«La mala noticia es que es probable que las temperaturas de la superficie comiencen a aumentar más rápidamente en las próximas décadas», concluyó.
La circulación oceánica está cambiando y podría acelerar el calentamiento global
Este año la circulación oceánica alcanzó su velocidad más baja de los últimos 1.500 años. Recientemente se publicó una investigación que encontró que esto no necesariamente es causa del calentamiento global, pero que sí podría potenciar sus efectos.
A principios de este año, descubrimos que la circulación del océano está en un su nivel bajo de los últimos 1.500 años. Ahora, una investigación publicada en la revista científica Nature sugiere que no es precisamente causada por el calentamiento global, como se pensaba anteriormente, sino que es parte de un ciclo regular y de varias décadas.
Pero lo más importante es que, a pesar de que puede ser algo que iba a suceder de todas formas, también podría tener mayores impactos en todo el planeta a causa del cambio climático.
Ka-Kit Tung, profesor de matemáticas aplicadas en la Universidad de Washington y coautor del documento, explicó en un comunicado que hay algo llamado Circulación de Derrumbe Meridional del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés), que es el gran sistema de corrientes que envía las aguas superficiales de los océanos hacia el norte hasta el Océano Atlántico. Aquí, el agua más pesada (y más salada) se hunde hacia el fondo y se regresa hacia el sur, donde asciende a la superficie y fluye hacia el norte una vez más.
En abril, otro estudio confirmó que la AMOC había disminuido su velocidad en aproximadamente un 15% en las últimas décadas, situándolo en su tasa más baja en 1.500 años. En ese momento, los investigadores afirmaron que esta era la culminación de 150 años de emisiones de gases de efecto invernadero y el aumento de las temperaturas globales, pero un nuevo estudio sugiere lo contrario.
Exacerbando el calentamiento global
Cuando la AMOC se encuentra en una «fase rápida», tiene más agua tibia y salada proveniente de los trópicos que desembocan en el Atlántico Norte. Poco a poco, esto provoca que más glaciares se descongelen, de modo que el agua dulce del hielo aligere la superficie del agua, reduciendo la velocidad a la que se hunde, reduciendo la velocidad de la corriente e induciendo la «fase lenta».
En este punto, el Atlántico Norte se vuelve más frío y el derretimiento del hielo comienza a disminuir. Con el tiempo, la cantidad de agua dulce en la superficie disminuirá y el agua más salada (y, por lo tanto, más pesada) se puede hundir, iniciando todo el proceso una vez más.
«La buena noticia es que los indicadores muestran que esta desaceleración llegando a su fin de ciclo, por lo que no deberíamos alarmarnos de que esta corriente colapse a corto plazo», agregó Tung.
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