ADIÓS AMIGA

Falleció Koko, la gorila que hablaba en señas y era fan de Robin Williams

La gorila se hizo famosa por aprender cientos de palabras en lenguaje de señas y poder comunicarse con humanos de una forma fluida. Además era una fanática abiertamente declarada del actor Robin Williams, a quien lloró cuando se enteró de su muerte.

 

Koko, la gorila que se hizo mundialmente famosa por aprender a hablar en lenguaje de señas con su entrenadora humana, murió este jueves a la edad de 46 años.

«Koko tocó la vida de millones como embajadora de todos los gorilas y un ícono de comunicación y empatía entre especies», anunció la Gorilla Foundation en un comunicado. El fallecimiento, según dijeron ocurrió anoche mientras dormía. «Ella fue amada y será profundamente extrañada», agregaron.

En el apogeo de su fama, Koko apareció dos veces en la portada de la revista National Geographic, conoció a celebridades como Robin Williams -de quien era gran fanática y se había visto todas las películas- y sacudió al establishment científico con sus habilidades aparentemente extraordinarias.

Del rechazo al amor de todo el mundo

La increíble historia de Koko comenzó en 1971 cuando una gorila del zoológico de San Francisco, California, rechazó a su bebé. Esto le dio a la entonces recién graduada de la Universidad de Stanford, Penny Patterson, una oportunidad única para ver si su extraordinaria -y algo poco convencional- idea de enseñarle a un gran simio cómo hablar, era de alguna manera posible.

Después de algunos años de trabajar con este gigante cuya especie habita en bosques africanos, Patterson inició el Proyecto Koko, y afirmó que podría llegar a entender y usar más de 1.000 palabras diferentes en el lenguaje de señas estadounidense. Durante las siguientes cuatro décadas se convirtió en su madre, amiga, mentora e intérprete.

La científica afirmó muchas veces que Koko podría hablar sobre el futuro, rimar, contar chistes e incluso mentir. Sin embargo, a pesar de lo dicho por ella sobre lo que Koko podría hacer, la comunidad científica se ha mantenido firmemente crítica y excéptica de estas afirmaciones. Esto se debe principalmente al hecho de que por su estrecha relación con Koko, Patterson estaba comprensiblemente muy a la defensiva, y se negó a permitir el acceso de investigadores independientes en todo momento.

Koko llegó a tener mascotas. Durante años ayudó a criar y cuidar con cariño y dedicación varios gatos y se llegó a encariñar especialmente con uno llamado All Ball, a quien ella misma puso el nombre hace algunos años. Era sumamente cuidadosa y trataba a los pequeños felinos con una delicadeza admirable y se refería a ellos con la seña de «amigo».

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