Consumismo y consumo consciente: la cuenta pendiente según Mujica (III)

La ilusión de autonomía es, tal vez, la nueva y más potente arma del dogma globalizador. Es realmente un arma poderosísima, tal vez mayor que la propia bomba atómica. El imperio soviético, por ignorarla se disolvió, sin derramar una sola gota de sangre, a pesar de su inmenso poder militar. Veamos un ejemplo para clarificar mejor lo que queremos decir. Imaginemos dos círculos concéntricos: uno, el exterior es el mayor, ocupando 90% de la superficie; el menor está en el centro de la figura, ocupando apenas el restante 10%.

Este, el menor, representa el valor real de la autonomía humana; ya el primero, el mayor simboliza las decisiones tomadas por el sistema. Por ejemplo, una persona de la clase media, debe tener auto, por el simple motivo de que si no lo posee, será considerado como un troglodita o un alienígena. Esa es la decisión del sistema. Pero – y aquí esta la apretada de tuerca fundamental – cada individuo tiene una cuota de libertad (algo de autonomía, ejemplificada en 10%), o sea, se abre una especie de ventana – que el sistema soviético dejó cerrada – para que las personas no se asfixien en un mundo de imposiciones.

En efecto, durante semanas y meses, el individuo que se está preparando para comprar un auto, utiliza todas sus energías en consultar anuncios en los diarios, vendedores y amigos, informándose acerca de las virtudes y de los defectos relacionados con marcas, tipos, modelos, colores, precios y planes de financiamiento. Esto es tan agotador que cuando la persona acaba el proceso de compra, suspira doblemente satisfecho: porque tiene en su poder el ansiado producto y porque ejerció “plenamente” su autonomía humana. Sin embargo, no se percibe que – en realidad – el comprador apenas dio el último paso de algo que ya estaba decidido por el sistema; este deja lo micro al individuo y mantiene el control de lo macro. No interesa al sistema global si el ciudadano compró un Mercedes Benz, un Renault o un Gol; lo importante es que él compró un auto y al hacerlo, entró en la categoría de ciudadano “normal”. Pero ¿que normalidad es esa, cuando otros piensan por nosotros?

Pero, ¿porque este hecho – en general – no es percibido ni discutido, incluso en las mejores Universidades? Simplemente porque todos – de izquierda, de derecha, de centro o apolíticos – fuimos educados en Occidente según el enfoque cartesiano, el cual aplicado a la actual coyuntura mundial actual, solo tiene una vía por donde transitar: crecer en términos tangibles, o sea desarrollar cada vez más productos concretos, perceptibles por nuestros órganos sensoriales, y después aplicar un lavaje cerebral encima de las personas, para que ellos sean deseados, comprados y consumidos a lo largo de un ciclo ininterrumpido.

Este análisis nos lleva a un punto crucial: precisamos – tal vez antes que cualquier otra cosa – repensar nuestra forma de ver el mundo, o sea, nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Ya hace 200 años Stuart Mill dijo: “Ninguna mejoría en la suerte de la Humanidad será posible hasta que ocurra un gran cambio en su modo de pensar.” Más recientemente, Stulman, asesor del Instituto Mundial confirma: “A pesar de los avances obtenidos, de ahora en adelante, no podemos hacer nada significativo, hasta que pensemos de forma diferente”

La nueva forma de ver el mundo se llama enfoque holístico , el cual permite completar la visión cartesiana, centrada apenas en lo tangible y lo manifiesto, con los aspectos intangibles y subyacentes, que forman parte del ser humano y del Universo. En ese contexto, realidad es el aspecto visible de un conjunto mayor, cuyo resto – oculto a las miradas superficiales – está impregnado de posibilidades infinitas, que por no haberse manifestado aún, pueden ser llamadas de utópicas (o mejor: realidades potenciales) O sea, la Realidad se compone de dos partes. Por un lado la realidad manifiesta, tangible y observable, que es lo único importante para el cartesianismo y cuya exacerbación nos ha llevado a la actual globalización “caníbal”.

Por otro lado, está la contrapartida de aquella: la realidad potencial que siempre estuvo, está y estará esperando que el ser humano la utilice para resolver sus problemas, cada vez más complejos y más desanimadores. El enfoque holístico lleva en cuenta ambas realidades, cada una en su nivel propio de acción. Por lo tanto, cualquier asunto relacionado con la problemática social, económica, tecnológica, educativa o cultural del ser humano implicará en el equilibrio entre las dos realidades o principios básicos del Universo. De este modo, la realidad manifiesta, hoy teñida por el mercado global, el desempleo, la corrupción, el consumismo, el hambre, el desperdicio y la destrucción ambiental (entre otros males), podrá ser transformada en una nueva realidad (actualmente potencial). Este asunto será desarrollado en la próxima semana.

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