Música

La cumbia se reinventa en Argentina con menú a la carta de corte social

La cumbia, género musical tradicional de Colombia, rompió el molde en Argentina y adoptó variaciones afines a las clases sociales, como la 'villera', popular en sectores humildes, la 'cool' y 'pop', en la franja adinerada, o la electrónica y de fusión, para vanguardistas.

Los Wachiturros / AFP

«La cumbia atravesó en forma transversal todos los sectores sociales, pero las jerarquías no han cambiado y por eso la acomodo a mi gusto. También hay un componente paródico, el objetivo de ridiculizar: en Argentina hay un racismo mudo, la clase media se ha vuelto más clasista, más racista y más creyente de la naturalidad de las desigualdades«, dijo a la AFP el sociólogo argentino Pablo Seman.

Con toques de regeatton o chamamé, ritmo tradicional del noreste del país, ‘las cumbias’ argentinas apenas comparten con su madre colombiana la fuerza rítmica que hace bailar a jóvenes y no tanto.

Este género traído a Argentina en los años ’60’ por el grupo ‘Los Wawancó’, como música bailable para la familia de clase media, se mantuvo vivo, aunque solapado en el sector popular urbano, para explotar en medio de la crisis económica de 2001 con su versión más cruda y provocadora, la cumbia villera, explica Seman doctor en Antropología Social por la brasileña Universidad de Rio Grande do Sul.

Sus letras testimonian la discriminación, la violencia, la marginación y la delincuencia que rodea las «villas miseria» (barrios pobres).

«Con tan sólo 15 años/ y 5 de alto ladrón/ con una caja de vino/ de su casilla salió/ fumando y tomando vino/ intenta darse valor/ para ganarse unos mangos (dinero)/ con su cartel de ladrón/pero una noche muy fría/ él tuvo un triste final/ porque acabó con su vida una bala policial», canta ‘Pibes chorros’ (ladrones), una de las bandas del momento.

Pero a la vez en las letras «el hombre denigra a la mujer y la sitúa en el lugar de objeto de su mirada y de su uso», según un estudio publicado por la Facultad de Humanidades de la estatal Universidad del Nordeste.

«El cuerpo femenino es el objeto de goce masculino. Se habla de sus partes sexuales sin respeto y a modo de burla. Cuando se alude a las partes sexuales del cuerpo masculino, no se las escenifica, sólo se las nombra y se las realza como símbolos de poder», según el estudio.

Cumbia a la carta

Pero fue el grupo ‘Wachiturros’ el que hizo furor entre los jóvenes y logró hacer oir su música en países como Ecuador, Paraguay, Uruguay y Chile.

«Impusimos una moda musical y visual que dejó instalado el estilo ‘turro’ (sinvergüenza)», se ufana su líder Emanuel Gonzalez (23 años) más conocido como DJ Memo al recibir a la AFP en Morón (periferia oeste de Buenos Aires), de donde son oriundos sus cinco integrantes.

«Es estilo turro, no cumbia turra, nosotros no tenemos instrumentos, es todo por computadora», explica Memo mientras subraya que los temas «no fomentan la violencia, la droga, ni el alcoholismo».

Su estética, de prolijos jeans, casacas y calzado deportivo de primera calidad, el cabello corto y teñido, gorras y cejas depiladas, marcó a fuego a una franja de la juventud argentina que los escucha e imita.

Vestirse «a lo wachiturro» resultó una identidad para sus seguidores que hicieron de las camisetas de origen francés Lacoste una prenda obligada por ser las elegidas del grupo, pese a que en su publicidad la firma apunta a un sector social en las antípodas de la cumbia villera.

Memo denunció que Lacoste les ofreció dinero para que dejen de usarlas, algo negado luego por las partes cuando el escándalo parecía en puerta.

Los shows también varían de acuerdo a la franja que asista.

Así la cumbia de vanguardia, con mayor raigambre en la clase media, organiza las llamadas «fiestas» con presentaciones en pubs, clubes o casas particulares mediante convocatorias en las redes sociales.

La villera, en cambio, se nutre de presentaciones en vivo en teatros o locales bailables donde los jóvenes ‘tiran (bailan) pasos wachiturros’ y se menean con los gestos de «Pibes Chorros»: los dedos apuntando a la cabeza, cual matador.

A través de la cumbia se expresa la violencia «pero también nuevos parámetros morales, que son otros que los de la generación de sus padres, donde el trabajo ya no es lo principal, está la ‘joda’ (diversión) como un espacio importante de la vida; sostiene Seman.

En las clases más adineradas, un caso aparte es el del grupo de cumbia ‘pop’ «Agapornis», formado por ocho jóvenes universitarios y rugbiers que ‘cumbiaron’ temas de Adele, Madonna, Queen o los Beatles, con tal éxito que lograron un contrato de la multinacional Sony.

La digitalización también agregó subgéneros, como la cumbia de fusión, donde «La Yegros», emerge como el exponente femenino de esta corriente de vanguardia.

«Mi música es una mezcla de cumbia con ritmos latinoamericanos y raíces étnicas», se define Mariana Yegros en su estudio donde recibe a la AFP aún sorprendida del éxito de su tema «Viene de mi» en Alemania y Francia.

«Mi voz es muy particular, es la originalidad para diferenciarme del resto», dice sobre un registro soprano pulido en un pasado de formación lírica.

Pero admite el punto de contacto con la vertiente villera, motor de este fenómeno musical -y comercial- del que todos quieren abrevar.

«Vengo de un barrio muy humilde donde se escucha cumbia villera, yo también formé parte de ese entorno que me sirvió mucho al momento de componer», explica.

Con su menú de variantes, ‘las cumbias’ resultan una fotografía musical de las diferencias sociales en Argentina donde, pese a todo, es el ritmo más popular en los centros urbanos del país. AFP

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