La mentira tan odiosa

No hay peor cosa en la vida que mentir, ocultar la verdad. Creo firmemente que una de las mejores formas de amar a quienes amamos es decirles la verdad, claro no es la única, hay muchas formas de amar, pero, insisto, una forma de amar es decir la verdad. Mentir es babosear, porque mirá que hay que tener huevos para decir la verdad. Hace años yo iba a una iglesia en el que había una persona que cantaba un himno cada servicio religioso. Recuerdo que una vez me preguntó si me había gustado cómo cantaba y yo le contesté que no. Recuerdo que se puso furiosa y me preguntó por qué no se lo había dicho antes, y yo le dije: «Porque no me lo preguntaste». Sí, es verdad, una vez mi padre vio que yo me estaba encaminando por este camino de decir la verdad y me dijo, «Mirá que vas a tener muchos problemas por decir la verdad» y tenía razón, uno tiene muchos problemas por decir la verdad. Ahora, mirá del otro lado, fijate cómo queda una persona que descubre que le mentiste por 25 años, o por mucho tiempo, o que le ocultaste cosas que era imprescindible que supiera. No hay muchas dudas ¿no? ¡Queda destruida! Es como que le robaron y empieza a desconfiar de todo el mundo porque un hijo de la madre le mintió. Hay también que estar muy despierto para que no te caguen a mentiras y vos no te des cuenta. Hay que tener una pizca de desconfiaza de aquellos a quienes querés para que no te encajen mentiras. Aunque si me ponés entre la espada y la pared prefiero ser víctima de una mentira que decirla. Recuerdo una vez que la directora de un liceo quería que los profesores comenzáramos el año lectivo conociéndonos mejor, entonces organizó una reunión con la psicóloga del liceo en la que había que contestar tres preguntas: ¿Qué te gusta hacer? ¿Qué te gusta oír? y ¿Qué te gusta mirar? Entonces empezó la ronda y todos los profesores fueron contestando, en general en esas reuniones es donde se dicen las mentiras más grandes y parece como si nadie se diese cuenta. Cuando me llegó el turno a mi empecé contestando que lo que me gustaba hacer era dar clase, que lo que me gustaba oír era el Canon de Pachebel (allí todos parecieron sonreírse) y cuando llego a la tercera pregunta contesto: «Y lo que me gusta mirar es mujeres desnudas». Ustedes no se imaginan las caras de todos los allí presentes, en algunos casos me pareció ver a alguien al que se le caía la mandíbula. Obviamente a partir de allí se arruinó la reunión, porque alguien había dicho la verdad. Obviamente a partir de allí fui poco menos que un leproso dentro de la sociedad profesoril.

Es verdad, creo que deberíamos educarnos más en la verdad y menos en la mentira. Cada uno de nosotros tiene delante de sí la posibilidad de ingresar a este gimnasio de la verdad, ejercitarse para no ser falluto ni hipócrita, riendo cuando no querés reír o llorando cuando no querés llorar. La vida está delante tuyo, la decisión es tuya, pero acordate de una cosa: ¿De qué sirve la vida si le vivís mintiendo a todo el mundo? Cuando estés en tu lecho de muerte y te rodee toda esa gente a la que cagaste a mentiras ¿qué les vas a decir? ¿Los cagué a mentiras a todos? Alguien escribió una vez (Anna Fels): «Quizás robarle a alguien su historia es la peor traición de todas» y vos cuando mentís le estás robando a la persona su derecho a tener su propia historia. Chau.

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