Emiten su propia moneda para realizar intercambios y existen en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa

Economía alternativa: los clubes de trueque se expanden en Uruguay

Apenas en meses las ferias organizadas por los clubes de trueque se multiplican. Dejando atrás los barrios montevideanos más humildes, donde continúan, comienzan a efectuarse también en barrios de clase media, fuertemente castigados por la iliquidez.

Es que el intercambio de objetos por servicios, de tareas por necesidades a veces impostergables, sin dinero de por medio, aparece como una solución alternativa, dentro de una economía castigada.

Más allá del simple trueque de un objeto por otro, la modalidad moderna del sistema permite trocar lo que uno posea, cualquier bien, por otro o por un servicio. Estos pasan desde los más sencillos (como por ejemplo un jardinero) hasta los más profesionales, donde están incluidos desde odontólogos hasta abogados.

Al profano en esta nueva materia económica le salta algo inmediatamente anómalo: ¿qué ocurre cuando los valores en troca son distintos? Es obvio que los odontólogos en esta red de trueque cobran más por su atención que los jardineros o los albañiles. Pues bien, para ello el sistema imprime «créditos» o sea pequeños billetes de un tamaño similar a la moneda de uso corriente. Estos créditos permiten compensar las diferencias que existen en la mayoría de los acuerdos. De modo similar al dinero, los créditos facilitan la compensación entre elementos de distinto costo. Estos créditos son emitidos por una suerte de central de los Clubes de Trueque y respetados por todos los asociados. Es obligación del asociado recibir los créditos como forma de compensación y tiene a su vez derecho de exigir igual trato de cualquier integrante de la red. Sin embargo, en tanto el relacionamiento comercial es de persona a persona, pueden hacerse acuerdos intermedios en los que además de los créditos existan otros elementos de pago.

Las ferias

Para comerciar en las ferias, los créditos son imprescindibles. Para obtenerlos cada aspirante a socio debe efectuar un breve cursillo que lo interioriza de sus derechos y obligaciones por pertenecer a un club de trueque. Al aprobar el cursillo, el club le entrega 500 créditos con los que podrá comenzar a comerciar: con el tiempo deberá devolverlos, pero sin que ello tenga urgencia ni intereses.

En caso de que el asociado abandone el club, deberá devolver los 500 créditos en papel o en servicios.»En definitiva, nadie es tan pobre como para no tener nada que ofrecer al club, ni tan rico que no haya algo que pueda necesitar de lo que se ofrece», afirma Alvaro Antoniello, cofundador de los primeros clubes de trueque en el país.

Antoniello explica que los asociados se inscriben en una lista de bienes y servicios, una especie de «guía amarilla» de lo que hay ofrecido en la red. Esta nómina de posibilidades está incluso en Internet (www.geocities.com/truequeuy) para facilitar los acuerdos entre socios.

Pero para incentivar el sistema están las ferias. En estas reuniones semanales y mensuales es posible saber qué hay de nuevo, de disponible, así como estimular los contactos.

«Las ferias están aumentando, no sólo en número sino también en la multiplicidad de productos que se ofrecen.

Existen sin embargo exigencias para esos productos: que sean de fabricación artesanal y en todos los casos ecológicos», explica Antoniello.

A nivel mundial

Aunque la red de trueque en Uruguay aún no supera los 1.500 asociados, están seguros que el fenómeno se expandirá como ha ocurrido en Argentina, Brasil y hasta en Estados Unidos.

En Argentina, los avatares de la crisis expandieron de tal forma la modalidad de trueque que ya superan el medio millón de asociados. En Brasil, el abanico entró incluso al sistema formal: un banco (el Banco Palma) facilita los intercambios, cada persona entrega su trabajo al Banco, que lo tasa y le entrega créditos que luego usará en ferias de trueque organizadas por el mismo banco. En Estados Unidos el «time dollar» es tan aceptado como dinero en comunidades de jubilados en Florida y Nueva York. El «time dollar» permite a quienes desean realizar trabajos comunitarios cobrar por ellos, en débitos que se les acreditan en una computadora. Cuando necesitan algún bien o servicio que se encuentra disponible en trueque, pagan a través del mismo sistema de computadora. En cuanto al tema de la legalidad, o sea el control de la emisión sobre los créditos emitidos en papel, en el mundo entero el sistema se respeta. Es que, en definitiva, en tanto no existe respaldo o aval, más allá de la palabra empeñada, acerca de esos documentos emitidos. Como nadie obliga a nadie a nada, en caso de no existir respaldo para esos documentos de compensación, ni tan siquiera con responsabilidad civil, el tema opera como lo que es: trueques reconocidos universalmente. Ante el temor de estafas, los «trocadores» explican que son difíciles. En tanto es un relacionamiento cara a cara, quien incumpla o engañe con el producto o servicio, se expone a que el hecho se haga de conocimiento general del club. Los infractores a las normas son expulsados. ¿Existe la posibilidad de especulación? Sería más bien una rareza: en tanto los créditos carecen de inflación o de intereses, la gente prefiere, y los clubes sugieren, dar rápida circulación a dichos compromisos de pago. *

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