EDITORIAL

En Honduras matan a los periodistas

Siete periodistas hondureños han sido asesinados en los cuatro primeros meses del 2010, mientras que otros tres corrieron igual suerte el año anterior. El 20 de abril pasado fue muerto a balazos el último de ellos, José Alberto «Georgino» Orellana, quien trabajaba en un canal de TV de San Pedro Sula.

Ni ese crimen ni los de los también periodistas José Bayardo Mairena, Manuel Juárez, Nahum Palacios, David Mez, Joseph Hernández, Luis Antonio Chávez, Bernardo Rivera, Santiago Murguía y Gabriel Fino Ortega han sido esclarecidos por el actual gobierno de Honduras, surgido tras el brutal golpe de Estado militar anticonstitucional contra el gobierno ­legítimo y democrático­ del presidente Manuel Zelaya.

En todo el mundo organizaciones defensoras de los derechos humanos alzan su voz para que estos asesinatos de colegas hondureños sean investigados y sus autores detenidos y enjuiciados, si es que se pretende llevar a la patria de Morazán por el camino de la democracia. No podemos permitir que la impunidad se consolide en esa hermana nación, que sufrió un golpe de Estado con el beneplacito de la ultraderecha norteamericana.

La Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas de la Felap registró 32 periodistas muertos en América Latina en 2009, 13 de ellos en México, es decir el 40 por ciento, y 7 en Colombia, el 21,6 por ciento, países donde el narcotráfico y grupos paramilitares tienen un enorme poder. Otros cinco periodistas mexicanos han sido asesinados en el presente año, y recientes denuncias dan cuenta de dos reporteros de la revista mexicana «Contralínea» desaparecidos mientras trabajaban en el estado de Oaxaca.

Se debe denunciar y exigir el esclarecimiento de estos asesinatos a periodistas, así como las otras muertes que siguen ocurriendo en países de América Latina.

Pero muchos callan. Sin embargo, contra Cuba, donde en más de medio siglo no ha ocurrido ningún asesinato, desaparición o tortura de un periodista, se concentra una feroz campaña mediática. Cuba es acusada por los grandes medios transnacionales, en manos de poderosos intereses económicos, políticos y militares, de violar los derechos humanos, no efectuar elecciones democráticas o reprimir al pueblo. Un diluvio de mentiras, tergiversaciones y manipulaciones se hacen de la realidad cubana ­por esos medios trasnacionales que violan principios éticos y peor aún, instigan la guerra­ solo porque esa pequeña isla ha elegido un camino independiente y soberano.

Estos mismos medios de comunicación que intentan acusar al gobierno revolucionario son los que se olvidan de las violaciones que sufren muchos periodistas en regímenes como el de Honduras. Esas trasnacionales de la comunicación y acólitos locales no deberían olvidar que la revolución socialista sigue indestructible frente al poderoso imperio, pese a ser objeto de una burda agresión informativa orquestada por Washington, con censura y mentiras sobre la realidad en la mayor de las Antillas.

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