TEATRO

“La Señorita Julia” de August Strindberg continúa con sus funciones hasta el 21 de febrero

“La señorita Julia reflexiona sobre las relaciones de poder, las políticas sobre la sexualidad, los vínculos sociales, como así también sobre las condiciones y las posiciones de clase”, explica el Teatro Solís, lugar en el que tiene lugar la obra.

señorita-julia“La Señorita Julia”, célebre obra de August Strindberg, presenta sus funciones en el Teatro Solís con la dirección de Cristina Banegas en una co-producción argentino-uruguaya con el apoyo de Iberescena y la actuación de Belén Blanco, Gustavo Suárez y Susana Brussa.

En esta ocasión, Alberto Ure y José Tcherkaski realizaron la adaptación al Río de la Plata de esta emblemática obra creada en 1978, mientras en Argentina y Uruguay gobiernan de facto Videla y Bordaberry.

Desde el 5 de febrero, todos los jueves, viernes y sábados se puede ver el espectáculo a las 21.30 horas y los domingos a las 19.30 horas. Las próximas funciones son el jueves 11, viernes 12, sábado 13, domingo 14, jueves 18, viernes 19, sábado 20 y domingo 21 de febrero. Las entradas a 300 pesos están a la venta en Tickantel y la boletería del teatro.

El trabajo de Ure y Tcherkaski

Los recuerdos de cómo trabajó con Ure no son fáciles para José Tcherkaski, pues pasaron muchos años. “Ure llegaba a mi casa con su bolsa de compras de mercado. Traía los apuntes y sus nuevos proyectos. Tardábamos en comenzar pues nos entretenía contarnos las «barbaridades» del día anterior”, cuenta Tcherkaski al Teatro Solís.

“Cuando tomábamos el texto, según las partes, a veces me tocaba interpretar a la Julia y a Ure, interpretar a Juan o a Cristina. Nos íbamos rotando. Ante cada situación Ure se mandaba una de sus miradas graciosas o por el contrario me daba una clase sobre Strindberg”, recuerda.

“¿Cuál fue mi aporte, si es que lo hubo? Ordenar cada día de trabajo y concentrarme en el personaje de Juan para la adaptación. Por pudor voy a guardar trozos de esos recuerdos intensos y divertidos, en algunos casos delirantes”, dice, y agrega: “con Ure aprendí a entre-leer textos, a desconfiar de las palabras, a repetir hasta el cansancio una página o un párrafo. Me enseñó a que nunca es igual lo que se mira o se lee, ni nunca es igual el silencio cuando se produce”.

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