PREMIOS  

Premios Platino: Un premio lleno de denuncias y alguna nalgada a Natalia Oreiro

Los premios Platino 2016, que se entregaron el domingo de noche en Punta del Este, dejaron aflorar, como si debajo del agua supuraran volcanes, las problemáticas que conmueven a nuestro continente. Por más que el objetivo, como el  Oscar norteamericano, fuera dirigido a reconocer el mérito de lo mejor del cine iberoamericano la realidad candente que nos conmueve se filtró a través de premiados y conductores reflejando nuestra identidad, bien en las antípodas del esterilizado mundo sajón.

Premio Platino a la mejor ópera prima: Ixcanul.
Premio Platino a la mejor ópera prima: Ixcanul.

Por lo pronto la presencia contundente como la de la guatemalteca Rigoberta Menchú, premio nobel de la Paz de 1992, que llegó con el equipo de la película Ixcanul, para entregar un premio que se instituye este año por primera vez, a la Educación en Valores, ya demuestra que a los latinos nos importan más los valores humanos que los efectos especiales u otros rubros que aún no han sido instituidos.

Pero este símbolo de Paz abrió la puerta al hecho más polémico de la gala cuando la actriz brasileña Karine Teles, del documental «¿A qué hora vuelve ella?”, recibió premio con la consigna «fora Temer», presidente interino de su país, que entre sus primeros actos de gobierno, luego de destituir de su cargo a Dilma, suprimió el Ministerio de Cultura.

Pero no fue el único momento en que las ardientes realidades sociales salieron a la luz esa noche en forma más o menos evidente. Dolores Fonzi al recibir el Platino a la Mejor interpretación femenina por Paulina, hizo declaraciones contundente contra la violencia doméstica y de la nada extrajo una cartel que decía “Libertad a Belén”. Belén es una joven argentina de 27 años que está detenida desde el 2014, en Tucumán, con ocho años de condena, acusada de haber provocado un aborto, cuando todo indica que fue un aborto espontaneo.

Las reivindicaciones sociales siguieron. El actor que representa a Karamakate, un chamán amazónico y último superviviente de su tribu, en la película colombiana que se llevó todos los premios “El abrazo de la serpiente”, de Ciro Guerra, hizo un homenaje a la paz que acaba de iniciar su camino en Colombia, y reivindicó a la américa indígena.

Indigenismo, feminismo, lucha contra la violencia de género, – en los papeles y en la práctica- más el aditamento de los ritmos de todo el continente fueron las tónicas que dieron color latino a esta ceremonia que intenta, como el Oscar, ser todo lujo, imagen, show off y alfombra roja.

Latinoamérica canta, vibra y se expresa así. Por suerte.

Una nalgada al Oreiro

Este evento, en principio, iba a ser conducido por Santiago Segura que desbordó de imaginación y humor y Natalia Oreiro que desborda en otras virtudes que le escasean a Santiago: belleza, simpatía, glamour, y que además interpretó uno de sus temas favoritos “Garota de Ipanema.” Y de pronto, menos de un mes antes, apareció el actor mexicano Adal Ramones como co conductor, lo que produjo cierta notoria incomodidad a pesar de los esfuerzos por disimularlo. Lo que en el director de cine Santiago Segura era ironía fina en Adal eran chistes malos que caían como pedrada.

Pero la temperatura subió cuando el director de cine español, Segura, le dio una palmada en la cola a Natalia Oreiro en el escenario al anunciar un movido tema tropical. No queremos imaginar la furia de Natalia detrás de pantallas.

De hecho en la próxima salida de los presentadores Natalia hizo una defensa del rol de la mujer y Santiago aprobó obedientemente la consigna de igualdad de género con lo por lo cual fue “premiado” por con un besito en la mejilla por la actriz uruguaya.

Hechas las paces, salvado el papelón y Santas Pascuas.

Juntos pero no revueltos

Lo menos agradable del evento fue la estricta compartimentación de las áreas: por un lado la prensa, por otro la entrada de los vip por la alfombra roja bajo los flashes y atrás el resto de los invitados: directores, actores, productores, distribuidores, y demás.

Entraron por puertas diferentes. La prensa tuvo su espacio para trabajar con pantallas, computadoras, internet y abundante comida. Los vip fueron chupados por una aspiradora a cenar en algún otro lugar y la masa de 800 invitados comimos empanadas, choripán y pasta, solo acompañados por algunos que se ve que se equivocaron de puerta como Francella, Rada o Cecilia Roth. A tal punto la distancia que el Intendente Antía, luego de la cena para vip, se acercó a las “masas sudorosas” entre las que estábamos en dulce montón productores, y directores como Juan José Jusid, el elenco peruano, autoridades del centro de Hoteles y la Liga de Fomento… en fin lo medio vip.

Tal fue la política de “no comunicación“ que en ese espacio -único lugar para compartir con los visitantes- dejaron los tamboriles de tal forma que, aun habiendo mucho de qué hablar y comentar, nadie podía escucharse. Una pena. Estos eventos son también un lugar de encuentro, de chispas que hacen nacer proyectos, de abrazos espontáneos que saltean años de silencio, que palabras dichas en voz baja, como un “disculpame” que solucionan viejos y resentidos conflictos, de presentaciones, de rencuentros con viejos amores. La familia del cine se reconoce así en festivales y suponíamos, también en los premios. Sin embargo los 800 invitados medio vip fuimos algo así como los invitados a los programas de televisión que están para aplaudir.

Igual humanos somos los humanos y con besos a la distancia y presentaciones a distancia, con encuentros furtivos en los pasillos, o entre el sonar de tamboriles nos vimos y supimos que compartimos el mismo espacio. Eso estuvo bueno.

Y Punta del Este, a pesar del frio, tuvo una noche caliente.

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