Bolsonaro está cumpliendo lo que prometió: destruir la Amazonia
La administración del ultraderechista tiene poco o nada de interés en la preservación del medio ambiente y ha presionado para anteponer los intereses económicos de los ganaderos y madereros antes que el bienestar del pulmón del planeta.
Una reciente investigación publicada por el New York Times muestra que las acciones coercitivas, como multas y advertencias contra madereros, ganaderos y mineros que operan ilegalmente en la Amazonia, han disminuido en un 20% desde que la administración de Jair Bolsonaro tomó el poder hace siete meses.
Durante ese mismo período, las cifras del gobierno muestran que el Amazonas ha perdido casi 3.500 kilómetros cuadrados de cobertura forestal, un aumento de casi el 40% desde 2018.
El informe del Times se produce cuando Bolsonaro ha reforzado su retórica en el Amazonas en las últimas semanas, diciendo que las cifras de deforestación publicadas por el propio gobierno «son puras mentiras» y espetando a los periodistas extranjeros: «el Amazonas es nuestro, no tuyo».
«Esto es pura psicosis ambiental», agregó el mandatario.
El «problema» de cuidar el medio ambiente
Mientras hacía campaña para presidente el año pasado, Bolsonaro declaró que las vastas tierras protegidas de Brasil eran «un obstáculo» para el crecimiento económico y prometió abrirlas a la explotación comercial: no tardó ni siquiera un año en cumplir esa promesa y ahora en la Amazonia, esta hermosa selva tropical considerada el pulmón del mundo, está siendo arrasada para plantar pastizales para ganado, sembradíos de soja, para maderear y para la minería.
Dentro de Brasil las voces críticas son fuertes, pero Bolsonaro y su gobierno ultraderechista se niegan a escuchar. «Estamos enfrentando el riesgo de ver una deforestación descontrolada de la Amazonia», declararon ocho ex ministros de Medio Ambiente brasileños en una carta conjunta publicada en mayo. «Brasil necesita fortalecer sus medias de protección ambiental, no debilitarlas».
Durante una visita reciente, el ministro de cooperación económica y desarrollo de Alemania, Gerd Müller, calificó la protección de la Amazonia como «un imperativo global», especialmente dado el papel vital de la selva tropical en la absorción y almacenamiento de dióxido de carbono, esencial para el esfuerzo por frenar el calentamiento global. Y cuando los árboles se cortan, queman o arrasan, el dióxido de carbono regresa directamente a la atmósfera.
Alemania y Noruega ayudan a financiar un fondo de conservación del Amazonas de 1.300 millones de dólares, pero la administración de Bolsonaro ha cuestionado su efectividad, lo que plantea la posibilidad de que la financiación pueda dejar de enviarse.
«Sin bosques tropicales, no se puede resolver el problema del clima», dijo Müller durante un evento en São Paulo.
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