Reinauguran el Museo del Azulejo

Memoria de las paredes

Considerado como el más importante museo del Conosur, el Museo del Azulejo de Montevideo tiene un total de 2.400 piezas de las más diversas nacionalidades, más cincuenta paneles con fotos, sellos, mapas y catálogos, distribuidos en ocho luminosas salas.

Las piezas expuestas constituyen una fiesta de los sentidos –al decir de Ronald Barthes– en los dos pisos y un subsuelo, que reúnen más de cincuenta paneles con fotos, sellos, mapas y catálogos, en decenas de vitrinas que celosamente albergan casi dos millares y medio de azulejos.

Momento uno

Inaugurado en la víspera de la nochebuena del año 98, el Museo del Azulejo está ubicado en pleno barrio Pocitos, en una casona reciclada de la calle Cavia al 3080.

Este emprendimiento conjunto de la Intendencia Municipal de Montevideo y el coleccionista y actual director honorario, Alejandro Artucio Urioste, surge de la pasión del coleccionista quien dice haber empezado a coleccionar «allá por 1960, porque iban a demoler una casa que estaba en la calle Reconquista en frente al actual hotel Columbia. Me daba mucha lástima y quise replantearla, fotografiarla. Cuenta Artucio que «cuando fui, estaba el dueño de la demolición y le pedí que me regalara los azulejos y… me los regaló. Me dijo que pasara por la barraca que tenía 50 más, diferentes. Fui a la barraca, compré 50 azulejos y a partir de ese momento me entusiasmé. Empecé a juntar y también entusiasmé a tres amigos más. (…) La idea concreta de hacer un museo vino como todo en la vida, por una serie de coincidencias: mi familia era amiga, en Maldonado, de la directora del Parque Lusich y hablando con ella de que la casona de Lusich tenía el segundo piso vacío, se le ocurrió hacer una muestra».

Momento dos

Recuerda Artucio que se pidió autorización al entonces intendente Domingo Burgueño y que se hizo un museo de azulejos en Maldonado: «chico, con dos salas y 500 azulejos repetidos. Arana lo fue a ver varias veces y le gustó mucho, y hablando con él cuando ya era intendente y comentándole que yo tenía en casa encajonados muchos más, me propuso hacer un museo con todos mis azulejos, y me pareció muy buena idea; se estudió la parte legal y se llegó a un acuerdo. Hicimos un convenio por el cual el municipio puso la casa y se ocupa de todos los gastos y yo de los azulejos. La contrapartida es que si el municipio cumple con todo como lo va perfectamente haciendo, o sea mantiene el edificio y mantiene la seguridad, yo tengo la obligación moral de dejar los azulejos. En el convenio figura también una tercera parte en el momento muy necesaria, que fue la empresa Metzen y Sena, que pagó todo el reciclaje de la casa y todas las vitrinas».

Orígenes

Bajo la premisa de exhibir los azulejos que fueron utilizados en la arquitectura uruguaya, desde la época colonial hasta la década del 30, se hallan piezas de diversas nacionalidades: españolas, inglesas, portuguesas, argentinas, belgas, alemanas e italianas. Según los entendidos las más valiosas son las de origen francés, pues se trata de ejemplares muy difíciles de hallar en otras partes del mundo

Uruguay y Argelia fueron dos principales destinos de exportación de los azulejos producidos en el norte de Francia, en un pueblito llamado Desvrés ubicado en la villa Pais de Calais, cerca del Túnel de la Mancha. Estos ejemplares se caracterizan por tener fondo blanco, y presentar dibujos con motivos geométricos, que no están hechos a pincel sino con el método de plantilla calada que se colocaba sobre el bizcocho para luego ser coloreados: con óxido de cobalto para darle el color azul y con óxido de manganeso para darle la tonalidad violeta.

Según explica Artucio, en la época de la Colonia los azulejos eran valencianos y catalanes, cuya principal característica es que son pintados a mano: los policromos fueron fabricados entre 1780 y 1800 y los de un solo color son posteriores a 1800; después del año 1840 y hasta cerca de fin de siglo, son todos de origen francés. Luego, de principios del siglo XX, son los llamados art nouveau provenientes de diferentes países.

En la muestra instalada en el Museo también es posible encontrar algunos ejemplares uruguayos del año 30, que pese a ser pocos en número, poseen gran valor testimonial. También aparece un pequeño grupo de la ciudad holandesa Delft y ejemplares de origen portugués, los llamados «azulejos de fachada» que van desde el 1600 hasta el 1900, denominación que responde a una vieja costumbre –la de revestir el frente de las casas con este tipo de azulejos– practicada básicamente en Lisboa y retomada recientemente.

Las vitrinas, acompañadas de catálogos y fotografías de cada época, ilustran cómo lucían las distintas piezas en un conjunto armónico. Aljibes, fuentes y zaguanes, torres, oratorios y cascos de estancias, cúpulas de iglesias y catedrales de distintos departamentos revestidas casi cien años después de construidas, fenómeno que se dio también en la República Argentina.

El museo del Azulejo recibe visitantes de martes a domingos entre las 13:30 y las 18:30 horas.

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