Vida de un maestro

La vida, cuando se asume como una épica cotidiana, es un compromiso insoslayable que discurre entre la reflexión, la acción y la permanente construcción de quimeras.

Contrariamente a lo que afirman los contumaces profetas del desastre, la utopía no se agota en un mero naufragio ideológico o en una frustración coyuntural, porque es un ejercicio permanente de elaboración.

Sin embargo, en este proceso no todo se limita al plano teórico, en el que se suelen idealizarse visiones y situaciones. El gran desafío es siempre la práctica transformadora y el debate esclarecedor.

Partiendo de la tesis de que el ser humano es un individuo eminentemente subjetivo, existe siempre el imperativo de desarrollar el ejercicio crítico para acercarse a la verdad.

Más allá de eventuales concepciones deterministas, la historia corrobora  con un rigor casi absoluto   que el Hombre es la gran herramienta de todos los procesos.

Ello quedó demostrado el 31 de octubre del año pasado, cuando más de la mitad de los uruguayos  en una expresión libérrima de su derecho a la autodeterminación- otorgó la mayoría absoluta al único proyecto de cambio político, social y económico.

Es evidente, entonces, que el ser humano es siempre el arquitecto de su destino, en la medida que imponga su voluntad de incidir en los acontecimientos que lo tienen como protagonista.

Al margen de otras eventuales disquisiciones, existe siempre un factor determinante en el futuro de un individuo o un colectivo social: la educación.

Si bien este fenómeno trasciende al mero ámbito físico y pedagógico del aula, los procesos de aprendizaje suelen ser la levadura que permite crecer con independencia y plena conciencia de la realidad.

El maestro uruguayo Jesualdo Sosa (1905-1982) fue un educador referente, que plasmó su magisterio en el medio rural, en una prédica fermental que le permitió concitar la admiración de colegas y alumnos.

La publicación de «Vida de un maestro» en 1935, en la que se narra la experiencia del autor en la escuela rural de Canteras de Riachuelo, provocó una fuerte conmoción entre los educadores latinoamericanos. Este libro, que fue reeditado este año al cumplirse el primer centenario del nacimiento del eminente pedagogo, constituye un esclarecedor testimonio de la cátedra impartida por Jesualdo.

En este trabajo, el autor aborda minuciosamente su praxis educativa, que privilegiaba nuevas pautas de actividad, libertad y autonomía.

Jesualdo otorgó a la expresión una dimensión relevante, en el marco del proceso de desarrollo integral del niño y su capacidad para crear a partir de los estímulos.

En este trabajo sin dudas esclarecedor, el educador construye los conceptos de lo que fue su prédica, partiendo de la necesidad de posibilitar que los pequeños, que recién están naciendo al conocimiento del mundo, puedan traducir sus inquietudes, emociones y vivencias cotidianas.

El espíritu transformador y emancipador de Jesualdo quedó corroborado cuando, en 1935, luego de la publicación del libro,

la dictadura de la época lo destituyó y suspendió la fecunda experiencia que éste había iniciado.

(Ediciones de Trilce)

 

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