UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA

Descubren colibríes que pueden vivir en Los Andes, pero su hábitat está seriamente amenazado

De alguna manera este diminuto pájaro logró esconderse de los ornitólogos durante años, pero ahora que se le empezó a catalogar quedó en evidencia el crítico peligro en que se encuentra.

Un ejemplar macho de estrella de la colina de garganta azul (Oreotrochilus cyanolaemus). Foto: Sornoza-Molina et al, doi: 10.1642 / AUK-18-58.1
Un ejemplar macho de estrella de la colina de garganta azul (Oreotrochilus cyanolaemus). Foto: Sornoza-Molina et al, doi: 10.1642 / AUK-18-58.1

Tal vez los locales no habían notado al pájaro antes porque es demasiado pequeño, de solo 10 centímetros de largo. O tal vez fue porque vive en lo alto de los Andes ecuatorianos, o porque hiberna largos tramos de cada día. Como muchas especies nuevas (ante nuestros ojos), solo quedan unos pocos de estos colibríes.

Esa es probablemente la razón por la que nos lo perdimos por tantos años… porque sus poblaciones están en crítico peligro de extinción por la actividad humana.

Las estimaciones de población para la estrella de la colina de garganta azul (Oreotrochilus cyanolaemus) oscilan entre 500 y 750 ejemplares.

Para empeorar las cosas, todos viven dentro de una franja estrecha de sólo 100 kilómetros cuadrados, territorio que carece de protección alguna y la mayor parte está dentro de las concesiones de extracción de oro.

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Minería industrial, la sentencia de muerte

La bióloga evolutiva Elisa Bonaccorso, de la Unversidad de San Francisco en Quito, Ecuador, advierte que la minería a gran escala es el principal problema que enfrentan estos colibríes, al igual que decenas de otros animales que habitan la región. El hecho de que los desechos mineros contaminen el suelo y el agua del área estaría «casi garantizado», asegura la experta que trabajó en el estudio que descubrió al Oreotrochilus cyanolaemus.

Las empresas mineras abren constantemente nuevas zonas de extracción de oro y crean caminos a mansalva, sin planear mucho cómo mitigar el impacto ambiental que generan, asegura Juan Freile, otro de los autores de la investigación.

Si bien el Ministerio de Medio Ambiente del Ecuador supervisa dichas operaciones, rara vez rechaza un nuevo proyecto, dijo Freile, un ornitólogo del Comité Ecuatoriano de Registros Ornitológicos, «incluso si se superponen con regiones ecológicamente sensibles o con biodiversidad», denunció.

Los colibríes viven en una meseta sin árboles, llamada páramo , entre 3.000 y 3.700 metros sobre el nivel del mar. Los vientos azotan este paisaje, obligando a las aves a pasar la mayor parte del tiempo refugiándose entre los arbustos y las plantas de flores chuquiraga que bordean los lechos de los arroyos de la región. También hay habitantes humanos, pastores de vacas, ovejas que las crían para carne, leche u otros. Desafortunadamente, estas personas queman el páramo de vez en cuando para eliminar los pastos viejos y secos y estimular el crecimiento de brotes jóvenes que son más nutritivos para el ganado.

«Los páramos que han sido quemados se recuperan muy lentamente y pierden biodiversidad», dijo Freile. Unas pocas especies de pasto reaparecen y desaparecen los arbustos nativos, en los cuales habitan los colibríes.

Algunos agricultores también arrasan los pastizales para sembrar papas, cebollas, frijoles y granos. Hace unos 15 o 20 años, cuando las empresas papeleras empezaron a llegar con árboles de pino no nativos a la meseta para producir celulosa, las plantaciones de pino comenzaron a empujar el ecosistema del páramo más y más lejos de sus lugares originales.

Todos estos son factores que reducen la posibilidades de subsistencia de los 500 a 750 ejemplares del diminuto pájaro, que podría desaparecer en pocos años.

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