EDITORIAL

Lecciones del nieto de Zollverein

Mucho antes que la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, el primer precedente del bloque de países tal como hoy lo conocemos, (1951 entre Francia, Alemania, Italia y el Benelux) hubo algo llamado Zollverein. Importa recordarlo a la luz de los problemas de euro, porque puede darnos lecciones de más de un tipo.

Luego de la derrota de Napoleón, en 1815, el Congreso de Viena creó algo llamado Confederación Alemana, que era solo un nombre común a tres docenas de estados y estaditos. Desde 1818 se crean uniones aduaneras y en 1827 de unieron varios estados en una entidad aduanera llamada Zollverein, que hacia 1866 comprendía a casi todos los estados alemanes que terminarían unificándose en Alemania bajo dominio prusiano; todos menos Austria.

En 1951 muchos recordaban personalmente la unificación Alemana y el proceso fue citado como inspiración. Y ha habido paralelismos. De simple unión aduanera limitada (Zollverein es una mina de carbón en Essen), fue agregando materias y países.

La idea de Comunidad Económica pronto precisó políticas territoriales comunes y luego tribunales arbitrales, y políticas macroeconómicas coordinadas, como bandas de flotación; más tarde organismos de decisión incluyendo un parlamento soberano. Y en 2002 una moneda común -aunque algunos no la adoptaron, como Gran Bretaña, Suecia y Polonia-, y por lo tanto un banco central común.

Ahora, la crisis griega demostró que el equilibrio es inestable, y si no se avanza, se retrocede. El gobierno socialista griego descubrió al asumir que su antecesor hacía unas jugarretas contables que disimulaban la deuda del país que superaban límites comunitarios.

Desde entonces, se ha intentado todo, desde ignorar el tema a imponer políticas recesivas que terminaron aumentando el déficit por falta de recaudación, a millonarias partidas de apoyo. Hace unos tres meses que es evidente que el problema no es Grecia. Grecia le debe a los bancos europeos y puede caer toda la estantería si no se la sostiene.

Pero no se llega a poner de acuerdo a 17 países de la eurozona. Las semana pasada el Parlamento eslovaco se negó a aportar 7,7 miles de millones de euros para ampliar un fondo de rescate europeo. Es el 10% del PIB del país, uno de los menos poblados y el segundo más pobre de la zona. Y los jubilados griegos ganan un promedio de 1.200 euros por mes mientras los eslovacos 409. Ni piensan aportar para eso. Los socialdemócratas, desde la oposición, dicen que podrían votar si se somete nuevamente a consideración, pero a cambio piden elecciones anticipadas. Si sucede, probablemente sea tarde y Grecia haya tenido que dejar pasar un vencimiento sin cumplir con el pago, cayendo en default. Y los inversores no querrán ningún papel europeo.

Al crearse una moneda común, se posibilitó que Alemania actuara como esponja de la riqueza de toda Europa. Pero además, se privó a los demás países de la principal herramienta de política económica.

Ahora, gana fuerza la idea de que se precisaría emitir bonos europeos y, en realidad, avanzar a un Ministerio de Finanzas europeo que cobre impuestos europeos y tenga una política económica global sostenida por el euro.

Aquí, toda esta historia nos urge a pensar dos cosas: Primero, que en el Mercosur está todo para hacer. Segundo, que el gobierno de la economía precisa institucionalidad fuerte y reacciones rápidas para desalentar las especulaciones.

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