Falleció Eduardo Malet, fundador del Teatro Circular e introductor del teatro isabelino en el Uruguay

El martes pasado dejó de existir Eduardo Malet, por definición hombre de teatro e impulsor permanente de nuevas generaciones de actores. Su verdadero apellido era Mazza, (hermano mayor del director Hugo Mazza) y se había visto obligado a inventarse un seudónimo porque los patrones del lugar en el cual trabajaba no veían con agrado su dedicación al teatro. Había sido director y fundador en 1944 del desaparecido grupo La Barraca, que había tomado su nombre del hispano grupo lorquiano, y que durante una década fue un importante animador de la actividad teatral independiente montevideana dirigiendo obras de Pagnol, Shaw, Wilder, 0’Neill, Molière, Pirandello, Coward y otros.

Después Malet hizo lo propio en esos años al frente de dos grupos de alumnos que en el Instituto Cultural Anglo-Uruguayo (ICAU), además del idioma inglés estudiaban teatro bajo su dirección, fundando entre otros en 1977 el recordado «Teatro Equipo». Este realizó diversas puestas en escena para niños y adultos. Con un cuidado lenguaje figurativo apuntaba a burlar a la dictadura cívico-militar.

Bajo la rúbrica «The Montevideo Players» uno de esos grupos montaba sus espectáculos inicialmente en la biblioteca del ICAU, donde improvisaba una platea en redondo moviendo el mobiliario cuando terminaba su horario de atención al público, cosa que Malet recuerda como «el primer teatro circular», que anticipaba lo que se concretaría en 1954. El otro grupo, más joven, fue con el cual –partiendo de esas experiencias docentes y de lo que observara en dos viajes a Europa y Estados Unidos­ Malet impulsó la construcción de un teatro en círculo. Este sistema se venía extendiendo rápidamente en el mundo, pero sus antecedentes más remotos se podrían rastrear hasta la Grecia clásica, pasando por los autos sacramentales, la «commedia dell’arte» y, en lo más inmediato, el picadero del circo criollo de los hermanos Podestá.

En 1954 todas las salas teatrales de nuestro país eran frontales, es decir, un escenario y enfrente la platea (El Galpón, El Tinglado) y algunas de ellas podían tener sobre la platea tertulia y galería (Solís, Verdi, Stella D’Italia), así que cuando Eduardo Malet construye un teatro circular el hecho resulta todo un acontecimiento. Los destructores de siempre dictaminaron que «ese mamarracho no durará ni lo que un lirio ya que los actores no sabrán moverse rodeados de público y no hay forma de lograr que no estén de espaldas, y por tanto eso no será del gusto de nuestro público», palabras más o menos, como lo recuerda la prensa de la época.

A Eduardo Malet, Eduardo Prous y Gloria Levi, los fundadores del Teatro Circular, como experimentada gente de teatro, poco o nada les importaron esos comentarios. Eduardo Malet conocía directamente ese tipo de teatro (el escenario isabelino) por haberlo visto en Inglaterra y Estados Unidos, pero además, detalle insignificante que olvidaban los supuestos eruditos: ¿El teatro griego no era circular? Hace dos años, Malet recibió el reconocimiento del premio Florencio por su trayectoria. Impulsor de innumerables elencos independientes, humanista, docente y hombre de una marcada humildad ­no se dejaba fotografiar­, nunca antepuso otros intereses a su amor al arte teatral. *

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