El último trago

México despide con mariachis a la legendaria cantante Chavela Vargas

Chavela Vargas

Los restos de la artista, que nació en Costa Rica pero se hizo famosa en México, fueron trasladados desde la ciudad de Cuernavaca (centro), donde falleció el domingo después de pasar una semana hospitalizada por una bronconeumonía, hacia Ciudad de México.

Tras un velorio al que sólo pudieron acceder familiares y personas cercanas, el féretro fue llevado a la plaza Garibaldi, punto de reunión de los mariachis en el centro de la capital, para recibir el tributo póstumo de sus colegas.

Cuando llegó la comitiva, los grupos de mariachis reunidos en el lugar, acompañados por las voces de los admiradores de la cantante, tocaron la canción «Amor eterno», del también mexicano Juan Gabriel.

El ataúd de Vargas tuvo que ser cargado por policías ante el fervor de los asistentes, que no permitían su paso hasta el centro de la plaza, donde se montó un estrado para el homenaje.

Tres grandes pendones con las fotos de Chavela fueron colgados en medio de Garibaldi, una plaza recientemente restaurada por las autoridades capitalinas y cuyas tradicionales cantinas mantenían la tarde del lunes sus puertas cerradas.

«Ahora en la noche las van a abrir, es cuando empieza todo», dijo a la AFP José Tapia, de 40 años, uno de los trabajadores de la plaza en la que aún están El Tenampa y el Santa Cecilia, las cantinas en las que Chavela pasó largas noches de parranda con los artistas que marcaron la década de 1940, los años de oro del cine y la música mexicanos.

La cantante Eugenia León y dos de los músicos que acompañaron a Vargas en sus últimas presentaciones, Juan Carlos «Che» Allende y Miguel Peña, iniciarán el desfile musical con los temas que la artista hizo famosos, como «Volver», «El último trago», «Un mundo raro», «La Llorona» y «Paloma Negra».

El Tenampa, la cantina más famosa de la zona, conocida por sus murales con leyendas de la música mexicana como Pedro Infante, Jorge Negrete y Javier Solís, anunció que pintará uno de la cantante.

Luego del homenaje, los restos de Vargas serán llevados a pie, en medio de sones de trompetas, al Palacio de Bellas Artes, que abrirá sus puertas el martes para que miles de mexicanos puedan despedirla, ceremonia que reserva México para las grandes figuras de su cultura.

El cadáver de Chavela Vargas será luego incinerado y sus cenizas serán esparcidas en el cerro del Chalchi, cerca del poblado de Tepoztlán, donde la cantante pasó los últimos años de su vida.

La intérprete, caracterizada por una voz ronca, afectada por el alcohol y el cigarro, convirtió en clásicos sus versiones de rancheras interpretadas con particular pasión.

También construyó una vida de leyenda por su homosexualidad y su amistad con algunas de las figuras relevantes de la cultura mexicana del siglo XX, como los pintores Frida Kahlo y Diego Rivera, así como de América Latina y España como el cineasta Pedro Almodóvar y el cantautor Joaquín Sabina.

«Yo no voy a morir porque soy una chamana y nosotros no nos morimos, nosotros trascendemos», dijo Vargas el viernes pasado. Esa noche, un grupo de admiradores se acercó al hospital para llevarle serenata.

En Cuba, el diario oficial Granma exaltó la figura de la cantante, que vivió brevemente en la isla en los años 1950.

«La hondura de su voz inigualable y su refinada interpretación de la canción popular mexicana destacaron en la oscura y compleja vida de Chavela Vargas, que hizo que la ranchera, un género musical predominantemente masculino, cobrara nuevos matices al ser cantada por una mujer», señaló el diario del Partido Comunista Cubano.

Por su parte, Pedro Almodóvar, que utilizó varias canciones de Chavela Vargas en películas como «Tacones Lejanos» y «Kika», le dedicó una carta pública titulada «¡Adiós, volcán!».

«Chavela añadía una amargura irónica que se sobreponía a la hipocresía del mundo que le había tocado vivir y al que le cantó siempre desafiante», señaló el español en el texto.

Joaquín Sabina también se despidió de la cantante en una carta publicada en la prensa de su país.

«Con su desaparición, se pierde una manera de cantar llorando, un quejío inigualable, una expresividad fuera de lo común. Unos cojones y unos ovarios nunca vistos en la música popular desde la muerte de (el cantor argentino de tangos) Roberto Goyeneche» (1926-1994), señaló el cantante y poeta español.

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