Cerrito de la Victoria

«Recuperar tradición»: reabre cine barrial

Martín Daian en el cine recientemente reabierto / AFP

«Todo empezó en la niñez con una fuerte atracción hacia el séptimo arte y los locales donde se exhiben las películas. Me fanaticé de tal manera que siempre de niño tuve la idea de algún día tener mi propio cine«, contó a la AFP Martín Daian, de 37 años, en la pequeña sala de proyección del reabierto cine Grand Prix en Montevideo.

Su fascinación por el mundo del cine lo hizo especializarse en la instalación y reparación de equipos cinematográficos. Y lo llevó a dedicar los últimos 15 años a juntar dinero para poder comprar su propio cine, aseguró quien se identifica con el protagonista del clásico «Cinema Paradiso» de Giuseppe Tornatore (1988).

Hace cuatro años Daian comenzó su búsqueda de la sala adecuada, que no fue sencilla. «Mi idea no era hacer un cine nuevo, mi idea era comprar un cine viejo, que tuviera historia, para resucitarlo. Siempre me gustó la idea de reflotar un cine original», explicó.

Además, quería evitar la costa y la zona este, donde están concentradas las salas de cine modernas -la mayoría dentro de centros comerciales- por lo que apuntó a los abandonados cines de barrio, que con la llegada de la televisión comenzaron a desaparecer a fines de la década de 1970, para transformarse en locales feriales, iglesias o simplemente lugares para almacenar mercaderías.

Fue así que, tras descartar viejos edificios que estaban en muy mal estado o eran demasiado costosos, encontró el Grand Prix, en el corazón del Cerrito de la Victoria, un barrio humilde y populoso que en la época de oro del cine supo tener tres salas en la zona.

Iniciativa «revolucionaria»

Inaugurado el 20 de junio de 1962, el Grand Prix cerró en 1979, tras lo cual fue depósito de cerámicas y luego fábrica de productos eléctricos.

Lejos del séptimo arte durante 33 años, cuando Daian la compró quedaba poco de la sala original, «ni siquiera los revestimientos».

«Lo único que se mantenía original era la estructura del edificio que era un detalle importante para que me decidiera a comprar el local», relató.

Su quijotesco deseo le insumió una inversión de 500.000 dólares y cuatro años de trabajo para hacer a nuevo revestimientos, techo, paredes, aislación acústica, además de importar las 742 butacas -de las cuales solo las 420 de la planta baja están por ahora habilitadas- y máquinas nuevas.

Pero finalmente la flamante sala, con una pantalla de 11 metros de ancho, fue inaugurada a principios de julio en las últimas vacaciones escolares de invierno y con una programación fundamentalmente infantil.

Un mostrador con refrescos y una máquina de palomitas de maíz es por el momento la única decoración del hall de paredes recién pintadas del cine, adonde se acercan los vecinos de la zona a consultar sobre la programación y los precios de las entradas.

«El barrio está muy contento. Está viniendo gente que hace muchísimos años que no iba a un cine, estoy despertando otra vez la iniciativa en la gente para ir al cine. Es toda una tradición que vuelve a estar», aseguró orgulloso Daian.

Karen Montero, de 28 años, llegó a la sala junto a su hijo y sobrinos a instancias de su padre, quien iba a ver películas al antiguo local.

Aunque se crió en el barrio, Karen nunca conoció el tradicional cine porque cuando nació ya había cerrado. «Vinimos a apoyar», aseguró, añadiendo que era la primera vez que iba a un cine.

Carmen Pastorino, de 81 años, recuerda con nostalgia cómo en su infancia vendía botellas u objetos junto a sus hermanos para ir al cine Millán Palace, donde ahora hay un supermercado.

Aunque no vive en la zona, fue especialmente al Grand Prix para conocerlo y respaldar una iniciativa que considera «revolucionaria». «Me parece que es tratar de recuperar el sentido de comunidad», destacó.

Con un precio popular de 100 pesos (unos 5 dólares) Daian planea pasar estrenos de viernes a domingo y crear un cineclub para exhibir otro tipo de películas el resto de la semana.

Tal vez saque a relucir algunas cintas de su colección privada de más de mil títulos de las décadas pasadas, reunida tras recorrer ferias o remates durante años y que incluye la argentina «El negoción», la primera película que exhibió el Grand Prix en 1962. AFP

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