César Cortinas: a 115 años de su nacimiento

El próximo jueves 9 de agosto se cumplirán 115 años del nacimiento del reconocido músico maragato César Cortinas. Por eso creo que, ante una celebración tan exacta, es importante volver a tomar contacto con su vida y su obra. Porque estamos en una nueva época en la cual se está revalorizando todo lo vinculado con nuestra identidad cultural, y César Cortinas es indudablemente parte de ella, aunque lo tengamos muy olvidado. Esta es, entonces, la primera entrega de 4 artículos escritos sobre el tema que pretenden honrar a tan maravilloso músico, orgullo de San José.

Nació César Cortinas en la ciudad de San José de Mayo, el 9 de agosto de 1892 y fueron sus padres don Miguel Cortinas y doña Ventura Peláez. El era el menor de cinco hermanos y por lo tanto hacia César iban las preferencias y cuidados de todo el círculo familiar, dada su complexión débil y delicada.

Creció César en un hogar donde las expresiones del espíritu eran un culto familiar y todo impulso artístico alentado a continuar y plasmarse en obras. Por ende, tonificado por el cariño familiar, pronto empezó a evidenciar su inclinación hacia la música, para la cual estaba tan bien dotado.

De sus primeros años hay una anécdota muy significativa. César tenía cinco años cuando llegó a San José una compañía de músicos trashumantes, dispuestos a realizar un espectáculo para el cual necesitaban un pianista que era imprescindible para sus interpretaciones. Se enteran entonces de que el único pianista que podía encarar el espectáculo era también el único afinador y que estaba fuera de San José ocupado en menesteres de su oficio.

En la búsqueda de pianista llega hasta ellos el comentario de que el señor Cortinas tiene un hijo que ejecuta de oído cualquier melodía que escuche previamente. Sin otras alternativas, van hasta la casa de los Cortinas y al ver a César de tan corta edad, los músicos se muestran absolutamente escépticos. Pero el padre llama a su hija Laura que con sus mayores conocimientos musicales lee las partituras que éste deberá interpretar. Realizada la lectura y ejecutadas varias veces las obras, César se sienta al piano y ante el asombro mayúsculo de todos repite de memoria y a la perfección las piezas que ha oído.

Allanada la dificultad con su participación, se realiza el concierto proyectado, que fue todo un éxito, porque el público acompañó con singular entusiasmo la velada musical.

Finalizado el concierto, los músicos quieren que el padre les confíe al pequeño para realizar una gira con él como atracción principal, a lo cual obviamente se niega el señor Cortinas.

Ahora bien, en el año 1905 don Miguel Cortinas es elegido diputado por San José y se traslada a la capital del país para ocupar su banca. Ahí comienza entonces el período de serio aprendizaje de César, pues una vez en Montevideo la familia comienza a buscarle maestro, problema nada fácil de resolver, pues estaba acostumbrado a ejecutar de oído y según reglas que el mismo se había creado y no encajaba con los métodos tradicionales de enseñanza.

Finalmente, el maestro Camilo Giucci, discípulo dilecto de Liszt y director en Montevideo del Liceo Musical «Franz Liszt», fue el encargado de dirigir a César.

Giucci comprendió desde el primer momento el genio que latía en ese tímido niño y se dedicó especialmente a enseñarle, alejado de los métodos rutinarios de la época, logrando prontos y amplios resultados, pues tres meses después, César ya sabía leer la música que ejecutaba y se presentaba con gran éxito en una audición pública.

Poco a poco lo lleva Giucci de su mano por el sendero de la mejor música y va elaborando una conciencia pianística en César, que ya comienza a escribir sus primeras composiciones con tan sólo 13 años de edad.

A este período de sus estudios en Montevideo con Camilo Giucci pertenecen sus primeras obras, entre ellas «Balada», «Printemps» y un «Ave María» a tres voces.

En busca de la madurez y el perfeccionamiento que ha de encontrar para su arte en Europa, César pone sus miras en lograr una pensión de estudio o una beca que le permita ir al Viejo Mundo y pasa dos años luchando por ese imprescindible apoyo económico para concretar sus sueños, hasta lograr su pensión para estudiar composición en Alemania, en el año 1909.

El 23 de agosto de 1909, con 17 años prácticamente recién cumplidos, se embarca entonces para Europa en el vapor «Capitán Vilano», con su bagaje de sueños, esperanzas e ideales y una enorme ansia de aprender para poder volcar el caudal de armonías que lleva adentro.

Llegado a Berlín, César se pone en contacto con su amigo Camilo Giucci (hijo), que hace un año que está estudiando violín y composición con los mejores maestros berlineses, y se va a vivir a la misma pensión que su amigo.

Enterado del sistema de estudio de academia que impera en Berlín, ve que la meta de sus aspiraciones es la «Alta Escuela de Música» que dirige el reconocido músico Max Bruch, pero se encuentra con tres obstáculos casi insalvables para ser admitido en la misma: a) se exige que los aspirantes sean alemanes o tengan una larga residencia en el país; b) que hayan cursado estudios previos en otra academia europea; c) salvados los requisitos anteriores, rendir un difícil examen de admisión eliminatorio.

César no se desanima por todos estos obstáculos y decide ver al mismísimo Max Bruch para defender sus aspiraciones y así es que le pide audiencia a través de una solicitud escrita en la que esgrime su fe, su vocación y el enorme viaje realizado para cumplir su sueño.

Max Bruch, ante la insistencia de César, pone como argumento decisivo el difícil examen de admisión, pero César igual solicita la ocasión de dar una prueba y propone agregar una composición suya al programa.

Entonces Bruch, sorprendido ante el entusiasmo y la fe en sí mismo de César, acuerda darle una posibilidad de examen que se fija para el día siguiente.

El 1° de octubre de 1909 se presenta César Cortinas a rendir su prueba de admisión, ante un jurado formidable y demuestra sus grandes condiciones de músico excepcional.

En el examen César, como había propuesto, ejecutó su «Balada» y Max Bruch, con el asombro reflejado en su rostro (según cuenta en cartas posteriores nuestro músico), se levanta y lo abraza emocionado, decretando su ingreso a la Academia como concesión especial a las brillantes condiciones reveladas por César a través de la prueba.

Una nueva etapa entonces, comenzaba en la vida de César Cortinas, después de ese determinante día. Una nueva etapa que analizaremos en notas posteriores. *

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