Historia de un símbolo. Escenario de espectáculos, pero también de litigios

La plaza de toros de Colonia cumple 100 años de existencia

Nadie duda de que como empresario el argentino Nicolás Mihanovich (hijo) fue sagaz y visionario a la hora de invertir su capital en semejante emprendimiento en esta margen del Río de la Plata. Con la plaza de toros apostó a largo plazo, aunque, por distintos motivos, su proyecto se iría desarticulando lentamente hasta quedar reducido a ruinas en su casi totalidad.

Recuerda el historiador coloniense Heroídes Artigas Mariño que Mihanovich «desembarcó en las playas del Real de San Carlos para impulsar un emprendimiento que aspiraba a grandes metas para aquella zona».

Además del ruedo taurino, la cancha para torneos de pelota vasca y el edificio para hospedaje de visitantes, pensaba también «habilitar un hipódromo» y entre sus papeles Mihanovich dejó constancia de su interés en habilitar una estación de trenes, la que junto al movimiento fluvial se encargaría de complementar las vías de comunicación para el turismo interno pero fundamentalmente de la vecina orilla.

«Su intención era crear (en Colonia) una réplica de la Niza del sur de Francia, con todos sus atractivos», explica Artigas Mariño. El compromiso de Mihanovich con las autoridades uruguayas, en el caso de la plaza de toros, fue de respetar a rajatabla las disposiciones legales del momento, que prohibían el maltrato de los animales de lidia y sólo autorizaban «un simulacro de corridas de toros, sin ningún riesgo para el animal ni para el torero», indicó el estudioso del tema.

Cabe recordar que en Uruguay las corridas de toros tuvieron su ciclo de auge después de la Guerra Grande hasta 1888, cuando la muerte de un torero en el ruedo de La Unión, en Montevideo, determinó el drástico fin de aquella actividad que aún hoy algunos consideran deporte.

 

Acuerdos incumplidos

Sin embargo, mientras por un lado el empresario argentino firmaba papeles comprometiéndose a cumplir celosamente con esas disposiciones jurídicas, la realidad se encargó de dejar a la vista todo lo contrario y en el Real de San Carlos fueron muchos los toros sacrificados para complacer a una concurrencia cada vez más numerosa que no quería pagar entrada «para ver un simulacro».

La inversión económica había sido considerable. Se estima que llegó a 1.600.000 dólares de la época, y había que obtener ganancias sin medir consecuencias. No sólo en la plaza de toros se habían cuidado todos los detalles; también en el hotel casino el alhajamiento fue traído desde Austria, Hungría y Baviera: 47.000 juegos de café, 100.000 vasos, 30.000 platos para uso diario y 5.000 sillas de Viena.

En lo que atañe al ruedo taurino, cabe señalar que éste tiene 100 metros de diámetro y 17 de altura, lo que da una idea del porte de aquel edificio construido en medio de un paisaje desolado, a escasa distancia de la playa y el río.

La plaza de toros contaba con bar, restaurante, palco para que pudiera actuar una orquesta, enfermería y hasta una capilla, a la que acudían los toreros a rezar, implorando al cielo que pudieran salir con vida al cabo de la faena.

Por allí pasaron artistas varios para alegrar fines de semana con multitudes enardecidas. Se menciona a bailarines hispanos como Juanito Pardo y Concepción Martínez, y hasta nuestros días llega la versión de que un joven y aún ignoto cantor, Carlos Gardel, pasó por allí y fue muy aplaudido.

En 1912 el gobierno nacional (José Batlle y Ordóñez) prohibió las corridas en Colonia del Sacramento. Los turistas siguieron llegando al Real de San Carlos a disfrutar de la ruleta del hotel casino y de las instalaciones del frontón de pelota.

El gobierno argentino, cuando más considerable había llegado a ser la recaudación por juegos de azar, dictó la llamada Ley Herrera-Vega, que impedía cruzar a suelo uruguayo a timbear.

En 1943, después de un largo litigio entre la Sociedad Real de San Carlos, de Mihanovich, y la Intendencia Municipal de Colonia, todos los bienes del complejo turístico pasaron a la órbita comunal, que hasta ahora los administra.

En el frontón se disputaron en 1974 y 1980 dos campeonatos mundiales de cesta punta, luego de lo cual cayó en desuso. (Actualmente hay vecinos y autoridades municipales trabajando para la recuperación parcial del inmueble). El muelle de madera en el que desembarcaban los turistas para ir a las corridas de toros fue barrido por una tormenta y sólo es un recuerdo para los colonienses. De la plaza de toros no quedan más que ruinas y el otrora hotel casino es hoy la sede del Centro Politécnico del Cono Sur (Universidad de Valencia), en acuerdo entre la comuna y dicha casa de estudios de España.

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