TODO VALE

Carnaval de Rio une diablos, curas y monjas: el robo de besos no respeta raza, religión ni sexo

Cerveza de desayuno. Hadas madrinas de 1,90 metros y piernas velludas. Diablos, curas y monjas danzando samba en armonía. Todo es posible en "Bola Preta", el mayor carnaval callejero de Rio de Janeiro, donde los abrazos son gratis y los besos se roban.

Se llaman blocos a las fiestas callejeras programadas durante el carnaval en distintos barrios, muchas veces temáticas.

Unas 1,3 millones de personas participaron en la fiesta, según la agencia de turismo estatal, Riotur.

En el centro de Rio, escenario en los últimos meses de protestas contra el gasto público en el Mundial de fútbol y por mejoras en salud y educación, el grito de la marea humana no era de reclamo sino de fiesta.

Al ritmo de «Cidade Maravilhosa, cheia de encantos mil», el himno de esta ciudad que recibirá en cuatro meses la final de la Copa del Mundo, se dio inicio al multitudinario desfile, que rindió homenaje a los 449 años de Rio.

Bola Preta (Pelota Negra) nació en 1918 y, precisamente, es identificado por lunares negros sobre fondo blanco. Casi 100 años después de su fundación sigue siendo el ‘bloco’ más esperado, y recibió esta semana el título de «patrimonio cultural de Rio de Janeiro».

Se llaman blocos a las fiestas callejeras programadas durante el carnaval en distintos barrios, muchas veces temáticas, en las que el común denominador son la samba, la cerveza, los disfraces y el romance furtivo en medio de la efervescencia del disfrute.

Tregua a las protestas

La primera pregunta de los periodistas extranjeros a los fiesteros es qué pasa con las protestas por estos días. Y la respuesta es casi siempre la misma: «Deja ese tema a un lado, es carnaval. Estoy feliz y orgulloso de ser carioca», dijo uno de ellos a la AFP.

«Somos personas muy unidas, que tal vez tenemos que romper algunas cosas en el sistema. Pero no ventanas», dice Rosana, de 27 años, que participa de la celebración con una camiseta en la que lleva escrito: «Cree que todo es posible».

No obstante, una manifestación de unos mil trabajadores de la limpieza fue reprimida con gases lacrimógenos por las fuerzas del orden cuando intentaba acercarse al Sambódromo, donde tienen lugar los desfiles oficiales del Carnaval.

El carnaval de Rio también es una oportunidad para el romance que brota naturalmente de un cóctel de intenso calor, alcohol en cantidades industriales y muchas ganas de divertirse en estos cinco días de fiesta.

«Abrazos gratis», ofrece un joven ataviado con disfraz de oso verde. Algunos se acercan, más que para un abrazo, para retratarse con él.

Unos metros después, la cosa es más agresiva. Un grupo de muchachos vestidos con diminutas faldas verdes, al estilo de hadas madrinas, con el torso descubierto y trabajado se abalanzan sobre cada mujer que pasa.

Si la transeúnte se distrae, cae el beso cuya duración depende del grado de descuido de la participante o de si ella así lo quiere. «Chau, amigo», se despide alguna, mientras el resto celebra con gritos y abrazos de gol. En el país del fútbol, no podría ser de otra manera.

Eso sí. El robo de besos no respeta raza, cultura, religión ni sexo. Todo vale en esta democracia de las calles.

«Soy difícil. Dificilísima», reza la camiseta de una muchacha que visita Rio por estos días.

Más allá, entregados a la vida mundana, monjas, curas y diablos beben en una misma calle, haciendo gala de una perfecta tolerancia.

Toda la fiesta ocurre bajo la atenta mirada de la policía, la misma que en los últimos meses se ha enfrentado con manifestantes violentos.

El culto al cuerpo

El disfraz es esencial en esta fiesta. Pero, en esta tierra del culto al cuerpo, es imprescindible también lucir los bíceps y el abdomen de «tanquinho».

Un sombrero blanco, un pañuelo al cuello y un diminuto short son suficientes para un adicto al gimnasio que quiere hacerse pasar por un marinero.

Los menos favorecidos o más comilones optan por la creatividad.

Luis Eduardo llegó a Bola Preta con 22 amigos, todos disfrazados de novias. De blanco, con falditas cortas, excesivo maquillaje y hasta un ramo en la mano, vienen desde la zona de Alchita, en el norte de Rio.

«Nos preparamos con mucha anticipación. El año pasado vinimos de hadas, ya estuvimos alguna vez de bailarinas, este año estamos de novias y el próximo año queremos venir de conejitas, ya está todo decidido», explica Luis Eduardo, designado arbitrariamente presidente del grupo por sus amigos.

Y un afrobrasileño, por ejemplo, agujereó su camiseta blanca con círculos perfectos para, con su piel y la tela, representar el distintivo del bloco, formando así un lienzo blanco con «bolas pretas». AFP

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