ADIÓS A CARLOS MAGGI

Se fue uno de los sobrevivientes de la generación del 45

Falleció, a sus 92 años, el escritor, periodista, historiador y dramaturgo Carlos Maggi, uno de los últimos sobrevivientes de la generación del 45.

De izquierda a derecha, parados: María Zulema Silva Vila, Manuel Arturo Claps, Carlos Maggi, María Inés Silva Vila, Juan Ramón Jiménez, Idea Vilariño, Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama. Sentados: José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Zenobia Camprubí, Ida Vitale, Elda Lago, Manuel Flores Mora./ Foto: Wikipedia

Carlos Maggi era uno de los pocos sobrevivientes de la generación del 45. Nacido en Montevideo el 5 de agosto de 1922, Maggi fue abogado, escritor, periodista, historiador y dramaturgo.

Entre sus piezas teatrales destacan «La trastienda»,» La Biblioteca», «La noche de los ángeles inciertos», «El patio de la torcaza», «Frutos»; y entre sus ensayos:»El Uruguay y su gente», «Gardel, Onetti y algo más,» Artigas y su hijo el Caciquillo», entre muchísimos otros. Fue seis veces ganador del premio a la mejor obra de teatro nacional estrenada en Uruguay.

Uno de nuestros mejores y más agudos ensayistas, fue a las raíces profundas de la historia, atendiendo siempre con particular lucidez a las dimensiones culturales de los fenómenos sociales.

Generación del 45

Maggi, además de un escritor de primera línea y uno de nuestros intelectuales más lúcidos, era uno de los últimos referentes de la emblemática Generación del 45.

Esta generación fue también llamada La Generación Marcha o La Generación Crítica, y marcó un punto de inflexión para la cultura nacional. La integran quienes surgen a la intelectualidad y la producción artística entre 1945 y 1950, figuras que moldearon un momento determinante del perfil y la identidad intelectual de nuestro país.

Destacan entre sus integrantes figuras como: Carlos Maggi, Manuel Flores Mora, Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, Carlos Real de Azúa, Carlos Martínez Moreno, Mario Arregui, Mauricio Muller, José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, María Inés Silva Vila, Tola Invernizzi, Mario Benedetti, Ida Vitale, Idea Vilariño, Líber Falco, Carlos Brandy, María de Montserrat, Giselda Zani y Armonía Somers.

Onetti, que también formó parte de las discusiones, debates y producciones de esta generación, ya tenía sin embargo tres de sus libros más importantes editados (El pozo, Tierra de nadie y Para esta noche).

Las generaciones las crean los que las miran

Esto decía Carlos Maggi en una entrevista con El País cultural:

“Lo primero que tendría que decirte es que este tipo de generaciones no existe. No es que se hayan juntado unos intelectuales y hayan decidido hacer tal cosa. Las generaciones las crean los que las miran. Nosotros íbamos al café Metro cada uno por su lado y no teníamos la menor sensación colectiva. Ni siquiera percibíamos como un hecho lo que estábamos constituyendo. Los que las observan juntan a sus integrantes y los unen como quien hace el trazado de una serie de estrellas del cielo para hacer La Cruz del Sur. Pero las estrellas por separado nunca se enteran”.

Con libertad no ofendo ni publico

María Inés Silva Vila, realiza una íntima caracterización de la Generación del 45 en Cuarenta y cinco por uno, comentando:

«Eran insoportables y fascinantes. O así me parecieron en mi primera visita al Metro, en el verano del 45. El café quedaba en la rinconada de la Plaza Libertad y en noches como esa adelantaba mesitas en la vereda, pero la verdad es que no recuerdo bien si estaban sentados allí o habían despreciado el aire libre por el más espeso del salón, hecho de humo de cigarrillos y de un olor insuflado por años desde los baños y la cocina. Me inclino a creer que estaban allí dentro, respirando aire viciado y literatura por todos los poros.

En su mayoría eran (los que estaban allí y los que conocí poco después) más que escritores aspirantes a escritores y necesitaban las apoyaturas exteriores que da la bohemia más o menos declarada — el pelo largo, el tonito impertinente, el cigarrillo y la despreocupación en el vestir— para tirarse al agua o mejor dicho, a la tinta impresa. «Con libertad ni ofendo ni publico» les decía burlón Onetti (que ya tenía en su haber El Pozo, Tierra de nadie y Para esta noche aludiendo a la peña igualmente improductiva del café Libertad). Sí, necesitaban todo eso y también necesitaban probar sus armas en un permanente escarceo verbal bastante deslumbrante y no exento de petulancia.

Todo un despliegue de machismo intelectual que si mal no recuerdo, irritó un poco mi susceptibilidad femenina y feminista. Me senté porque iba en compañía de uno de ellos —Maggi— y me senté en la mesa encarnando por primera vez mi papel de espectadora que es el que siempre he tenido en la generación del 45. También en ese carácter estoy escribiendo ahora».

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