El show nuestro de cada día

Nosotros, mi barra y yo, no íbamos muy seguido al Cine Plaza. Conocíamos si, cada uno de los cines del centro pero en salteadas excursiones que hacíamos cuando coincidían nuestra economía de botijas de barrio con algún estreno que nos tentara.

Seguramente en aquella pantalla, inmensa para nuestros ojos infantiles, vimos y vivimos algún impresionante y repentinamente canoso Moisés, bajar del monte Sinaí con las tablas de la ley alternado con algún alarido tarzanezco o con aquellos balazos precisos de Randolph Scott, quien con certera puntería desarmaba, dándole en la culata de su revólver, al villano de turno.

Cuando las finanzas no eran muy brillantes, había que esperar unas semanitas para que Moisés, Tarzán o Randolph, se devaluaran en el centro, bajaran del monte, de la liana o el caballo y, con sus pretensiones ya algo menos arrogantes, nos vinieran a demostrar sus hazañas a los cines de barrio por unos módicos pesos.

Empecé refiriéndome al Plaza, precisamente, por las noticias de estos días, que informan sobre la compra de aquel que fuera magnifico y céntrico templo del “séptimo arte” por parte de la “Iglesia Pentecostal Dios es Amor”, así, todo con pomposas mayúsculas.

Hoy éste, tal vez primer o primitivo, arte de querer convencer a la gente que debe canalizar su espiritualidad de una manera más conveniente para la fe del feligrés y las finanzas de la congregación, ha reemplazado la magia del cine, con la magia de los pastores grandilocuentes, prestidigitadores de la palabra, que tanto te sacan un dios de la galera como un angelito de atrás de la oreja.

La religión es hoy un show y, como tal, necesita de un escenario acorde. Necesita, además, que este escenario esté en un punto especial. Al igual que los estrenos la fe se expresa primero por el centro. Cosas del mercado.

Pero evidentemente el mercado se mueve obedeciendo la ley de la oferta y la demanda. Por consiguiente, es de suponer que, esta iglesia que no solo dispone de un capital suficiente para invertir en el Plaza, a través de su veneración a las leyes mercantiles esta inversión le dará ganancias a su debido tiempo.

Muchos podrán opinar que las ganancias serán en almas ganadas, también es válido pensar que ese dinero que invierten hoy, no se generó en el Monte Sinaí, como las tablas de la ley, ni salió mágicamente de la galera del “prestidigipastor”. Entonces concluimos que la fe feligresa es la que ha aportado la friolera de por lo menos, 3 millones de dólares USA (y no se están gastando hasta el último “penny” en esto).

Asombran un poco los números que se manejan hoy día en los negocios inmobiliarios en nuestro país.

Allí, es donde uno empieza a entender lo de la ubicación geográfica del templo. También se nos ocurre completar una frase archiconocida: “La fe mueve montañas… de dinero».

Por otro lado, y para liquidar este comentario, me parece que esta película ya la vi.

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