desolado lugar. Resulta entonces graciosa la afirmación de que «socializaron con las personas del lugar tanto en la playa como en la ciudad y que participaron de fiestas con la población local», cuando lo que buscaban era aislamiento y tranquilidad.

Dice además que «visitaron» a los indios y les donaron 10.000 euros para comprar una ambulancia, cuando en realidad simplemente fueron los nativos que se hicieron presentes en el complejo, unos pocos representantes de la comunidad Pataxó, para recibir la donación, que estimando a groso modo, apenas alcanza para equipar decentemente una ambulancia.
Hay también algunas otras afirmaciones menos notorias y no comprobables, pero la frutilla de la torta aparece cuando se afirma que: «Y ahora que se marchan, dejaran todo lo que construyeron para la gente local, sus instalaciones se convertirán en una escuela para los niños más pobres.»
A quien escribió esto, ¿no le resulta disparatado pensar que pudieran llevarse un complejo deportivo de 14 casas con 65 unidades residenciales, una cancha de fútbol, gimnasio, centro médico, restaurante, una piscina y una carretera de 30 kilómetros para Alemania?
La federación de fútbol alemana realizó esta inversión con una meta bien clara: ganar la copa del mundo en América y ser los primeros europeos en lograrlo y cuando construyó este descomunal paraíso, no estaba pensando en el pueblo Brasileño sino en levantar la copa de oro en la final.
Resulta arduo digerir esta explosión espontanea de «agradecimiento» que se parece más a una percepción ingenua, sino mal intencionada, ausente de dignidad.
Regalaron las herramientas que utilizaron para llevarse de América la copa de oro. Queda claro que sí, sin duda alguna, reconozco la inteligencia de los alemanes, como reconozco la de los conquistadores y colonizadores europeos cuando cambiaron sus espejitos por oro, pero cantarle loas a esta situación puntual, resulta similar a cantarle loas a los conquistadores y colonizadores europeos, por haber dejado en América sus fortalezas y los espejitos que cambiaron por el oro.
«La maldición de Malinche», canción de Gabino Palomares, compositor y cantante Mexicano, dice en una de sus estrofas:
«Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura,
nuestro pan, nuestro dinero.
Y les seguimos cambiando

oro por cuentas de vidrio
y damos nuestra riqueza
por sus espejos con brillo.

Hoy en pleno siglo XX
nos siguen llegando rubios
y les abrimos la casa
y los llamamos amigos.»

Y la ultima, premonitoria y aun vigente….

«Oh, Maldición de Malinche,

enfermedad del presente
¿Cuándo dejarás mi tierra
cuando harás libre a mi gente??

 

 

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