QUEREMOS TANTO A JULIO

Ya son 31 años sin Cortázar

El entrañable escritor argentino Julio Cortázar falleció un 12 de febrero, de 1984 en París. Considerado uno de los escritores más influyentes y renovadores de la literatura del siglo XX.

Autor de emblemáticas novelas, cuentos y poesías, Cortázar navegó entre lo fantástico y lo cotidiano, tendiendo puentes que dejaron una huella profunda en lectores y escritores.

Hacia 1963 publicó la novela Rayuela, quizá su más conocida obra, en donde propone alterar el orden de la lectura, abriendo la puerta hacia la dimensión lúdica de la recepción literaria, centrándose en la creación nueva que realiza cada lector cuando lee un libro. Rayuela marcó un antes y un después en la literatura latinoamericana. Cortázar decía que lo sorprendía mucho que esta novela fuera mayormente leída por jóvenes, un público al que no apuntó concientemente cuando la escribía, sobre esto, dijo alguna vez:

“Cuando terminé “Rayuela” pensé que había escrito un libro de un hombre de mi edad para lectores de mi edad, y la gran maravilla cuando se publicó en Argentina y en toda la América Latina, es que encontró sus lectores en los jóvenes, en quienes yo jamás había pensado directamente al escribir este libro. Los verdaderos lectores de “Rayuela” han sido los jóvenes. Esa es la gran maravilla de un escritor: saber que ha escrito un libro pensando que hacía una cosa que correspondía a su edad, a su tiempo y a su clima, y descubrir de pronto que planteó problemas que son de la generación siguiente. Esa es para mí la gran recompensa, la justificación total de “Rayuela”.

Pero también escribió aquellas entrañables “Historias de Cronopios y de Famas”, o libros de relatos como Queremos tanto a Glenda (1980), Todos los fuegos el fuego (1966), Las armas secretas (1959), Final del juego (1956) o Bestiario (1951), entre otros. El argentino dijo alguna vez que: “la realidad inmediata significa una vía de acceso a otros registros de lo real, donde la plenitud de la vida alcanza múltiples formulaciones”

Los comienzos

Julio Cortázar nació en Bruselas, un 26 de agosto de 1914, hacia 1918 la familia se traslada a Buenos Aires, instalándose en el suburbio bonaerense de Banfield. Por esos años el padre los abandona, dejando al pequeño Julio al cuidado de su madre, hermana, tía y abuela. Estudia para ser maestro y luego ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras. “Presencia” es su primer poemario, publicado con el seudónimo “Julio Denis”, hacia 1938. Recorre varios ciudades y parajes de la Argentina trabajando como maestro.

En 1945, cuando Juan Domingo Perón gana las elecciones presidenciales argentinas, renuncia a su cargo en la universidad de Cuyo.
Durante esos años traduce, escribe para la prensa, publica relatos, y redacta sus primeras novelas. En una entrevista el escritor ha dicho que cuando tenía 9 años, ya había escrito algo que: “No tengo ni la menor idea de lo que era, aunque supongo que algo muy lacrimoso, muy romántico, una historia en la que todo el mundo moría al final”. Sin embargo: “Empecé a publicar bastante tarde. No he sido un escritor precoz en el plano de la edición, aunque sí en el de la escritura. Quizá haya un elemento culpable, una especie de narcisismo personal, pero más bien lo veo como una autocrítica muy rigurosa”.

Europa

Se traslada a Europa y recibe prontamente una beca del gobierno francés, se instala en París en donde trabaja en una radio y en una distribuidora de libros. Hacia los años cincuenta, en Roma, traduce las obras en prosa de Edgar Allan Poe. En 1954 empieza a trabajar como traductor para la UNESCO y allí decide quedarse definitivamente en París.

Hacia 1956 edita “Final del juego” y también la traducción de los cuentos completos de Edgar Allan Poe. Pero no sólo tradujo a Poe, entre sus traducciones se encuentran autores de la talla de Gide, Chesterton, Daniel Defoe y Henry Bremond, Marguerite Yourcenar.

La izquierda latinoamericana

En los años sesenta Cortázar viajar a Cuba, dándole apoyo a la Revolución y asume su compromiso con la izquierda latinoamericana. En 1970, viaja a Chile para asistir a la investidura como Presidente de la República de Salvador Allende. En el 74, viaja a Roma como miembro del Tribunal Russell, institución dedicada al estudio de la situación política y de los derechos humanos en Latinoamérica. En seguida participa en la Comisión Internacional de Investigación de los crímenes del régimen pinochetista, que tiene lugar en México. Luego parte a Nicaragua comprometiendo su apoyo a la Revolución Sandinista.

En palabras de Cortázar: “La revolución cubana me mostró entonces el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política”. Y luego, unos años más tarde: “Más que nunca creo que la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que le dará la victoria: cuidando precisamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría”.

Y el jazz….

Cortázar estuvo en París en el momento mismo en donde los músicos americanos apuntaron al público europeo, y muchos de ellos llegaron a autoexiliarse en París, en los años de la posguerra. Los personajes de Cortázar suelen escuchar a Bix Beiderbecke, Louis Armstrong o Fats Waller. Esos son los discos que escuchan Oliveira y sus amigos en Rayuela,nucleados en El Club de la Serpiente. Además de hacerlo atravesar casi toda su ficción, Cortázar se dedicó a escribir artículos sobre jazz, entre ellos La vuelta al piano de Thelonius Monk, a propósito de un concierto en Ginebra en marzo del 66.

Quizá la obra en donde mejor retratado aparece el género es en el relato El perseguidor, cuyo personaje central es una suerte de doble de Charlie Parker, un saxofonista drogadicto que va tras una idea que nunca alcanza, afirmando que su vida se adelanta 15 minutos a él.

Cortázar amaba el jazz porque “era una música que permitía todas las imaginaciones”. En una entrevista con Antonio Trilla, el escritor dice que “Escucho dos o tres discos de jazz por día y bastante más música clásica. Pero jamás pongo música mientras hago otra cosa. Los que compusieron esa música no lo hicieron para que fuera un «fondo musical» sino para que lo oyéramos con la misma atención con la que leemos un libro”.

Sobre la posible “influencia” del jazz en su obra, comentó “Sí, mucho. Me enseñó cierto swing que está en mi estilo e intento escribir mis cuentos, un poco como el músico de jazz enfrenta un take, con la misma espontaneidad de la improvisación”

Otra de sus pasiones era el boxeo, deporte que aparece una y otra vez en sus obras, en más de una entrevista Cortázar manifestó la belleza estética que tienen para él los enfrentamientos entre boxeadores: “Estéticamente es muy hermoso ver enfrentarse a dos grandes boxeadores. Contemplar sobre un ring, verlo moverse a Sugar Ray Robinson, por ejemplo, es una maravilla. Por eso, nunca me gustaron los boxeadores sin talento”.

Me moriré en París…

Falleció el 12 de febrero de 1984, en París, Francia, en donde vivió gran parte de sus años. Las causas de su muerte oscilan entre la leucemia o un “extraño” virus que contrajo en una transfusión de sangre.

Sus restos yacen hoy en Francia en el cementerio de Montparnasse.

En su voz:

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