Dónde quedó aquel Uruguay

Realmente me da mucha pena leer los comentarios tanto de unos, como Castiglioni, Alvarez, Martín y otros por el estilo, como me produce mucha pena leer los otros, del otro lado del mostrador. No quiero criticar ni defender a Mujica ni a sus críticos, pues no voy a ganar nada con hacerlo. Ya las apuestas están cerradas, como dicen, «no va mas». Lo único que me sale desde el alma es la pena tremenda que tengo de que el Uruguay haya llegado a éste estado de incomprensión política y social. Una especie de «calma chicha» donde no se va ni para atrás ni para adelante.

Veo si, lamentable el estado mental del Uruguay, donde la función política ha caído a un abismo de estupor, donde las esperanzas de sobrevivencia y de un futuro recortado en posibilidades, ha acabado con las esperanzas de progreso de prácticamente todos los uruguayos. Unos, porque no pueden desarrollarse en medio de una inestabilidad financiera y fiscal, donde una política impositiva, quasi confiscatoria ha terminado con los sueños de superación y progreso de una minoría, los pequeños y medianos empresarios, que son quienes llevan adelante al país, con sus empresas e ideas innovadoras y su pujanza innata.

Por otro lado, tenemos a la parte improductiva de la población, quienes sólo esperan como pichón, con el pico abierto, a ver que reciben.

Por supuesto que está la parte obrera, que es la que más sufre, al ver que, el Gobierno confiscatorio que no cesa de castigar a los comerciantes medianos y pequeños, va cerrando lugares de trabajo que alimenta a esa clase obrera, la sangre pujante de la República.

Una pena, para quien como yo, conoció otro Uruguay, completamente diferente a éste. Hace 50 años, hubiese jurado, como lo hubiese hecho el 99% de los uruguayos, que lo de hoy era un imposible. Sin embargo cambió. Pero lo hizo tanto y tan abruptamente, que da pena y en mi, personalmente, me impide tener el placer de disfrutar de Uruguay como lo hice en el pasado, enorgullecido de haber nacido en un lugar, que fue el ejemplo del mundo. Un lugarcito donde el hijo de un obrero de la «marroquinería» , como yo, pudiera ser educado y compartir clubes sociales, fiestas y eventos, alternando con los hijos de los «Doctores, industriales y políticos encumbrados» Donde cualquiera valía más por su educación que por los títulos o propiedades de sus padres. Un lugarcito en el mundo, donde la gente valía por sus valores morales, por sus caridades, por sus bondades. Un lugar donde un día, siendo un niño de 10 años de edad, saliendo de mi casa con mi madre y al ver que se olvidaba de cerrar la puerta con llave, se lo hice ver y ella me contestó: no hijo, la dejo abierta en caso de algún vecino necesite arroz o azúcar o algo y lo pueda tomar prestado…

Hoy, no lo es más y me duele, porque ya no tengo de que enorgullecerme, salvo cuando un puñado de muchachos nos emborrachan con el magnífico fútbol que juegan, quizás lo único que queda del orgullo de ser uruguayo.

La envidia, la politiquería, la intolerancia y otras plagas, especialmente de políticas importadas de muy lejos y que nunca aplicaron a nuestra idiosincracia, a tenido un efecto devastador en el Uruguay. Una verdadera y triste lástima que así sea.

Ya no hay vuelta atrás. Otras políticas vendrán, la puja entre la izquierda y derecha, que desgraciadamente difícilmente se pondrán de acuerdo como en la fábula de los dos burros que tienen dos pilas de heno separadas, pero sus cuerdas, atadas al pezcuezo no le permiten comer al mismo tiempo y sólo lo podrán hacer si lo efectúan uno primero y el otro después.

El tiempo lo dirá y yo no lo veré. Por el momento comienzo mi aislación de mi pueblo, que me vió nacer, me educó grandemente y me vió partir con ansias de conquistador, con mi música, que el creador me iluminó e hizo que triunfara en otras tierras lejanas, es un hecho.

Al Uruguay le debo mi agradecimiento por haberme educado primariamente, secundariamente, me hizo persona de bien, y a USA, quien me acogió en su seno, me dió el éxito y me enseñó la espiritualidad, el sentido del trabajo, la responsabilidad, la caridad, el respeto por el semejante y la tolerancia, entre otras cosas.

Es una pena que no se pueda tener todo bajo un techo, pero la vida es así. En estos momentos de confusión, en un mundo que no logra entender que sólo se puede ser felíz cuando uno entiende que es la equidad, pero no la confunde con la igualdad.

La igualdad no es posible, pero la equidad premia al indviduo por sus valores. Es tan sencillo, pero a la vez tan difícil, que sólo los privilegiados (no simplemente por ser mas ricos, sino por ser más educados, inteligentes y justicieros) lo pueden entender y aplicar en pos de su propia felicidad.

Sigo ansiando que mi pueblo se ponga de acuerdo. Soy positivo, aunque las actitudes personales de algunos, me revuelcan por el piso, a veces. Pero en el fondo de mi ser, tento la esperanza de que un día, aunque no haya lo que me gustaría ver, que se acerquen sus actores y coincidan con los burros de la fábula, en intentar comer en armonía e inteligencia, a su tiempo. God bless!

error_outline

Los comentarios publicados en esta sección son entera responsabilidad de su firmante, y no necesariamente representa la posición de LARED21

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje