Los ruidos «molestos»

LOS RUIDOS “MOLESTOS” Y AMENAZANTES CUYA DENUNCIA POPULAR NO HAY QUE SILENCIAR NI POR DESCUIDO Y QUE “LA DIARIA” DEBERÍA DESTACAR POR RESPETO A TODOS LOS VECINOS DE TODOS LOS BARRIOS

Sin tremendismo y sin dejar de considerar como “atenuante” el empobrecimiento en valores y cultura general de todo el espacio mediático dejado por una docena de años de dictadura y unos cuantos más de genuflexión y fraude moral “ejemplar” desde la casta política profesional, hay que decirlo.

Cada vez más, en alguna llamada “prensa de izquierda” o “progresista”, o algo semejante, prolifera una cierta sutileza, un “venenito” perverso –destilado “con carpeta”, pero en forma sistemática-, funcional a lo mismo que ha buscado permanentemente la “gran prensa” clásica desde siempre: estigmatizar, enchastrar, colocar a los jóvenes de los barrios más empobrecidos, no se sabe en qué categoría de lo “satánico”, irlos arrimando día a día al pie de un patíbulo que puede llegar a serlo no en sentido figurado solamente, si desde abajo la gente no se pone re-firme y manda al diablo tanta basura represora y tanto repugnante y falaz “principio de autoridad” salidos de los intestinos revueltos y nauseabundos del ministerio del interior y del de defensa y de alguna embajada también, de una buena vez por todas…

Con carpeta o sin ella, lo que se va logrando –no sólo desde los medios escritos o “virtuales”, sino fundamentalmente desde la TV y, en menor grado, desde la radio-, más allá de intencionalidades explícitas o implícitas, es al menos ir induciendo paulatinamente a la “opinión pública” a mirar con cara rara al que porta ídem de menos de veinte años, llevarla a la condena social de la juventud –muy especialmente a la más castigada por los “avances” del saqueo capitalista- y, concomitantemente, inducir también, colectivamente, masivamente, al aval social de cualquier acto miserable y cobarde practicado por fuerzas represivas “legales” y clandestinas, en cuyas filas, por cierto, abunda el elemento muy joven al que parecería que la “mano de dios” encomendó velar por el bienestar y la seguridad de todos nosotros, santos mortales que nunca fuimos jóvenes y jamás se nos ocurriría fumarnos un porrito en alguna esquina del barrio o darle un besito a una buena “checha” compartida entre amigas y amigos, como otros dioses también mandan.

El colega NU, de “la diaria” de hoy, dedica algunos párrafos (nota: “Carne de Cañón”, con muy buena foto en la tapa) tratando de informar sobre las barbaridades incalificables de la mafia policíaca en el barrio Santa Catalina, bastión de prepotencia y violación de la soberanía por parte del “Comando Sur” yanqui, perfectamente autorizado por el gobierno y la oposición blanqui-colorada a seguir haciendo lo que se le cante en territorio nacional con la absurda apariencia de ser una bondadosa fuerza internacional de fines benéficos, culturales y humanitarios, cuya real función –además de actuar para facilitar los planes militares imperiales para América Latina, por supuesto- es ir amoldándonos a la presencia arrolladora, invasiva y rapiñera de las multinacionales extractivistas y de colaterales afines presentadas como empresas “estatales” (p. ej.: “Gas Sayago” y la nefasta regasificadora para abastecer de energía a “Aratirí”) o cosa parecida.

Intuyo que el propósito de NU no tiene mala leche, pero cuando llega al párrafo final de su nota, ¡zás!, cae en la sutil trampa del poder –mejor dicho, del abuso de poder-, que a veces nos hace sentir en la “obligación” de apelar a una objetividad que no es tal, o que, en todo caso, termina actuando como contrapeso justificativo de atrocidades, que, cuando se habla de ellas, como es el caso del súper abuso policial ocurrido en los últimos días en Sta. Catalina, se habla de ellas como algo serio y grosso, y no de pamplinas totalmente gratuitas como la que subyace, precisamente, en el párrafo final de “Carne de Cañón”, que transcribimos:
“(…) Dicen que el barrio es tranquilo, y que muchos duermen con la puerta abierta. Los jóvenes se juntan en las esquinas de noche, y a veces el ruido molesta a los vecinos, que sin embargo estaban ayer presentes en la asamblea, en silencio, como respaldo y para marcar un límite que no debería transgredirse (…)”.

Vivo en Santa Catalina, estimado cronista UN, y te aseguro que nuestro problema no es ningún ruido de gurises en la esquina “papando moscas” (que están en todo su derecho, al fin de cuentas, ¿o no?).

Nuestro problema es lo denunciado estos últimos días, junto a los seguimientos, los autos raros estacionados en la esquinas más oscuras, botones de civil caminando de acá para allá ostentando no se sabe muy bien qué; las groserías que le dicen a las muchachas al bajar del bondi y otros jeitos más de los que alguien tendrá que hacerse responsable más tarde o más temprano, le disguste a quien le disguste.

Los ruidos que molestan a los vecinos vienen acompañados de la amenaza de vehículos policiales y otros que no lo parecen, pero que lo son, a 100 por hora y sin importar peatones, perros o gatos.

Son los ruidos de la prepotencia diurna y nocturna ejercida por individuos que en general andan de cara tapada –con pasamontañas, cascos de astronautas bien oscuros-, jóvenes, muy jóvenes, que son jodidos, por cierto, pero no por ser jóvenes, precisamente.

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