Amores perros

Las vueltas de Jota Erre, ¿olvido y perdón?

Juan Ramón Carrasco

Como se recordará, el Campeonato Uruguayo 2009/2010 fue de Peñarol. Como corresponde, Nacional se puso inmediatamente en campaña para cortarle la racha ya que, si bien los mirasoles venían de siete años de sequía, no era bueno dejarlos levantar cabeza, se razonaba en tiendas tricolores. Pero el desafío implicaba elegir un técnico nuevo ya que el ciclo Acevedo había concluido tras perder la final con los rayados.

Así las cosas, comenzó el desfile de posibles candidatos. Que Martín Lasarte, que Gerardo Pelusso y, por supuesto… El Hugo como cabeza de lista. Pero las fuertes críticas que De León había lanzado durante la campaña electoral que puso a Ricardo Alarcón como presidente de la institución, lo dejó automáticamente por el camino. (De hecho, tras la ida a mitad de este año del “Muñeco” Gallardo, Alarcón prefirió zambullirse en la polémica y, ante la escasez de sustitutos, contratar al “Chavo” Díaz con tal de no tener que optar por El Hugo).

Pero tampoco la anterior elección de técnico fue sencilla ni careció de controversia cuando Alarcón sorprendió a más de un allegado al dar a conocer sus preferencias por Juan Ramón Carrasco. Dueño de una personalidad tan polémica como su designación, JR venía acumulando un historial de orientador técnico que generaba tanta admiración como cautela. Le imprimía a sus equipos un talante netamente ofensivo pero que, muchas veces, recogía tantos goles como los que hacía. Pero su estilo (y la “ayudita” de su amigo Casal) le había permitido incluso llegar a ocupar el cargo de orientador técnico de la selección mayor, puesto del cual debió salir por la puerta trasera luego de que la Celeste fuera goleada por Venezuela en el Estadio Centenario.

Pero además de todo esto, JR cargaba con dos “culpas” mayores: haberse puesto la rayada a final de los años 80 (llegó a declarar públicamente que lo había hecho para “castigar” a la directiva bolsilluda de entonces, que se había negado a contratarlo), y haberle convertido el gol a Defensor, que a la postre posibilitó que los aurinegros participaran de la definición del torneo de 1997 y alcanzaran su segundo quinquenio.

Por otra parte, ese fatídico gol había sido totalmente innecesario a los intereses del equipo tricolor ya que solo con empatar con los violetas, éstos hubieran obtenido el primer puesto en la tabla anual, dejando por el camino a Peñarol.

Las consecuencias de ambos hechos, acumulados en el tiempo, fue que las relaciones con la hinchada y con la dirigencia, quedaran muy tensas. De hecho, durante años Carrasco fue excluido de los festejos tradicionales en la sede tricolor (aniversario de la fundación, celebraciones por las obtenciones de las copas Libertadores e Intercontinentales).

Con la llegada de Alarcón, la frialdad se entibió. Y el titular nacionalófilo apostó fuerte cuando planteó en el seno de la directiva (casi unánimemente afín a su pensamiento, solo uno de los dirigentes pertenece al sector que le disputó la presidencia), que quería que Carrasco fuera el técnico. Y, como es casi habitual, se salió con la suya.

Y JR, aplicando un menú de excentricidades (turnaba a los goleros que jugaban una fecha sí y una no, por ejemplo) y una estrategia un poco más conservadora que lo habitual, cumplió su sueño de ser campeón con el club de sus amores.

Pero al finalizar el último partido, el de la consagración, se retiró sin quedarse a festejar el merecido triunfo con los jugadores y la dirigencia. Era una señal de que el hielo hacía semanas que había comenzado a solidificarse nuevamente. Fue así que no sorprendió que, contrariamente a lo que ocurre cuando un DT gana un campeonato, se fuera para su casa.

El domingo pasado volvió al Parque Central, que lo alojó hace casi 40 años cuando era un adolescente rebelde y habilidoso, pero ahora como técnico de Danubio. Y la expectativa estaba en el aire: ¿cómo lo recibirían los miles de hinchas bolsos? ¿como el DT que ganó la penúltima campaña? ¿se acordarían de las cuentas pasadas?

Veamos el detallista artículo que escribió al respecto el periodista Pablo Benítez, de El Observador: “…el revuelo de cámaras y fotógrafos está pendiente de la salida de Juan Ramón Carrasco…Y ahí sube las escaleras Juan Ramón. Sorprende porque enfila hacia el sector de Nacional”. El cronista consigna que JR saluda al banco tricolor y sus técnicos. “Entonces se da vuelta hacia la tribuna oficial. A desplegar la coreografía ensayada en la semana… ¿Qué hizo JR? Se llevó las manos a la boca en forma de corazón, las infló como un globo y lo reventó con golpes en el pecho, como una ofrenda a los hinchas del club de sus amores que lo aplaudieron con cariño. Se ubicó en su sector y volvió a repetir la coreo. Igualita. Como para un 10 de Pachano”.

“Alejandro Lembo fue el único que corrió para saludarlo. Se dieron un apretón de manos. Con Christian Núñez se saludaron de palabra, más distantes”.

La hinchada fue “cariñosa”, especifica el periodista. No lo recibió como a un ídolo añorado con gritos de euforia y gente colgada del alambrado. El recibimiento fue casi de compromiso.

La pregunta es, ¿la hinchada habrá realmente olvidado sus dos “grandes culpas”?  ¿o solo lo habrá perdonado?

Marcelo Martorelli es columnista de  fanaticode.com

Te recomendamos

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje