La lucha de la timba y el son

La vanguardia musical cubana quedó a la zaga

Hace años todo apuntaba a lo contrario después de la invasión timbera que «incendio» plazas disqueras y pistas de baile del país y del exterior.

Del grupo integrado por NG La Banda, Pablo FG y su Elite, Isaac Delgado, La Charanga Habanera, Manolín, el médico de la salsa, y Juan Formell y Los Van Van, tan solo este último pudo penetrar en profundidad y con fuertes contratos el mercado norteamericano y estabilizar plazas europeas y latinoamericanas.

El experimento cubano, encabezado por el guitarrista norteamericano Ry Cooder, resulta hasta ahora el más exitoso con la cosecha de un Grammy (Buena Vista Social Club) y la venta millonaria de ese disco que aún se encuentra en la lista de favoritos de la revista norteamericana Billboar, con perspectiva de un Oscar para Win Wenders y otro Grammy pára Ibrahim Ferrer.

Seis timbas

Frente a esta realidad, está la timba, calificada por su autores de «música cubana de nueva generación y tocada por artistas educados en las escuelas de arte y que conocen de arriba abajo el pentagrama.

Su líder, Juan Formell, explica que en sus variantes está la timba con songo (Los Van Van), timba con son (Adalberto Alvarez), timba con rap (Manolín el médico de la Salsa), timba con jazz (NG La Banda), timba con bolero (Isacc Delgado) y timba con sofocación (Paulo FG y su Elite).

La timba es la propuesta más novedosa de la música cubana actual y está dotada de una polirritmia, arreglos y armonías muy de vanguardia, que incluso escapan a los bailadores y oyentes foráneos. De eso están muy conscientes los que se oponen a su ingreso en el mercado norteamericano.

La timba se yergue como el deafío más grande a todo el sistema salsero del exterior y, según el ex Irakere Oscar Valdés, «para que se popularice y prenda esa música como toda la cubana requiere de alguien que la coloque en el mercado».

¿Pasado y futuro?

Buena Vista Social Club repite la fórmula de Andy García en el documental sobre Israel López (Cachao), pero le saca ventaja en el tratamiento de las raíces y con músicos en su mayoría jubilados y no permeados por influencias foráneas.

El resultado es brillante, conmovedor aunque también tradicional: se trata de una vuelta al pasado, muy distinto a la timba que plantea un futuro más inquietante por desconocido y misterioso.

La timba no ha encontrado a su Ry Cooder. Los Van Van son un ejemplo glorioso pero no es el conjunto (no puede serlo) ni la variedad que éste supone.

Compay Segundo, Rúben González, Ibrahim Ferrer, Pio Leyva, Omara Portuondo y los otros, son la punta, bajo la cual se encuentra el gigantesco iceberg de estilos y sonoridades de la música cubana.

El año recién concluido puso en la palestra una especie de duelo interno entre músicos de vieja y nueva generación en el país.

Los primeros, representantes de las corrientes tradicionales; los segundos, herederos y, al a vez, negadores.

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