La inclusión y la inserción educativa

La inclusión al sistema educativo debe ser concebida desde un punto de vista más amplio que simplemente la adecuación de los momentáneos intereses de los estudiantes en una de las carreras disponibles, ya que no es éste su propósito. Y tampoco puede ser entendida como la adecuación parcial, de las instituciones educativas, a los intereses o necesidades de los potenciales estudiantes; ya que en la práctica real esto no es del todo así.

Las instituciones educativas todas, independientemente de que hoy día realizan los máximos esfuerzos en diversificar al máximo sus opciones y alternativas, igual continúan estando limitadas por un sin fin de factores externos e internos que muchas veces no permiten dar una respuesta adecuada a todos los intereses y necesidades de las diferentes poblaciones estudiantiles enmarcadas en sus vicisitudes.

Independientemente de que la inclusión es también vital y auténtica necesidad, y que de una forma u otra, motiva a los potenciales estudiantes a pensarse y proyectarse dentro del sistema educativo una vez que ya son parte de él; también debe ser de prioridad que en el momento previo a la inclusión educativa los diferentes actores protagonistas de esta circunstancia, puedan crear colectivamente un proyecto, individual abstracto pero a la vez colectivo practico conjuntamente con la población objetivo, más amplio que contenga como pieza fundamental y a su vez eje central la necesidad real de la incorporación (más que la mera inclusión) al sistema educativo. La diferencia entre los términos la debemos entender no para quebrantar la existencia y la articulación cooperada que en la realidad puedan tener ambos, sino que debemos lograr que coexistan sin que uno se posicione por encima del otro; por lo tanto debemos definir a la inclusión como un concepto teórico de la pedagogía que hace referencia al modo en que la escuela debe dar respuesta a la diversidad.

Su supuesto básico es que hay que modificar el sistema escolar para que responda a las necesidades de todos los alumnos, en vez de que sean los alumnos quienes deban adaptarse al sistema, integrándose a él. El concepto de incorporación hace referencia al desafío de preparar mediante el tratamiento educativo adecuado a los estudiantes, con el fin de una incorporación a la vida social, tan plena como sea posible y tiene que ver con aspectos más amplios y propios de la vida humana como pueden ser los valores y la felicidad misma. La incorporación es una acción y efecto a la vez, refiere a unir o agregar algo a otra cosa para que se haga parte un todo.

Pero, no obstante esto, creo que la inclusión y la inserción al sistema educativo deben estar ligadas a un proyecto de desarrollo humano más profundo, global, sistemático y continuo. Es decir, las instituciones todas deben necesariamente instrumentar acciones que permitan al estudiante no solo plantearse como parte y actor dentro del sistema educativo sino que también debe permitirle al estudiante que de un forma u otra se proyecte en el tiempo a través de la suposición imaginaria de qué herramientas puede adquirir en el curso del proceso constructivo de su aprendizaje, para así concluir en cuales son efectivamente las destrezas y los conocimientos que en efecto adquirirá en pro de su formación integral.

Una formación en valores humanistas, una formación que convierta al potencial trabajador/a en un actor clave, pieza fundamental, del circuito productivo al cual se insertará posteriormente, con las capacidades que le permitan no solo reconocerse como tal, sino que también sentirse capaz de transformar su entorno mediante la labor a desempeñar; una labor que trasciende lo material y que alcanza inevitablemente un fin supremo, la vida.

Nuestra educación técnica actual responde a un máximo limitado de necesidades y circunstancias de proyección personal, pero debe imperiosamente continuar pensándose y revisándose a sí misma de forma continua para disminuir aún más las limitaciones propias que se suscitan en la realidad. Hoy la UTU proporciona a la sociedad uruguaya una gama determinada; como institución en servicio de los intereses sociales colectivos ha logrado transformar y transformarse al correcto beneficio de las necesidades reales en formación técnica sin descuidar la formación humanista necesaria para que los sujetos se realicen como personas, alcanzando los máximos de la dignidad humana.

La UTU debe continuar creciendo no solo como institución, sino que también como espacio generador de sistemas de inclusión para la incorporación. La UTU no compite contra ningún otro sistema y no es mejor y tampoco peor que otros sistemas, simplemente plantea realidades diferentes. Realidades diferentes necesarias que coexistan para poder alcanzar la inclusión; sumando a un trabajo conjunto interinstitucional que posibilite la incorporación real de la población estudiantil uruguaya al sistema de educación público estatal. Es un error el encasillamiento en una sola opción de formación, pero si es un acierto lograr una coordinación y trabajo conjunto entre las instituciones hoy existentes, para poder diversificar y no superponer opciones formativas, y por ende acciones que entiendan la realidad y que la transformen conjuntamente; pero cada uno de los actores desde sus posibilidades sustentándose en sus pilares que deben estar firmemente establecidos y diferenciados pero entrelazados.

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